Estados Unidos asegura que vigilará atentamente las cruciales elecciones del domingo en Honduras, para luego decidir si las reconoce, una arriesgada postura que puede ensombrecer la imagen del gobierno de Barack Obama ante la región.
“Estados Unidos, junto al resto de la comunidad internacional, vigilará las elecciones hondureñas con gran interés”, señaló el Departamento de Estado a la AFP.
Por su parte, el nuevo vicesecretario de Estado para América Latina, Arturo Valenzuela, declaró en su presentación ante la Organización de Estados Americanos (OEA) que “para que la voluntad popular se pueda expresar claramente, las elecciones deben realizarse en un entorno que permita a los candidatos, a todos, hacer campaña en un ambiente de paz y seguridad”.
El gobierno de Obama insiste ante el gobierno de facto de Honduras en que le preocupan las violaciones a los derechos humanos.
Pero Washington no tomará por anticipado una decisión sobre los comicios porque, por encima de todo, los hondureños tienen derecho a elegir sus representantes, y porque las elecciones ya estaban inscritas en el calendario legal del país, apuntó Valenzuela ante la OEA.
De forma más discreta, fuentes oficiales reconocen que la inestable situación, con el presidente depuesto Manuel Zelaya asilado en la embajada de Brasil y sospechosos actos de violencia en diversos puntos del país, arrojan un panorama mucho más complejo.
Pero en lugar de enviar una misión para monitorear de cerca esa complejidad, el gobierno de Obama se alineó por el momento con sus socios de la OEA, que ignoran ferozmente al régimen de facto.
El resultado es que desde Estados Unidos saldrá una heterogénea lista de observadores “independientes”, desde fundaciones conservadoras hasta exiliados cubanos, proclives al régimen de facto, así como por organizaciones no gubernamentales muy críticas con los actuales gobernantes.
“El desafío para Valenzuela es hallar una fórmula para aprovechar las elecciones para resolver la crisis, sin polarizar aún más las relaciones interamericanas”, considera Peter Hakim, del centro de análisis Diálogo Interamericano.
Lejos de abstenerse en la crisis, Washington tomó las riendas de la mediación resueltamente, lo que le generó aplausos.
Fue Estados Unidos quien consiguió que tanto Zelaya como el presidente de facto, Roberto Micheletti, firmaran el acuerdo de Tegucigalpa/San José que entreabrió, con soluciones concretas, la puerta a la resolución de la crisis.
Pero a medida que esa mediación se profundizaba, también crecía el aislamiento respecto al resto de la OEA, que ha jugado un papel de comparsa en las últimas semanas.
Las fuentes oficiales estadounidenses dan una y otra vez una sensación de tener la delicada situación bajo control en sus contactos con la prensa en Washington, pero bajo anonimato.
La mediación se ha vuelto un juego diplomático tras bambalinas lo que aleja al gobierno de Obama de su imagen inicial de transparencia. Eso ya empieza a provocar desencanto en las capitales latinoamericanas.