Hace unos años, pegarle a los hijos, era algo muy aceptado. Aunque con el tiempo este tipo de castigo ha reducido sus defensores, aún hay muchos que creen que los golpes son necesarios para disciplinar a un niño.

Según cifras de la Unicef, en todo el mundo alrededor del 60% de los menores reciben algún tipo de castigo físico por parte de sus padres o tutores y la forma más común son los “palmazos” (o nalgadas). Pero, ¿qué efectos a largo plazo puede tener este tipo de “correctivos”?

Investigadores de la Universidad de Texas en Austin y la Universidad de Michigan analizaron datos de más de 150.000 niños durante un período de 50 años para llegar a una conclusión bastante condenatoria: los castigos físicos en la infancia pueden dejar secuelas, consigna el portal The Atlantic.

Según este reporte quienes recibieron palmazos en el trasero como castigo cuando eran niños son más propensos a tener comportamientos agresivos y antisociales, problemas de salud mental, baja internalización moral, relaciones negativas padre-hijo, dificultades cognitivas y baja autoestima; entre otras cosas. En definitiva, la gran mayoría de las personas analizadas en este sondeo se vieron afectadas negativamente por los golpes.

Elizabeth T. Gershoff, principal autora del estudio, dijo a la cadena CBS News que el 85% de los niños en etapa escolar han recibido algún tipo de castigo físico en su vida.

Mike Gieson | Free Images
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En la investigación, se encontró en un 99% de los análisis una relación entre los golpes y al menos un resultado perjudicial.

Cabe destacar que formas más duras de maltrato fueron excluidas de este análisis lo que resulta preocupante, pues si una simple nalgada puede dejar estas secuelas, los niños que han sido castigados más duramente pueden vivir consecuencias aún peores.

Respecto a quienes creen que los golpes le hicieron bien a sus hijos o a ellos mismos, Gershoff refuta en declaraciones recogidas por Chicago Tribune: “Estamos bien a pesar de que nos pegaban, pero no debido a ello. Cuando yo era niña, no había cinturones de seguridad en los autos, entonces ¿creo que estoy bien porque mis padres no me pusieron el cinturón de seguridad? No. Creo que estoy bien porque no tuvimos un accidente”.

“No hay pruebas de que las nalgadas sean beneficiosas para los niños y toda evidencia apunta al riesgo de que haga daño”, concluye el estudio liderado por Elizabeth.

Entonces, ¿qué puede hacer un padre desesperado? “La gente piensa que si no pegas, serás una persona influenciable, pero la verdad es que puedes ser un padre firme con altas expectativas para tus niños. No tienes que golpearlos para demostrar que tienes poder“, señaló la profesional. En su lugar, establece límites claros, sé coherente, y sobre todo actúa como un modelo a seguir. El castigo corporal sólo enseñará los mismos comportamientos agresivos a tus hijos.

Lubomir Simek (CC) Flickr
Lubomir Simek (CC) Flickr

Pero la investigación de las universidades de Texas y Michigan no es la única. Un estudio de la universidad Tulane en Estados Unidos, determinó que los castigos físicos reiterados a niños de tres años frecuentemente llevan a que sean más agresivos en el futuro.

Estos resultados reforzaron las conclusiones de anteriores investigaciones que indicaban que los niños que son castigados físicamente tienen cociente intelectual más bajo y que los castigos frecuentes están ligados a la ansiedad, problemas de conducta y mayores riesgos de comportamiento criminal o violento, depresión y consumo excesivo de alcohol.

Los investigadores investigaron a 2.500 madres en distintos puntos del país norteamericano, donde el 27,9% admitió que le había pegado a sus hijos pequeños de 3 años en una o dos oportunidades y 26,5% más de dos veces.

Dos años más tarde, las madres que habían castigado a sus hijos con más frecuencia, reportaron mayores niveles de agresión, tales como gritar, pelear, destruir cosas, crueldad o agresividad hacia otros, en sus niños de cinco años.

Los resultados se confirmaron incluso en los casos en los que los investigadores tuvieron en cuenta factores potencialmente confusos como la existencia de agresividad en la familia y padres con problemas de estrés, depresión y uso de drogas o alcohol.

“Hay formas efectivas de disciplinar a los niños que no incluyen golpearlos y que realmente pueden reducir el riesgo de que sean más agresivos”, dijo la directora del estudio, Catherine Taylor de la facultad de medicina de la casa de estudios. “La buena noticia es que los padres no deben confiar en los castigos para obtener los resultados buscados”, añadió.

“Si evitan golpearlos y usan en cambio métodos efectivos, no físicos de disciplina, sus hijos tienen mayores posibilidades de ser más saludables, y de comportarse mejor”, agregó.

Opiniones profesionales

En una conversación anterior con BioBioChile, la psicóloga educacional Giulietta Vaccarezza, aseguró que los castigos físicos no son el mejor recurso para modificar una conducta y menos debería ser utilizado para enseñar un comportamiento nuevo.

La especialista agregó que un “tirón de orejas ocasional” o un “pequeño golpe en el trasero”, puede tener un efecto regulatorio inmediato. Pero aunque esto puede resultar útil para modificar un comportamiento en el mismo momento, dicho cambio nunca generará convencimiento en quien recibe el castigo e incluso podría ser motivo de distanciamiento o ira hacia sus padres.

En este sentido, que el niño se detenga en ese momento no significa que haya aprendido que lo que hizo está mal o que exista un cambio posterior en su comportamiento. La especialista explicó que comprende el motivo por los que algunos padres aplican este tipo de castigos, sin embargo, precisó que estos tienen una utilidad mínima para lograr dichos objetivos.

Andrew Taylor (CC) Flickr
Andrew Taylor (CC) Flickr

La profesional también indicó que el método de “castigo y refuerzo” es útil y menos “invasivo” cuando los padres quieren modificar el comportamiento de los niños. Éste consiste en controlar objetos y situaciones que son evaluadas por las personas como refuerzos o castigos.

Por ejemplo, si el niño no realiza una conducta o expresa comportamiento disruptivos se retirarán los “refuerzos o privilegios” que la persona recibe, como no jugar más videojuegos. O bien, deberá realizar una acción que no quiere hacer, como cortar el pasto de la casa o hacer el aseo en su dormitorio.

Respecto a lo anterior, la profesional agregó que si lo que se desea es modificar algún comportamiento que se considera desajustado, lo primero es tomar conciencia de que la persona que lo emite está en una etapa del desarrollo, lo que muchas veces justifica la aparición de este accionar.

Por ejemplo, los niños de 3 años suelen hacer lo contrario a lo que los padres señalan, por tanto, su comportamiento es adecuado a su etapa del desarrollo, lo que no aplicaría a un adulto, pero si a un adolescente.

Por otro lado, el médico Francisco Moraga, integrante de la Sociedad Chilena de Pediatría, también coincidió en que los castigos físicos no son educativos y llevan a que el niño crea que las agresiones son una manera de resolver conflictos.

El especialista enfatizó que las conductas de los niños deben corregirse de “forma consistente”. Es decir, no debe existir “contradicciones” o “auto desautorizaciones” en el discurso del adulto que está enseñando al niño. Lo anterior, porque este último perderá la confianza en su grupo familiar si ve que cambian constantemente el contenido de los mensajes que le entregan.

Por ejemplo, si un menor pide en todo momento que el padre le compre algo y éste cede ante la presión -pese a que anteriormente dijo que no- esto puede causar daños a futuro en su comportamiento. Moraga explicó que es normal que los niños insistan en hacer algo, cuando los adultos les dicen que no. Esta sería una característica propia de los seres humanos, quienes tienden a revelarse ante las negativas: “Eso es lo que nos hace grandes y nos permitió llegar a la luna”, ejemplificó.

El niño tiene “todo el derecho a reclamar por algo que quiere”, pero lo que no sabe es si lo quiere es bueno o no.