Cuando se trata de criar a un niño o niña, los 5 primeros años de vida son los más importantes para determinar su futuro, por lo que los padres deberían poner especial cuidado en esa etapa.

Así lo indica la reconocida neuropsiquiatra infanto juvenil Amanda Céspedes, en entrevista con la revista chilena Sonríe Mamá y Familia, quien recalca que “el niño trae desde antes de nacer un potencial cognitivo, emocional, social y espiritual espléndidos, los que deberá enriquecer al máximo durante su vida. En los primeros 5 años ese potencial se despliega y se dispone a ampliarse desde la experiencia”.

“Ello significa que las redes neuronales prenatales se expanden, se amplían desde las vivencias cotidianas que sus padres y cuidadores le proporcionarán al niño (…) Las primeras redes, enriquecidas o desmanteladas en esta etapa, van a ser la plataforma sobre la cual se levantará el gran edificio o la precaria “casita” —dependiendo del contexto de crianza— en lo intelectual, emocional, social y espiritual”, añade.

En ese sentido, la especialista tiene un consejo clave para los padres: “Tomando como base lo que sabemos respecto al desarrollo cerebral, podemos afirmar que es muy importante el acompañamiento amoroso, respetuoso y sensible a las necesidades de esa etapa. Los párvulos son extraordinariamente frágiles, y lo más dañino para su desarrollo es la violencia que muchos padres y cuidadores ejercen cotidianamente, sin percibir que están siendo violentos: el grito, el zamarreo, los castigos, hablarles con dureza, con expresión amenazante, el golpe y la negligencia (hacerse los sordos o ignorar al niño)“, expresó en Sonríe Mamá y Familia.

Céspedes también indica que es vital entender que intentar escolarizar muy temprano a un niño puede traer perjuicios para su desarrollo, al igual que entregarles smartphones y tablets.

Muchas personas piensan que una educación parvularia que prepare para tener éxito en el colegio, debe escolarizar prematuramente a un párvulo. Vale decir, enseñar a leer o matemáticas. Pensar así no solo es erróneo, sino que se corre el riesgo de dañar irremisiblemente el cerebro y la mente del niño menor de 5 años“, remarca.

En ese sentido, acota que “esa mente es prodigiosa, pero crece y se enriquece con estímulos que son privativos de esa edad, no con cuadernos y textos. Exigir cuadernos, textos y horas programadas de clases en la educación parvularia es un ultraje al niño. La experiencia directa es la única fuente válida de estímulos para un niño pequeño. Y en ese sentido decimos NO a las pantallas (celular, tablet) antes de los 5 años de edad. Y la televisión debe ser muy limitada en tiempo de exposición y en términos de programas”.

Pixabay (cc0)
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Asimismo, recomienda “preguntarse ¿qué es lo que debo entregar al niño en esta etapa de su desarrollo? Para responder esto se necesitan conocimientos y habilidades”.

“Sería muy extenso de detallar, por lo que solo pondré un ejemplo: queremos que nuestros hijos sean exitosos en el colegio, que saquen nota 7 en lenguaje y en inglés, pero cuando son párvulos no ponemos cuidado en cómo hablamos en casa; se dicen palabrotas (“garabatos”) delante del niño; la mamá no suelta en todo el día el celular y suele exclamar ‘¡Bacán! No me digai… no puh, cachai que no era esa la custión’, sin pensar que está en sus manos el que su pequeño o pequeña enriquezca la espléndida matriz verbal que comenzó a formar desde que llegó al mundo”, relata.

Después de los primeros 5 años y hasta los 10, “siguen ampliándose e incorporando nuevas redes. Por ejemplo, la imaginación —que estuvo al servicio del juego antes de los 5 años— ahora se amplía a la fecunda imaginación que acompaña a las lecturas por placer y al buen cine. Todo el cerebro trabaja, pero el hemisferio izquierdo experimenta una enorme expansión, muy especialmente gracias a las lecturas y a la cultura que el niño va adquiriendo”, sostiene la neuropsiquiatra en Sonríe Mamá y Familia.

“En esta etapa ocurre un fenómeno extraordinario: se van integrando habilidades y conocimientos que dan origen a nuevas habilidades y nuevos conocimientos. En el fondo son enormes redes que se expanden por toda la corteza cerebral. Esto ocurre por la sinergia entre un cerebro ávido de aprender y las experiencias que encuentra en el mundo circundante”, agrega.