Al menos 28 policías y seis civiles murieron desde el miércoles en un ataque de centenares de talibanes paquistaníes y afganos contra un puesto de control cerca de la frontera entre ambos países, en el noroeste de Pakistán.

“Al menos 500 atacantes, talibanes paquistaníes y afganos, fuertemente armados” atacaron desde el miércoles por la mañana un puesto de control de la policía en Shaltalu, en el distrito de Dir, no muy lejos de las zonas tribales, bastión de los talibanes paquistaníes aliados de Al Qaida, declaró a la AFP por teléfono un oficial de la policía local, Qazi Jamil ur Rehman.

El puesto se encuentra a seis kilómetros de la frontera en una región lindera a la provincia afgana de Kunar, en donde los talibanes afganos son muy activos.

El ejército envió helicópteros para contraatacar y obligaron a los talibanes a replegarse en las montañas de la zona, pero aún se registraban combates esporádicos este jueves por la tarde, según fuentes policiales.

De momento, el balance es de 34 muertos: 28 policías y seis civiles, de los cuales dos mujeres y dos niños que murieron en sus viviendas alcanzadas por obuses de mortero disparados por los talibanes, indicó Rehman.

“Retomamos el control de la mayor parte de la zona, pero sigue habiendo tiroteos cerca del puesto de policía”, indicó el oficial, quien desconocía el número de posibles víctimas en filas de los talibanes.

Las zonas tribales del noroeste de Pakistán, que Washington considera como “la región más peligrosa del mundo”, son el bastión de los talibanes paquistaníes y el principal santuario en el mundo para Al Qaida. También es la base de retaguardia de los talibanes afganos.

El Movimiento de los Talibanes de Pakistán (TTP), un grupo que adhirió a la red de Al Qaida, realiza desde 2007 una campaña de mortíferos atentados en todo el país.

La policía y el ejército paquistaníes han sido los principales objetivos de estos atentados y ataques del TTP desde mediados de 2007, cuando junto con el ex líder de Al Qaida Osama Bin Laden decretó la “guerra santa” a Islamabad y a sus fuerzas de seguridad.

Los talibanes paquistaníes habían jurado, el día de la muerte del líder de Al Qaida, a principios de mayo, intensificar su campaña de atentados que ya dejó cerca de 4.400 muertos en menos de cuatro años en este país aliado de Washington en su “guerra contra el terrorismo”.

Tras el ataque estadounidense que costó la vida a Bin Laden el 2 de mayo en el norte del país, prometió atentar contra las fuerzas de seguridad paquistaníes, acusando a Islamabad y a su ejército de complicidad.

Por su parte, el primer ministro de Pakistán ordenó el martes a una comisión independiente investigar la operación de las fuerzas de élite estadounidenses que mató a Bin Laden, mientras los parlamentarios paquistaníes amenazaban con cesar la cooperación logística de Pakistán con las tropas estadounidenses en Afganistán, si no cesan los ataques con aviones teledirigidos operados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).