Estadios desiertos, una liga de fútbol con formato reducido y un éxodo de jugadores: las competiciones deportivas en Siria están también de luto tras dieciocho meses de conflicto, que ha costado además la vida de decenas de atletas y ahogado económicamente a muchos clubes.

Al menos 30 deportistas o responsables deportivos han muerto en combates y bombardeos o han sido víctimas de asesinatos, como el campeón de boxeo Ghiath Tayfour, abatido en Alepo (norte), la segunda ciudad del país.

El basquetbolista Basel Raya, los futbolistas Zakaria Yussef y Ahmad Sweidane o el árbitro Mahmud Nseirate figuran también en la lista macabra de pérdidas, junto a dos jugadoras de básquetbol, un entrenador de boxeo y varios judocas, entre otros.

También destaca entre las víctimas el exdirigente de la Federación de Fútbol Maruane Arafat, que fue alcanzado por una bala perdida durante unos combates en la frontera sirio-jordana.

Los periodistas deportivos también han sufrido en primera persona la cara más dura del conflicto, desde que en marzo de 2011 empezara una revuelta popular contra el régimen de Bachar al Asad, que respondió con fuerza militar.

Hace un mes, el joven periodista Yamen Al Jaja resultó herido por una bala en la cabeza, cuando circulaba en coche en el sur de Damasco, donde se enfrentan el ejército y los rebeldes. Se encuentra desde entonces en cuidados intensivos.

El árbitro de básquet Abdel Razzak Mohammad, gravemente herido hace cuatro semanas, tuvo que sufrir la amputación de sus dos pies.

El conflicto ha obligado además a más de 50 futbolistas a exiliarse a países vecinos, mientras otros intentan abandonar el país. Los clubes, arruinados, se han resignado a dejar marchar a sus mejores jugadores para poder percibir alguna cantidad en concepto de indemnización de traspaso.

Entrenadores sirios también han optado por hacer las maletas e ir a trabajar a Jordania, Líbano, Irak o el sultanato de Omán.

La violencia también ha vaciado los estadios, en un país tradicionalmente apasionado por el fútbol.

Para la temporada 2010-2011, la segunda vuelta de la liga de fútbol fue anulada y reemplazada por un minitorneo entre los cuatro equipos que habían terminado en cabeza en la primera vuelta, pero dos de esas formaciones fueron declaradas baja y el título se decidió, irónicamente, con un partido entre el equipo del ejército y el de la policía. Ganaron los segundos.

En la temporada siguiente, el equipo de la policía revalidó su título. Por motivos de seguridad es imposible que se celebren partidos en algunas ciudades y por ello los dieciséis equipos de la primera división se han repartido en dos grupos, con una ronda de ‘play off’ entre los cuatro primeros de cada uno.

Los dos clubes de Homs y el de Idlib, dos de las ciudades bastiones de la revuelta, terminaron renunciando.

El conflicto impide también a los atletas entrenarse en buenas condiciones y ello se pagó en los Juegos Olímpicos de Londres, donde los participantes ni siquiera llegaron a igualar o superar sus propios récords.

El vicepresidente del Comité Olímpico Sirio, Maher Khayata, que reconoció el “fracaso de los deportistas sirios”, habló de “las dificultades surgidas para los entrenamientos” y de cómo el conflicto “ha tenido un impacto sobre la moral de los atletas”.

En el plano político, los deportistas sirios, muchos de ellos con residencia fuera del país, han apoyado a la oposición a Bachar al Asad.

El más conocido es el futbolista Firas Al Khatib, uno de los pilares de la selección nacional. Es también el caso del nadador Anas Mahmud y del boxeador Naser Al Chami, bronce en los Juegos de Atenas-2004 y que resultó herido por disparos en Hama, en el centro de Siria.