Cuando los altos edificios del centro de Ciudad México, en su mayoría de oficinas, comenzaron a temblar con violencia poco después del mediodía del martes, sus ocupantes reaccionaron mayoritariamente con calma y siguieron los planes de evacuación evitando escenas de pánico.

Se dirigieron a los espacios seguros previamente establecidos en cada uno de los pisos de los edificios y esperaron a que acabara el sismo de 7,4 grados en la escala de magnitud momento para descender por las escaleras de emergencia a la calle, donde se reunieron en los puntos concertados.

“Desalojamos a unas 50 personas, todo fue en orden, afortunadamente no pasó nada. El sismo fue fuerte, pero ahora estamos preparados a diferencia de 1985″, comentó a la AFP Francisco Bernal, de 39 años de edad y jefe de una brigada de seguridad civil de una tienda departamental en la céntrica zona de la colonia Roma.

Los habitantes de Ciudad de México actuaron en su mayoría disciplinadamente tras varios años de simulacros como consecuencia de la concienciación ciudadana a raíz del devastador terremoto de septiembre de 1985, que dejó miles de víctimas.

“Sonó la alarma y pensamos que era un simulacro, pero enseguida empezó a temblar. Se sintieron como tres o cuatro minutos. Hay gente que sintió como tronaban (se reventaban) las tuberías y caían piedritas por la ventana”, explicó Beatriz Estrada, empleada de la Cancillería mexicana.

Aunque indicó que en la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores, un edificio de más de 20 plantas inaugurado hace seis años, “hubo gente que se puso muy nerviosa”, ya que “a algunos les tocó en el edificio Tlatelolco (la anterior sede de la Cancillería) en el sismo del 85″, que sufrió graves daños, “y todavía se acuerdan”.

La ministra de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, estaba reunida con la procuradora general de la República, Marisela Morales, en una de las últimas plantas del edificio, cuando comenzó el temblor.

“Seguimos las indicaciones del personal de Protección Civil de estar primero en las áreas seguras a esperar a que pasara el temblor y después evacuamos. Nosotros, como estábamos en el (piso) 22 fuimos casi los últimos en evacuar”, explicó Espinosa mientras esperaba frente al edificio a que éste fuera revisado por si había daños estructurales.

También los diputados, que estaban reunidos en sesión, abandonaron de forma precipitada pero ordenada la cámara baja cuando empezó a moverse bruscamente la enorme lámpara que pende sobre el salón de plenos.

La evacuación disciplinada fue la tónica de este martes.

“Cuando vi que las lámparas se movían, me puse de pie. Nuestro jefe de brigada (de la oficina) nos pidió desalojar y nos recordó que en estos casos no se debe gritar, ni correr, ni empujar. Sentí mucho miedo, pero me obligué a conservar la calma”, comenta Ana Ferández, secretaria de un edificio también de la Roma.

Esta zona, que alberga monumentales construcciones del siglo XIX y principios del XX, fue una de las más afectadas por el terremoto de 8,1 grados Richter que el 19 de septiembre de 1985 sacudió a la capital mexicana con saldo de más de 6.000 muertos, según el gobierno, 30.000, según ONG, y unos 5.000 edificios derruidos.