Se acabaron las especulaciones y Marco Antonio Ávila fue confirmado en la titularidad del Ministerio de Educación. Al Gabinete Presidencial llegó otro profesor: el Ministro del Deporte, que es docente de Educación Física además de destacado futbolista profesional. Y si seguimos la jerga futbolera, sin duda que a partir de ahora se inicia un segundo tiempo en Educación.

Una segunda etapa más que necesaria, porque el «primer tiempo» fue modesto. Si lo viéramos como en una cancha, al equipo de Educación se lo vio débil, lento y solo con buenas declaraciones en la conferencia de prensa previa al partido, pero con muy pocas jugadas cuando había que hacerlas.

El capitán del equipo, el Ministro Ávila, intentó hacer importantes cambios pero se encontró rápidamente con el Consejo Nacional de Educación y con el Congreso, lo que impidió llevar a cabo estas transformaciones. La confirmación en el cargo debe ser necesariamente un segundo tiempo, al que llega además con una renovación de equipo, con las designaciones de una nueva Subsecretaria de Educación y un nuevo Subsecretario de Educación Superior.

En el entretiempo que fue este fin de semana post-cambio de gabinete, uno puede resumir el análisis realizado desde hace varios meses: falta concretar jugadas, hacer los pases necesarios, funcionar como equipo y, sobre todo, tener hambre de gol y anotarse unas cuantas cifras en el marcador, que no se vieron en el primer tiempo.

Sobre concretar jugadas, podemos extendernos ampliamente pero únicamente diremos lo esencial: la actual gestión del Mineduc tiene buena mirada, un diagnóstico interesante, positivas declaraciones, pero poco de eso se materializa en acciones, planes o medidas concretas que puedan valorar las comunidades educativas del país.

En el trabajo en equipo también se ven fallas, porque el Mineduc establece como prioridad la reinserción educativa y lamentablemente los Servicios Locales de Educación Pública, que dependen de la Dirección de Educación Pública del propio Ministerio, juegan en contra, cometiendo errores graves como la entrada a clases tardía en Atacama por retrasos en la infraestructura.

Y, finalmente, lo que resume todo: una rampante ausencia de hambre de gol en un Ministerio que salió hace un año de una gestión desastrosa, que se peleó con todas las comunidades educativas de Chile y que dejó la vara bajísima, al punto de ser una oportunidad inmejorable para brillar. Oportunidad que puede materializarse en este segundo tiempo del partido.

Por eso, no queda más que volver a la recomendación original: Ministro Ávila, aproveche esta segunda oportunidad y salga con todo a jugar, logre un reimpulso a su gestión y anote varios goles que hagan memorable su paso por el Mineduc. Hay que salir con todo a la cancha a ganar el partido contra la deserción y la crisis escolar.

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