El juez brasileño Joaquim Barbosa, hijo de un albañil y una limpiadora que este jueves se convertirá en el primer presidente negro de la Corte Suprema de Brasil, es un magistrado implacable, considerado por muchos como un héroe contra la corrupción y la desigualdad social.
Barbosa, de 58 años, ha saltado a la fama en los últimos meses como el implacable instructor del juicio que ha condenado por corrupción al antiguo círculo político del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, acusado de crear una contabilidad ilegal para comprar votos de diputados de la coalición entre 2003 y 2005.
Al condenar lo que se considera una práctica habitual en la política brasileña, Barbosa es celebrado en las redes sociales como un justiciero o un superhéroe.
El nuevo presidente del Supremo tiene una biografía de lucha: nació el 7 de octubre de 1954 en la pobreza, en un pueblo del interior de Minas Gerais (sureste), uno de los ocho hijos de un albañil y una limpiadora.
Con 16 años, viajó a Brasilia donde para pagarse los estudios trabajó de limpiador en los tribunales y en una imprenta de noche, y consiguió formarse en las mejores universidades tradicionalmente reservadas a los ricos.
Hoy es doctor en derecho público por la Sorbonne, donde obtuvo tres diplomas de posgraduación, y habla francés, inglés, italiano y alemán.
“Era de una familia pobre, luché y conseguí, pero sé que otros en las mismas condiciones, con la misma voluntad, no lo consiguieron, pues el sistema educacional crea mecanismos poderosos de exclusión de negros”, ha dicho.
Barbosa fue nombrado juez de la Corte Suprema en 2003 por el entonces flamante presidente Lula, un exobrero metalúrgico que recién pudo aprender a leer y a escribir cuando era adolescente.
En el país con la segunda mayor población negra del mundo después de Nigeria, Barbosa denuncia a menudo el racismo y la desigualdad.
“El sistema penal brasileño penaliza y mucho… principalmente a los negros, los pobres, las minorías en general”, lamentó en una de las raras entrevistas que ha dado en los últimos años. En otra, ironizó cómo una vez al llegar a un restaurante de Rio lo confundieron con el empleado que aparca los coches de los adinerados.
“La elección de Barbosa es un hecho histórico, es muy raro encontrar en Brasil a negros en posiciones de poder en las empresas, en las universidades, en los gobiernos”, dijo a la AFP Marcelo Paixao, coordinador del Laboratorio de Análisis de Relaciones Raciales de la Universidad Federal de Rio de Janeiro.
El llamado juicio del siglo, que ha condenado por corrupción al exjefe de gabinete de Lula José Dirceu y al expresidente de su Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) José Genoino, ha valido a Barbosa -que ha declarado votar por el PT- controversias y duras críticas en medios jurídicos, incluso en el Supremo, al tiempo que ha aumentado su popularidad en las redes sociales.
Barbosa ha conducido el juicio como si fuera una novela por entregas, manteniendo el interés y el suspense con lenguaje fácil y ejemplos prácticos, y con sorprendente contundencia, pidiendo condenas para casi todos los acusados.
Las redes sociales lo transformaron en un superhéroe de cómic contra la corrupción, con su inconfundible toga de magistrado, e impulsaron la propuesta “Joaquim Barbosa 2014″, en referencia a las elecciones presidenciales convocadas para dentro de dos años.
“Es como un Batman, un justiciero”, lo describió la fabricante de máscaras y disfraces Olga Gibert, quien ya anticipa que Barbosa será estrella del carnaval de Rio de Janeiro, para el que está produciendo miles de máscaras con su rostro.
La presidencia de la Corte Suprema brasileño es rotativa entre sus miembros más antiguos. En 2006, la juez Ellen Gracie se convirtió en la primera presidenta mujer.
Al evento formal de investidura, Barbosa invitó a célebres actores y cantantes negros como Djavan y a líderes del movimiento afrodescendiente, además de la presidenta Dilma Rousseff.