El actual conflicto en Siria, por implicancias actuales y posibles impactos futuros es el epicentro de la mayor crisis internacional desde Vietnam. Existen pocas dudas al respecto.

En Siria además han fallado por primera vez todos aquellos que pudieron haber influido en haberle puesto fin a una guerra completamente irregular e innecesaria. “Todos” son las potencias mayores como EEUU, los países que lideran la Comunidad Europea y Rusia.

La liga Árabe, Israel y Turquía han sido presionados a participar en la agenda de derrocar al gobierno de Basher el Assad que es de larga data, quizás proviene de un período anterior a la invasión a Irak en 2003 y que tiene un solo origen: la aspiración de la política exterior NEOCON en Estados Unidos a la supremacía global estadounidense a la cual se colgó el gobierno de Barack Obama. Algunos dicen que es una agenda de estado.

Si fuera así, es una soberana equivocación, porque la operación ya sabemos, puede terminar en una crisis de inestabilidad en la región que podría durar más de 20 años, como lo señala una fuente diplomática desde Ginebra que monitorea la situación de la región.

Esto ha colocado al multilateralismo representado por la ONU en la estacada.

¿Con qué autoridad moral el organismo podrá intervenir en el futuro en situaciones como la que se ha permitido desarrollar en Siria?

Es útil remitirse al contexto global donde ocurre esta anormal situación que es completamente inédita y aspira a convertirse en un nuevo paradigma en política internacional.

El presidente Sirio ha pronunciado recientemente un discurso políticamente abierto, analítico , presentando una propuesta de transición política hacia un nuevo sistema democrático. Explicita la defensa de Siria que es lo que le corresponde a cualquier jefe de estado de una nación atacada por una intervención extranjera de nueva generación.

La operación es integrada por una mezcla de rebeldes locales que son la minoría y el contingente mayor compuesto por terroristas y mercenarios extranjeros infiltrados desde Turquía donde se encuentra uno de los cuarteles generales de esta intervención que viola el derecho internacional y la Carta de la ONU.

El enviado especial de Naciones Unidas a Siria, Lakhdar Brahimi, rechazó abiertamente el discurso de Assad como si fuera un aliado mas de la coalición que intenta derrocar al gobierno colocando la crisis en un punto que estimula mas beligerancia y especialmente al terrorismo.

En una entrevista para la BBC el pasado miércoles, el enviado especial omite la intervención extranjera y el uso de terroristas y advierte que la crisis no se resolvería políticamente a través de conversaciones entre el gobierno y la oposición y que el resorte de solución depende de los agentes externos especialmente Rusia y Estados Unidos.

En una decisión insólita desacredita su propio rol de negociador y el papel que le corresponde a Naciones Unidas y traslada la solución de la crisis al escenario de la guerra fría que ya se creía superado.

Brahimi no reconoce que el derrocar el gobierno sirio y liquidar su estado, es el esfuerzo terrorista internacional de mayor envergadura desde el atentado a las torres gemelas en septiembre de 2011. De continuar el empeño hasta llegar al objetivo se estaría legitimando un tipo de operación armada en donde el terrorista tiene el rol protagónico. Naciones Unidas ha tenido una responsabilidad mayor en no haber denunciado a tiempo ese alto influjo de terroristas en suelo sirio proveniente de países que forman el organismo.

La naturaleza del actual escenario internacional consiste en una transición compleja. Desde el ocaso del mundo bipolar rígido, observamos la construcción de una multipolaridad con rasgos indefinidos en materia de orden mundial y sistema de equilibrios. La supremacía como doctrina prevalece encarnada en las nuevas y antiguas potencias.

El ímpetu por la supremacía tiene un ejemplo paradigmático en la invasión de Estados Unidos e Irak en 2003 con una coalición de 27 países sin la aprobación de Naciones Unidas. Las coordenadas de la globalización estimulan conductas expansivas a través de la concentración del poder económico y bélico y en Irak 2003 quedó demostrado: Los 27 países de la coalición invasora experimentaron en algún grado el rol de potencia.

La coalición de países empeñada en derrocar al gobierno sirio, encarna ese nuevo tipo de legitimación de experimentar un rol de potencia y ejercer supremacía para aplastar otro estado. Esto es completamente antagónico a la Carta de la Naciones Unidas y es una violación al derecho internacional.

Los equilibrios de poder y la contención de la supremacía son principios que sustentan el orden mundial consagrado en la Carta de Naciones Unidas. Los esfuerzos por construir equilibrios y mecanismos de contención a naciones con aspiraciones de supremacía global y regional, se ven diluidos bajo el actual clima beligerante en varios enclaves importantes del planeta. Siria es un ejemplo claro en este sentido.

Los equilibrios y el orden mundial han de formar parte de una estrategia de desarrollo global. Si se espera que todos los conflictos se hayan resuelto antes de adoptar esa estrategia, es probable que ese orden mundial nunca llegue y se mantenga la supremacía de algunas potencias.

El multilateralismo tiene en la contingencia de Siria la prueba de fuego de su futura legitimidad.

La columna es del experto y analista internacional Juan Francisco Coloane.