El 11 de septiembre de 1973 es posiblemente la fecha más importante del sXX para Chile, independiente de las posturas políticas, de los valores y creencias de cada cual. Sus efectos en lo que hoy es Chile son gigantescas. ¿Por qué una fecha -buena o mala, luminosa o siniestra- tan importante no puede ser recordada en el espacio público?

Vecinos piden al municipio de Providencia cambiar el nombre de la avenida. A la nueva administración le gusta la idea; parece moderno, muestra un nuevo espíritu, sintoniza con los ciudadanos…

Pero ¿qué pasa con la memoria? Los nombres de las calles sirven –además de lo práctico de poder dar con lugares concretos- para darle sentido a la ciudad, de celebración en algunos casos y de conmemoración en otros.

Chile ha tenido varios golpes de estado, guerras civiles y enfrentamientos sangrientos, masacres y asesinatos (y los seres que las animaron y los que participaron en éstos). Sin embargo existe la tendencia a una escritura única de la historia (o al menos un monopolio u oligopolio en relación a una versión claramente dominante), en la que se borran o al menos se minimizan estos hechos que aparentemente nos disminuyen como país y no sólo no aportan a la unidad nacional (que en buena medida es lo que hay en estas hegemonías) sino que podrían fomentar la división entre los chilenos.

Uno de esos temas –acentuado por lo reciente de los hechos, considerando que muchos de sus actores están vivos, y porque se cumplen los 40 años de acaecidos- es el golpe militar del 11 de septiembre de 1973.

El sólo hecho de hablar de Golpe Militar o de Dictadura enciende las alarmas y los ánimos, saltan a relucir las posturas más extremas, las más virulentas…

Lo anterior se repite, sin embargo, también con hechos pasados hace muchísimos años, como las diferencias entre “partidarios” de O´Higgins y de Carrera, o de los dos bandos de la guerra civil de 1891. A pesar de ser hechos del s XIX, siguen existiendo las posturas irreconciliables. Si estas posturas han subsistido, ¿cuál es el miedo a las diferencias? ¿Por qué no expresarlas, explicitarlas, discutirlas?

El borrarle el nombre a la avenida 11 de septiembre, ¿elimina o cambia la historia? ¿elimina o borra las diferencias y la existencia hasta el día de hoy, y posiblemente por muchos años más, de al menos dos bandos?

Para la memoria histórica como para la memoria colectiva no es bueno el cambio de nombre, como tampoco lo es para mantener e incentivar el diálogo y el debate, el intercambio de puntos de vista, de ideas, sentimientos y vivencias.

Más que cambiar el nombre de la avenida 11 de septiembre lo que se requeriría, en mi opinión, es re-significar su nombre. Pero entiendo que eso puede ser echarle bencina a las brasas, que muchos dirán que todavía no estamos preparados… justamente por eso, porque es una oportunidad de diálogo, de llegar a acuerdos –como podría ser buscar las formas de expresar las diferencias-, es que me parece importante mantener el nombre, pero con varios sentidos, cargas o interpretaciones.