De campesino a burrero: los servidores del narco que prestan su cuerpo para traficar droga en Chile

Créditos: Diseño de Jaime Silva (BBCL)

Jueves 26 agosto de 2021 | Publicado a las 06:00 · Actualizado a las 09:45

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La droga transportada en el más infausto de sus formatos. Son cientos los ovoides de droga que ingresan a Chile cada año alojados en el sistema digestivo de campesinos bolivianos y peruanos principalmente, los que a cambio de unos pocos dólares aceptan un trabajo para el que no requieren experiencia ni un currículum abultado. El perfil de los burreros y los números que deja este método del narcotráfico son revelados por la Unidad de Investigación de BioBioChile.

Los burreros -también conocidos como mulas- no discriminan: a cambio de unos pocos dólares aceptan transportan cocaína, marihuana, éxtasis o hasta incluso dinero en efectivo dentro de sus cuerpos.

La logística del narcotraficante está en constante transformación. Y conforme sus rutas van siendo descifradas o los controles fronterizos se vuelven más estrictos deben adaptarse por obligación. Una máxima que se replica en todos los negocios. Legales o ilegales.

El tráfico intracorporal de ovoides con sustancias ilícitas no es nuevo y se ha mantenido vigente por casi dos décadas en Chile. Los primeros casos criollos de este mecanismo datan desde 2004.

Pasaron los años y el fenómeno fue creciendo paulatinamente llegando a su peak justo ante de la pandemia, pues con las restricciones de movilidad y el cierre de pasos fronterizos se puso un freno momentáneo.

Los burreros son uno de los últimos y menos preciados -aunque importantes- eslabones de la cadena del narcotráfico. A lo largo del tiempo la policía chilena identificó el perfil del burrero que se decide a ingresar droga, muchos de ellos “buscando un mejor futuro”. Al menos eso dicen cuando son detenidos.

¿Y las organizaciones detrás de los burreros? Pese a las contadas oportunidades donde se ha logrado investigarlas, la experiencia policial indica que se trata de bandas de narcotraficantes de medio pelo, sin mucha capacidad para optar por otros métodos. El marítimo -por lo general- está reservado para los peces grandes.

Cedida a BBCL | PDI

Probabilidades

La madrugada del miércoles 9 de junio el choque frontal entre un bus de pasajeros de la empresa Pullman Bus y un camión que transportaba frutas enlutó nuevamente las rutas del norte de Chile.

La emergencia se produjo en la Ruta 5 Norte cerca del límite de las regiones de Antofagasta y Atacama, zona con una pésima señal telefónica que dificultó los pedidos de ayuda. En total fueron siete las personas que murieron, mientras una treintena terminó con heridas.

De entre los fierros, los rescatistas lograron extraer los cadáveres de dos ciudadanas bolivianas. Horas más tarde funcionarios del Servicio Médico Legal (SML) se percataron que ambas traían equipaje extra: 55,5 gramos de cocaína cada una al interior de sus cuerpos y en formato ovoide.

El bus de pasajeros tenía como destino final la región Metropolitana, lugar donde seguramente la droga iba a ser recepcionada y abultada para su posterior distribución.

Analizando el caso a contraluz con las estadísticas, no parece una mera coincidencia. Del total de detenidos en Chile durante los últimos 5 años por tráfico de droga mediante ovoides un 84% eran bolivianos y un 34% correspondió a mujeres.

—La mujer tiene esta participación que es bastante básica, sin un compromiso importante con la organización —cuenta a BioBioChile el subprefecto de la PDI y sicólogo criminalista, Francisco Ceballos.

El detective, que se desempeña en la Jefatura de Antinarcóticos y Contra el Crimen Organizado, añade que el ingreso de las mujeres al negocio se da principalmente por alguna relación previa de cercanía o confianza con algún hombre que ya trabajó como burrero.

Los servidores del narcotráfico

Salvo casos detectados en el Aeropuerto Internacional de Santiago, en general los detenidos por tráfico mediante ovoides son primerizos, habitualmente jóvenes campesinos de Bolivia y Perú contactados por miembros de la organización criminal para realizar el trabajo.

Dependiendo de la cantidad y tipo de droga, el pago varía entre los 300 mil y 800 mil pesos chilenos. Para ellos, esa cantidad de dinero significa hasta medio año de trabajo legal según relatan a la policía.

—Es casi un paquete turístico ilegal con el que esta gente (los traficantes) tienta a estas personas que generalmente poseen poca educación y son vulnerables económicamente —relata, en tanto, el actual jefe de la Prefectura Antinarcóticos y Contra el Crimen Organizado Norte (Preanconor) de la Policía de Investigaciones (PDI), Roy Farías. Desde hace 20 años trabaja en unidades fronterizas que combaten el narcotráfico.

—Les compran ropa, les compran bolsos de viajes para poder ingresar la droga y no ser detectados. Muchos de ellos traían inscritas las instrucciones en un papel, entendiendo su bajo nivel de memorización.

El subprefecto Ceballos tiene una hipótesis que barajan en la PDI respecto de los burreros que cruzan la frontera.

De acuerdo con su experiencia y en base a entrevistas realizadas a los detenidos, el sicólogo criminalista advierte sobre la sospecha de que estas personas son engañadas y cometen el delito contra su voluntad.

—Una hipótesis que tenemos es que son sujetos amenazados y forzados a participar dentro de esta dinámica delictiva.

Otros simplemente no son capaces de entender la complejidad y las consecuencias penales del delito que están cometiendo, advierte.

La mayoría de los detenidos no tiene antecedentes policiales previos y muchos niegan llevar droga, incluso pese a los resultados del Body Scan sobre la mesa.

Imágenes de rayos X a un burrero | PDI

La calidad va por dentro

Los primeros casos detectados en la frontera norte de nuestro país daban cuenta de un alto nivel de improvisación que con los años se fue sofisticando hasta llegar a lo que se utiliza en la actualidad.

Al comienzo se trataba de envoltorios de droga recubiertos con cinta aisladora eléctrica, pero de apoco el embalaje fue mutando para evitar que los ovoides se abrieran, lo que junto con provocar la muerte casi instantánea del transportista por sobredosis significaba -para los narcos- perder la valiosa droga.

En la actualidad la PDI ha detectado que los traficantes utilizan desde dedos de guantes quirúrgicos hasta preservativos, en búsqueda de asegurar la mercancía y evitar el fracaso de la operación.

Esto último toma mayor relevancia considerando que los trayectos que debe recorrer el burrero, luego de tragar los ovoides, muchas veces toma más tiempo de lo esperado. De hecho, no son pocos los casos en que deben evacuar de emergencia y volverlos a ingerir para continuar hacia su destino.

En ese proceso estaba un burrero al interior de una residencial ariqueña, cuando la mala calidad del látex que envolvía los ovoides le pasó la cuenta. El prefecto Farías lo rememora como uno de los casos que mayor impacto le ha generado en su carrera.

—Se encontraba al interior de un baño. La persona mediante deposiciones había evacuado los ovoides porque se había tardado mucho en ingresar desde Perú a Chile (…) estaba en el proceso de limpiado y nuevamente los estaba ingiriendo. Pero el látex que recubría no era de muy buena calidad y en la segunda ingesta uno de estos ovoides rompió su cobertura exterior, que eran puntas de guantes quirúrgicos, lo que le provocó de inmediato una intoxicación y un infarto que lo llevó a la muerte.

Así de rápido.

Cuidado con el sur

Los datos de los últimos años sobre el transporte de droga intracorporal permiten tener un panorama más claro sobre el mecanismo.

Si en 2016 fueron 245 los burreros detenidos, ese número aumentó a 400 al año siguiente. En 2019, en tanto, previo a la pandemia, se produjo el peak con 469 detenciones concretadas.

En la misma línea, la cantidad de droga incautada tras ingresar a Chile por este método pasó de 225,9 kg en 2016 a casi media tonelada en 2019.

Por otro lado, en marzo de 2020 y tras detectarse los primeros casos de covid-19, el Gobierno decidió cerrar todas las fronteras. Aquella resolución impactó directamente en el tráfico de ovoides, según dan cuenta las cifras a las que accedió este medio.

El número de detenidos bajó de 469 (en 2019) a 83. Al 31 de julio de este año la PDI sólo ha detenido 27 personas sorprendidas traficando ovoides, lo que se traduce en un peso total de droga que no supera los 27 kg.

Si bien la mayoría de las incautaciones de ovoides se concentran desde la región Metropolitana hacia el norte, los policías están en alerta con lo que sucede más hacia el sur, incluso en la región de Magallanes.

Fuente: PDI | Diseño de Jaime Silva (BBCL)

Sólo en 2017, en esta última región se incautaron 687 gramos de droga, principalmente gracias a los controles en el aeropuerto.

Otro ejemplo de la osadía de los burreros fueron las incautaciones realizadas durante 2019 en la región de Los Lagos, año en que se detectó más de 1 kg de droga que arribaba a la zona en este formato.

Desde la propia PDI reconocen que el tráfico intracorporal de estupefacientes no es necesariamente la fórmula predilecta de las organizaciones internacionales, advierten que se trata de un mecanismo especialmente peligroso para los transportistas.

Pese a lo preocupante de las cifras, se calcula que los ovoides son sólo 5% del total de droga que se incauta en nuestro país.

Los cocineros de la droga

Llegar a los líderes de las organizaciones criminales internacionales ha sido el principal fracaso en la lucha contra el narcotráfico. En este ámbito son pocas las indagatorias que han terminado con los cabecillas detenidos.

No obstante, en 2017 producto de información recopilada y analizada por estamentos de inteligencia de la policía civil, y en coordinación con la Fiscalía Local de Alto Hospicio, se logró intervenir una de esas tantas organizaciones.

En noviembre de ese año fue posible desarticular casi en su totalidad una banda de narcotraficantes colombianos, chilenos y bolivianos, con sede en el norte de nuestro país, dedicada a importar droga a través de burreros.

Fue en la ciudad de Copiapó, región de Atacama, donde la organización liderada por traficantes cafetaleros tenían instalado un laboratorio clandestino que utilizaban para abultar la droga que llegaba a Chile en formato ovoides.

Es que si bien la cantidad de droga que transporta un burrero en su cuerpo generalmente no supera los 800 gramos (por ejemplo de cocaína), la pureza de la sustancia permite doblar y hasta triplicar su volumen antes de ser dosificada y vendida al consumidor promedio.

Para conseguir aquello los cocineros utilizan cualquier sustancia a su alcance, según lo demuestra el último perfil químico que se realizó en el Instituto de Salud Pública (ISP) a cocaína decomisada.

De acuerdo a los datos que obtuvo la Unidad de Investigación de BioBioChile, la cocaína en territorio nacional es pateada con cafeína, anestésicos locales, bicarbonato, maicena, fenacetina (una alternativa a la aspirina retirado en varias partes del mundo, incluido Chile) y levamisol (un antiparasitario para perros).

Se llegaron a encontrar muestras incluso con menos del 1% de concentración. ¿El resto? Sólo aditivos que pueden causar desde comas hasta cáncer. Un engaño que no todos reconocen.

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