Nadie dijo que era fácil ser padre. Nadie nos enseña. Siempre se habla que la mayoría de las mujeres nacen con un instinto maternal, pero ¿qué pasa en el caso de los papás? Puede que sea sólo mi caso personal, pero al parecer entre el papá y la mamá, esta última siempre figura como la bruja y él siempre como el amigo buena onda.

Generalmente en las familias con padres con un estilo permisivo la educación se basa en la falta de normas y límites. Los padres permisivos o liberales suelen dejar total libertad al niño para realizar aquello que quiera en el momento que quiera. No ejercen la autoridad que tienen como padres de manera que el niño no percibe límites ni pautas de comportamiento, y ante la ausencia de mando, el niño suele tomar el poder.

Los papás liberales suelen considerar que son tolerantes y dejan que sus hijos tomen sus propias decisiones, establezcan sus propias normas y regulen solos su propio comportamiento. Sin embargo, difícilmente un niño que no conoce normas ni pautas puede tomar adecuadamente sus propias decisiones. Los padres suelen ceder ante las continuas exigencias y demandas del hijo, logrando al final, que el clima del hogar sea insoportable.

Cuando los padres permisivos imponen castigos para lograr controlar el comportamiento del niño, estos castigos suelen ser excesivamente flexibles y el niño pocas veces llega a cumplirlos. Y cuando tratan de imponerse, el niño reacciona con hostilidad e incluso con agresividad, ante el poder que se le está quitando. Desgraciadamente, los padres acaban renunciando a su labor educativa, suelen manifestar que no les gusta el comportamiento de su hijo al que acaban catalogando como “malo y tirano”.

Estas consecuencias vienen derivadas de que, al contrario de lo que se piensa, la permisividad favorece la manifestación de agresividad en nuestros hijos y muy a menudo supone que éstos tengan dificultades para regular por sí mismos su comportamiento, lo que puede agravarse en la adolescencia.

La falta de normas en el hogar suele llevar, más que al desarrollo de la autonomía y a la madurez, a relaciones de indiferencia hacia los padres y a un bajo desarrollo moral lo que puede llevar a relaciones verdaderamente conflictivas en la adolescencia.

El resultado de este tipo de educación puede ser difícil de predecir. Ante la falta de normas y límites en el hogar, el niño se desarrolla desorientado, expuesto a que la experiencia que viva fuera de su hogar a través de amigos, profesores, familiares y medios de comunicación determinen sus principios y valores.

A continuación te damos algunos consejos para dejar de ser un papá permisivo:

Aprender a negociar. Hay que hay que hacer un esfuerzo por negociar con los hijos, a pesar de que éstos sean buenos “negociadores”.

Los adultos deben conocer sus propios límites. Si los padres no tienen límites tampoco sabrán ponerlos. No se puede pedir a un niño que utilice el teléfono móvil sólo en momentos de urgencia, si ve que los padres no tienen límite en su uso y lo mantienen permanentemente encendido.

Saber decir ‘no’. El estilo comunicativo de los padres debe estar acorde con sus palabras, es decir, el lenguaje verbal y el lenguaje no verbal no deben contradecirse.

Ser coherentes. Cuando se niega algo, se tiene que explicar por qué se ha tomado esa decisión, escuchar las argumentaciones de los hijos y actuar de la misma manera que se pide a estos que actúen.

Escuchar y mirar al niño. Cuando lloran, patalean o gritan, es posible que los niños estén intentando decir algo a los padres. Por ello, hay que aprender a escucharles y mirarles a los ojos.

Mantener las decisiones. Es importante mantener la coherencia con lo que se hace y se piensa porque de lo contrario se perderá la credibilidad ante los hijos.

Resaltar lo que se hace bien. El niño debe saber lo que hace mal, pero no se le puede “machacar” con estas actuaciones, también tiene derecho a saber que hay cosas que hace bien.

Poner límites que tengan valor. Si hay que decir al niño que no rompa un vaso, no se debe utilizar el chantaje emocional y decirle que mamá se va a poner triste si lo hace, sino que hay que decirle la verdad, que está mal romper un vaso.

Sé uniforme. No sea permisivo en un momento y estricto en otro. Asegúrate de que todos sigan las reglas, incluyéndote. Haga promesas sólo cuando está seguro de poder cumplirlas.

Por Paola Rojas Muñoz

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