El presidente estadounidense, Barack Obama, intentará inclinar la balanza para su lado durante la cumbre internacional del clima en Copenhague, pese a la creciente resistencia que existe en su país y las inquietudes que genera en el extranjero.

Obama, que considera el calentamiento globel es uno de los principales peligros que amenazan al planeta, cambió sorpresivamente sus planes la semana pasada y anunció que viajaría a la capital danesa para asistir al cierre de la cumbre el 18 de diciembre, y no el 9 como tenía previsto, a la espera de que su prestigio contribuya a lograr un acuerdo.

Sin embargo, el Senado estadounidense sigue debatiendo un proyecto de ley sobre cambio climático que apunta a reducir las emisiones de gas con efecto invernadero, cuyos opositores se han hecho más belicosos desde el “Climategate”, un caso de correos electrónicos pirateados de eminentes investigadores de Gran Bretaña. Este episodio ha llevado a los escépticos a sospechar que los científicos manipulan los datos sobre el clima.

En vísperas de Copenhague, el presidente estadounidense realizó propuestas concretas para reducir las emisiones. Pero si bien Estados Unidos es la economía número uno del planeta, sus propuestas son menores que las de la Unión Europea, Japón y las recomendaciones de la ONU.

Estados Unidos es el único gran país industrializado en no haber firmado el protocolo de Kioto, para el cual se deberá elegir un sucesor para cubrir el período posterior a 2012 en la reunión de Copenhague. Los negociadores estadounidenses habían contribuido a su redacción, pero el Senado la rechazó estimando injusto la ausencia de limitaciones otorgada a los países pobres.

“Después de la experiencia de Kioto, los demás países están un poco nerviosos con respecto al Congreso estadounidense”, señaló Alden Meyer, un experimentado observador de negociaciones sobre el clima y miembro de Union of Concerned Scientists, una ONG de defensa del medioambiente.

Obama tiene una posición radicalmente diferente a la de su predecesor, George W. Bush, que durante mucho tiempo negó la realidad del calentamiento climático y se enfrentó con los europeos sobre este aspecto.

Y si bien algunos republicanos aliados de Bush salieron de su línea para apoyar a Obama, otros responsables políticos están dispuestos a combatir el proyecto de ley en el Congreso hasta las últimas consecuencias.

El republicano Daniel Issa acusó al gobierno de Obama de apelar a “una ciencia errónea creada por una comunidad de brutos para imponer una política ideológicamente dudosa”. Según el representante republicano, “la idea de que existe consenso sobre el cambio climático es un mito”.