Observar el mar desde la superficie apenas permite ver unos cuantos metros hacia abajo. En cuanto a mapear el fondo, las personas han pasado siglos desarrollando herramientas, desde las primeras líneas con peso hasta el sonar moderno.
Sin embargo, el mapa del fondo oceánico sigue siendo incompleto. En la vasta extensión del océano, pueden esconderse enormes montañas no cartografiadas, a menudo descubiertas solo mediante estudios minuciosos y poco frecuentes.
Helen Snaith está tratando de cambiar eso. Es científica de datos sénior en el Centro Nacional de Oceanografía del Reino Unido y directora de la iniciativa Global Centre for the Seabed 2030.
Esta iniciativa, oficialmente llamada Proyecto Nippon Foundation-GEBCO Seabed 2030, tiene como objetivo producir un mapa completo del fondo oceánico para 2030.
Snaith habló con Dialogue Earth sobre por qué este objetivo es tan importante.
La conversación ha sido editada por extensión y claridad.
Dialogue Earth: – ¿Cuál es la principal razón para realizar este mapeo?
Helen Snaith: – Personalmente, porque soy una nerd de los datos y creo que los datos son geniales.
Pero desde una perspectiva más amplia, la razón fundamental es la investigación que sustenta. La corriente polar antártica, la mayor corriente oceánica del mundo, está limitada a pasar por una zona de fractura específica (un tipo de valle submarino). No se mueve hacia el norte ni el sur porque está fijada en esa posición, y eso está totalmente determinado por la batimetría (el mapeo del terreno submarino).
Para las predicciones de tsunamis, si la batimetría es incorrecta, se calculará mal el tiempo de llegada de la ola, su altura y el impacto que tendrá.
La batimetría es una observación fundamental que permite comprender prácticamente cualquier otra medición en el océano.
– Seabed 2030 busca un mapa con una resolución “adecuada”. ¿Qué significa eso?
– Cuando decidimos que el objetivo del proyecto era mapear el océano para 2030, lo primero que tuvimos que determinar fue: ¿qué significa “mapear”?
El fondo oceánico completo ya está cartografiado a una resolución baja; ya contamos con la batimetría satelital en todas partes. Lo que queríamos era mapearlo con más detalle y mayor precisión.
Al inicio del proyecto, analizamos qué era técnicamente posible utilizando el tipo de instrumentación que se encuentra en un buque de investigación moderno: las ecosondas multihaz. Funcionan enviando una señal desde el barco hacia el fondo. Cuanto más profunda es el agua, más se dispersa la señal.
La resolución también depende de la velocidad del barco. En el océano profundo, la resolución suele ser de [una lectura de profundidad en un cuadrado de] unos 400 metros. En aguas poco profundas, podemos alcanzar resoluciones de 100 metros o incluso mejores.
– ¿Por qué no se pueden usar simplemente las mediciones de profundidad por satélite?
– La profundidad del agua debilita la señal, lo que significa que solo se pueden detectar estructuras muy grandes. Además, debe haber una señal gravitatoria: si hay una masa de roca de baja densidad dentro de una de mayor densidad, no se detecta.
Si hay una indicación en las imágenes satelitales de que hay algo, obtenemos una imagen borrosa de esa posible estructura. Pero cada vez que se utilizan las ecosondas multihaz, se revela mucho más detalle.
Ha habido expediciones en lugares donde las imágenes satelitales no mostraban montes submarinos, o solo pequeñas anomalías, y han encontrado enormes montañas submarinas que ascienden hasta unos pocos cientos de metros por debajo de la superficie desde los 6.000 metros de profundidad.
Cada vez que se realiza una medición, se encuentra algo inesperado.
– Pero usted no realiza directamente estos trabajos de levantamiento de datos, ¿cierto?
– No, no. Enviar barcos es muy costoso, y eso supera con creces el presupuesto con el que contamos. Lo que hacemos es buscar datos existentes y tratar de convencer a sus dueños para que nos los proporcionen. También pedimos que, si van a realizar otras mediciones, incluyan la batimetría y nos envíen los datos.
Muchas veces, los datos se recopilan como parte de operaciones de investigación, lo que nos facilita el acceso. Sin embargo, los datos obtenidos por oficinas hidrográficas o gobiernos pueden ser más difíciles de conseguir porque se recopilan con fines nacionales. Luego, está el mundo de los datos comerciales. Otra área en la que estamos comenzando a enfocarnos es la recopilación de datos mediante sistemas autónomos.
– ¿Dónde se encuentran los mejores y peores datos en este momento? ¿Existen grandes vacíos?
– En términos generales, el hemisferio norte está mejor cartografiado. La mayoría de los países desarrollados con costas tienen una organización de levantamiento hidrográfico. Pero muchos estados no tienen los recursos para hacerlo.
Uno de los lemas que usamos es: “No puedes proteger lo que no conoces”. Si no sabes que ciertas formaciones pueden albergar especies marinas específicas o peces, no sabes que necesitas protegerlas. Tampoco conoces qué recursos tienes disponibles.
Esta es la realidad en muchos estados costeros, especialmente aquellos con grandes territorios oceánicos. Otro problema es que los estados insulares tienen una proporción de costa respecto a su tamaño muy alta, pero pocos recursos económicos para supervisar cada kilómetro cuadrado del fondo oceánico. Así que, incluso si fueran tan ricos como los países del norte, los números simplemente no cuadrarían.
– En 2017, cuando comenzaron, solo el 6% del fondo oceánico estaba mapeado adecuadamente. Ahora están en un 25%. ¿Cómo avanza el proyecto?
– El mayor progreso se dio en los primeros años, cuando recopilamos y organizamos en una sola base de datos toda la información que estaba dispersa en distintos lugares. Ahora, el crecimiento proviene tanto de nuevos mapas como del hallazgo de datos antiguos que aún no se habían compartido.
Esperábamos que el proceso se acelerara, pero en realidad se está ralentizando. En este momento, la trayectoria no indica que vayamos a terminar en 2030; requeriremos un esfuerzo continuo más allá de esa fecha.
– ¿Cuál es el mayor desafío en todo esto?
– Además del hecho de que el océano es enorme, la dificultad fundamental es que el agua hace que la medición sea muy complicada. Por eso se dice que conocemos mejor la forma de Marte que la del fondo del océano: Marte no tiene agua. Medir formas en un vacío o incluso en el aire es mucho más fácil.
Claramente, la manera más sencilla de obtener una topografía global sería drenar los océanos, medir el fondo y volver a llenarlos, pero eso no es precisamente factible.
Sin embargo, más allá del problema físico, el desafío es la prioridad. Hay recursos limitados para las mediciones en el océano. Es un problema de asignación de recursos y de voluntad política.