En su reciente discurso el presidente Sebastián Piñera propone garantizar un sueldo mínimo de 350 mil pesos para los trabajadores de tiempo completo.

En términos reales esta alza implicaría 50 mil pesos extra para un hogar donde uno de los miembros trabaje a tiempo completo remuneradamente. Si bien este aumento permitiría que muchas familias puedan sortear los elevados costos de la vida, este aumento desconoce, lo que a nuestro juicio, es un problema central: el costo de la vida lo sostienen los hogares chilenos a través del endeudamiento.

Chile tiene condiciones económicas particulares que son necesarias de considerar en el escenario actual y nos otorgan elementos para entender la profundidad del estallido social.

Primero, el aumento del endeudamiento transversal de los hogares durante la última década. Si bien, los documentos oficiales del Banco Central (2018) hacen énfasis en que la proporción de familias endeudadas disminuyó, llegando al 66% en 2017, la carga mensual que enfrentan los hogares endeudados aumentó.

En términos generales, la mitad de los hogares destinó aproximadamente 1 de cada 5 pesos mensuales o más al pago de deudas en 2007, cifra que cambió a 1 de cada 4 pesos en 2017. Lo que implica un aumento de un 20%.

Segundo, la deuda de consumo, la más extendida en los diferentes estratos sociales (55%), como expresión de las desigualdades estructurales del país. Si consideramos sólo los créditos con la banca y el retail, la carga mensual del hogar mediano es mucho mayor para los hogares de ingresos medios y bajos que para los altos.

Si en 2007 los hogares del quintil más pobre destinaban un 19% de sus ingresos a pagar deudas de consumo, en 2017 esta cifra llegó a 27% en 2017. En cambio, los hogares del quintil más rico pasaron de pagar el 12% de su ingreso mensual a un 18%.

Tercero, el uso que se le da a los instrumentos de deuda muestra la precariedad de la vida en el país. Como muestra el Banco Central (2018) el 40% de la deuda de consumo se destinó a comprar bienes durables para el hogar, tales como camas, refrigeradores o lavadoras, así como mercadería o vestuario. Un 14% a salud o educación y un 13% para pagar otras deudas adquiridas previamente.

Contrario a lo que comúnmente se sugiere, la deuda se usa para mantener un estándar de vida mínimo, digno, y no para comprarse bienes de lujo o pagar vacaciones al extranjero.

Cuarto, la capacidad de pago que tenemos las familias chilenas sugiere que la deuda es un mecanismo para extender la capacidad de consumo que entregan los salarios bajos e inestables. Si consideramos el salario como el medio de pago por excelencia y su bajo valor, donde el 50% de los trabajadores gana $400.000 o menos (Fundación Sol, 2019), podemos entender el aumento en los niveles de morosidad.

El último informe de Deuda Morosa (EQUIFAX-USS) señala que 1 de cada 3 chilenos mayores de 18 años registra una deuda morosa, y el promedio de deuda morosa aumentó en un 12,1% el último año. Lo salarios son bajos y no parecen permitirle a las familias hacer frente a sus compromisos financieros.

En este contexto, parece plausible pensar que la condición salarial ha dejado de ser la garantía privilegiada para acceder a la deuda. El endeudamiento parece masificarse sin ir de la mano con garantías laborales.

La “economía doméstica” se sostiene sobre la deuda y eso solo es consecuencia del alto costo de la vida y de las precarias condiciones laborales. En efecto, Chile es el país donde los hogares más se endeudan en América Latina y los niveles de deuda son equivalentes a países con economías más grandes y desarrolladas como la de China e Italia.

En este contexto, el aumento del salario mínimo parece no resolver el malestar que muchas familias sienten cuando tienen que pagar sus deudas a fin de mes. Al menos para muchos ya no tiene sentido seguir endeudándose para ello. Chile finalmente despertó de la propia ilusión de sus cifras económicas.

-Lorena Pérez Roa
Académica Trabajo Social. Universidad de Chile. Investigadora del Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder.

-Matías Gómez Contreras
Estudiante de Magíster en Sociología UC, Becario COES.

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