La obra, que se presenta hasta hoy en Matucana 100, es un largo collage de escenas y diálogos para hacer un esbozo político, social, histórico, poético, de un continente donde prevalece la precariedad con buenos toques de realismo mágico.

Un escenario con grandes bloques de poliestireno expandido (conocido comercialmente como “Plumavit” o “Aislapol”) junto a un numeroso elenco y una banda, que interpreta la música en vivo, dan vida a esta obra que bordea las tres horas y media de duración. Una obra hecha de citas, de fragmentos y retazos, que tratan de dar luces suficientes para entender qué es ser latinoamericano.

Así, veremos una chica -muy atrasada en su escolaridad- que tiene que hacer una tarea sobre la historia de Brasil, un monólogo surrealista y chocante de un escribano portugués -viene con los conquistadores- que relata, entre otras cosas, las violaciones a jóvenes indígenas, y la comida de cumpleaños de una niña realizada por personas que viven recolectando alimentos en un basural, son las escenas iniciales de una obra que genera una mirada parcial, de fragmentos seleccionados, para dar como resultado una región aparentemente sin mañana, dominada por las grandes potencias, la precariedad (precariedad dura, violenta) y la pérdida de ideales y utopías (tanto políticas como religiosas). Sumada a una élite cultural desconectada de las realidades de las grandes masas.

Estimulante y divertida, La Tragedia y Comedia Latinoamericanas de Felipe Hirsch (Brasil) poco a poco se va haciendo larga, repetitiva, dejando una sensación de malestar. Todo ello muy coherente con nuestro continente, lleno de potencialidades, de creatividad, de promesas… coartada por las grandes potencias (notable la escena de la Carta a un escritor latinoamericano, de Leo Maslíah), por el cinismo local (la inclusión de escena con referencia de Temer), los caudillismos, élites autoreferentes y una pobreza brutal que coarta el amor.