Cuando acaba la estación invernal es frecuente pensar en las personas mayores que comienzan escuchar la frase de ¡pasó agosto!, que si bien suena anecdótico es una realidad que puede afectar la tranquilidad del adulto mayor. Esta preocupación se gesta porque este grupo etario en su mayoría está en condiciones de fragilidad.

Las personas mayores, quienes ya alcanzan el 18% de nuestra población, son un grupo etario que ha aumentado su esperanza de vida cercana ya los 80 años (la denominada cuarta edad), sin embargo, no se puede asegurar la calidad de esta. Sin duda, uno de los factores decisivos que influye es la práctica de actividad física con regularidad.

En lo que se refiere a lo anterior, es importante recordar que el cuerpo sufre cambios propios del envejecimiento como la pérdida de masa muscular y ósea (sarcopenia y osteopenia) que requieren de un abordaje de profesionales especialistas capaces de implementar actividades para trabajar a nivel de entrenamiento físico, respetando los cambios propios de la edad y la funcionalidad necesaria para la autovalencia, aportando de esta manera a la posibilidad de realizar actividades de la vida diaria necesarias para la autonomía y la salud mental. El profesional del área será quien guie una pauta de ejercicios, considerando los principios del entrenamiento y restricciones para el mismo, procurando la seguridad, así como el planteamiento de un objetivo alcanzable.

Por lo general, las ofertas de talleres de carácter deportivo-recreativo para personas mayores son muchas veces de índole recreativa y social como el baile entretenido o la hidrogimnasia, pretendiendo con esto generar un bajo impacto y aumentando la posibilidad de socialización, que resulta ser una dimensión disminuida en esta etapa de la vida (se pueden presentar altos índices de soledad y depresión).

En la actualidad también se debe considerar con mayor fuerza la implementación de programas de actividad física dirigidos a la prevención de caídas, favoreciendo el nivel de independencia mediante la realización de actividades físico-motoras recomendadas correctamente e impactando en la disminución de accidentes.

Es por ello que resulta fundamental que el área del entrenamiento físico se haga cargo de este grupo etario sin temor, porque las personas mayores de hoy están dispuestas a someterse a entrenamientos para mejorar capacidades y habilidades físicas disminuidas. Para implementar y participar de sesiones de “entrenamiento” no puede ser un impedimento padecer de enfermedades no trasmisibles (ENT), ya que se ha demostrado el efecto positivo que se genera a quienes se atreven a entrenar.

Inicialmente, es necesario para cualquier profesional conocer la ficha médica (patologías y contraindicaciones) y así establecer un objetivo realista, o dicho de otra forma, a prescribir el ejercicio correctamente.

En el caso de problemas de equilibrio se sugiere trabajar con apoyo estático como sillas e ir avanzando a ejercicios dinámicos, realizar trabajos de fuerza del tren inferior también resulta clave para evitar el temido trastorno de la marcha y la baja velocidad de desplazamiento que por ejemplo dificulta el cruce de un semáforo o el ponerse de pie desde una cama.

En cuanto a los problemas reumáticos y diabéticos, se recomienda cuidar las articulaciones comprometidas y el calzado sin olvidar observar los estados de glicemia. Del mismo modo, en los casos de hipertensos se sugiere evitar actividades que sobre exijan el trabajo cardiaco y las evaluaciones de máximo esfuerzo, en estos casos, deber realizarse de manera indirecta resguardando que el número de repeticiones y series de ejercicio se vaya incrementando paulatinamente.

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