La última edición de ChileDice “Una radiografía de la sociedad chilena de cara a un nuevo proceso constitucional”, encuesta realizada entre la Universidad Alberto Hurtado y Criteria, da cuenta de dos procesos sociales que se superponen en nuestra sociedad: la polarización y la resistencia al cambio cultural. Si la polarización (de la mano de la desigualdad) es ampliamente reconocida como una situación que se viene gestando desde hace décadas; la resistencia al cambio cultural se hace más evidente y visible a partir de los resultados del plebiscito por la nueva Constitución (62% Rechazo; 38% Apruebo).

Una buena expresión de la polarización social puede apreciarse en que, mientras para quienes votaron Rechazo fue determinante en su opción de voto la plurinacionalidad (40%), la seguridad (32%), el derecho a la propiedad (30%) y la vivienda (23%), para quienes votaron Apruebo fueron definitorios en su opción del voto, la educación (44%), los derechos de agua (38%), la salud (47%) y los derechos ambientales (29%), entre otros. Es decir, mientras los primeros optan de manera mayoritaria por reafirmar y mantener los principios hegemónicos del mercado, la propiedad privada, el orden y la homogeneidad de la nación; en el segundo grupo, minoritario, es el Estado como garante de los derechos sociales el que prevalece.

A pesar de esta polarización y desencuentro en los principios centrales que se votan en el plebiscito por la nueva Constitución, existen sin embargo algunas coincidencias, como por ejemplo que muchos de los temas más sensibles en términos del cambio cultural parecen no haber marcado preferencias relevantes entre Rechazo y Apruebo. No parecen haber inclinado la balanza para uno u otro lado. Esto temas son: aborto y los derechos reproductivos (13% y 14%); derechos a los cuidados (9% y 13%), religión y culto (7% y 1%); paridad en los cargos públicos (4% y 4%). Coincidencia que, por cierto, deja abierta una gran interrogante sobre las ambivalencias culturales de la opción Apruebo y las dificultades de los movimientos sociales, así como de los constituyentes para leer los tiempos largos que todo cambio cultural exige.

Dichas ambivalencias y resistencias al cambio cultural quedan también expresadas en las respuestas por los temas que la nueva Constitución debiera abordar. Aun cuando un tercio de los encuestados se muestra indeciso (no responde afirmativa ni negativamente), las preferencias dejan en evidencia una tendencia conservadora entre los 1.012 encuestados. El reconocimiento de los pueblos indígenas en forma de un estado multicultural (vs. plurinacional), es decir, una sola nación con varias culturas (48%); que Chile sea un Estado Social de Derecho, donde el Estado garantice los derechos de las personas y pueda proveerlos con los privados (45%); que la distribución de los cargos públicos no considere género (40%); que el Congreso tenga una sola Cámara (38%); que Chile sea un Estado unitario (38%) por sobre un Estado regional.

La encuesta Chiledice confirma lo que otros estudios también señalan: que la amplia victoria del Rechazo a la nueva Constitución estaría expresando una evidencia del temor al cambio social y cultural. Que, a pesar de la desmesura del abuso de un sistema neoliberal vigente desde hace casi medio siglo, los individuos habrían “aprendido” a convivir e introyectar los principios más queridos del sistema, como es el “hágalo y páguelo usted mismo”, la desigualdad como aspectos “naturales” de la vida social y la desconfianza a la otredad.

Principios que no solo moldean las prácticas de la vida cotidiana, sino también las identidades de cada uno. Son los principios de identificación con las reglas del juego del sistema neoliberal, y también de distinción de todo aquello que se teme: el miedo a la pobreza, el miedo al descenso, el miedo al mestizaje, el miedo al bárbaro, el miedo al desorden, el miedo a la libertad de las mujeres, y al indio… Muchos son los temores que parecen haberse introyectado en estas identidades heredadas y aprendidas en las largas jornadas de escuela, de trabajo, de micros, de caminatas, de consumo y embrutecimiento neoliberal.

Lo que no deja de sorprender es que, a pesar de esos miedos, según esta encuesta existe un amplio acuerdo en la necesidad de tener una nueva Constitución. Pero mientras un 60% de quienes votaron Rechazo están por reformar la Constitución vigente, esto es la del 80 escrita en dictadura; un 74% de quienes votaron Apruebo quiere iniciar un nuevo proceso. En este, sin embargo, las preferencias se inclinan mayoritariamente por una Convención Mixta (47%), seguida por una Comisión de Expertos (43%). Asimismo, un 67% de los encuestados piensa que las universidades y centros de pensamiento crítico son las instituciones más idóneas para liderar el nuevo proceso constituyente, seguido por el Congreso con un 58%.

Nuevamente se remite al antiguo orden. Reafirmando su resistencia al cambio y transformación social, entre quienes votaron Rechazo solo un 21% apoya la paridad en este proceso, solo 23% las listas de independientes y apenas 9% los escaños reservados. Entre quienes votaron Apruebo un 66% apoya que la nueva Constitución sea escrita desde la paridad, 53% las listas de independientes y 43% escaños reservados. El desafío es transformar este minoritario 38% del Apruebo en la energía social que permita, algún día, correr el tupido velo del miedo para ampliar el campo de lo posible.

Francisca Márquez, académica U. Alberto Hurtado.

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