Hemos ido construyendo un repertorio para comprender el año en el que estamos y las elecciones que vienen. Y no es solo a partir de la encuesta. Se requiere algo más para comprender un proceso como el actual, de gran importancia histórica.

Ya sabemos que la historia de la izquierda en Chile tuvo un antes y un después en estos años. Ya está institucionalizada una nueva izquierda entronizada como dominante en el sector. Y en la derecha hay actores que pretenden hacer lo propio, intentando tornar en irrelevantes a los miembros de la derecha transicional.

Ambas novedades, la nueva izquierda y la nueva derecha, son fenómenos estrictamente equivalentes, son antípodas semejantes. Comprender el escenario es clave, pues este año no es solo una elección, sino que se desencadenarán, para bien o para mal, acontecimientos de mayor cuantía. Esto es relevante, aunque desgraciadamente habitamos en la confusión. Y respecto a esta opacidad, esta falta de visión, culparemos a la bruma, al clima.

Sí. Es que hay climas. Hoy la derecha cae en la trampa que la izquierda conoció con el proceso constituyente que lideró y cuyo símbolo fue la lista del pueblo. Ante un escenario favorable, la derecha considera que los chilenos son y siempre han sido de derecha. Es como si imaginaran que los chilenos estuvieron engañados con anterioridad y que ahora han visto la luz para siempre. Es curioso, porque el mismo error ya fue cometido por sus opositores. Eso pensó la izquierda en 2021 a 2022 y fue así como se farreó su mayor oportunidad histórica del sector desde que existe Chile.

Y luego le pasó al Partido Republicano, que se imaginó que la debacle de la izquierda era una revelación, tal y como Moisés recibió las tablas de la ley. Y entonces los Republicanos decidieron que no podían pasar a la historia habiendo cedido y decidieron jugársela con su proyecto constitucional, de manera que nadie pudiera decir que habían sido blandos o cobardes. La suma de arrebatos no terminó bien. La derecha perdió cuando todas sus variables indicaban que su potencial de voto como sector era mayor al 60%. Y logró perder.

Pero claro, no estamos en épocas de aprendizajes. Así es que están todos empeñados en tropezar de nuevo con la misma piedra. Y tal como el Frente Amplio imaginó que la gente de centro se iría a la izquierda si vaciaban de partidos el centro; hoy la confluencia de extrema derecha piensa que si logra vaciar de líderes y partidos el centro, entonces esas personas se irían a la derecha. Y todas estas locuras son simples delirios de quienes asumen el triunfo como inevitable, con el grave detalle que nadie sabe a qué nos referimos cuando decimos que alguien ‘gane’, ya que ante la ausencia de proyectos, solo ganan las personas.

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Y sigue así la discusión. Los chilenos, ¿qué son?

Más vale que veamos los datos y repitamos con calma tres verdades.

    a) Los chilenos no son de derecha.
    b) Los chilenos no son de izquierda.
    c) Los chilenos no son de centro.

Esta es una verdad absoluta. De hecho, lo es en casi todas las sociedades. Las personas apoyan proyectos realistas, viables, eficaces y moralmente aceptables. Nunca logran todo. Y ahí empieza la economía decisional a partir de la moral o la emoción. Y en algunos casos, la decisión pasa por consideraciones políticas, pero es extraño. Cada movimiento que aleja de estos rasgos esenciales siempre implica una reducción del peso electoral del sector que ha cometido el error.

Los chilenos estuvieron más a la izquierda entre junio de 2011 y marzo de 2022. Luego han estado estructuralmente más a la derecha hasta ahora. Es así. Y ello correlaciona con otros hechos.

Por ejemplo, después del estallido los carabineros no podían irse a su casa con su uniforme, era molesto o riesgoso para ellos caminar por las calles con su uniforme. Desde que la izquierda perdió su oportunidad y la rabia se depositó sobre ella (por darle una fecha, en septiembre de 2022), los carabineros pasaron de apestosos a santos, toda la desconfianza y las malas palabras migraron a logios y reconocimiento. Este es solo un ejemplo que muestra que los chilenos tienen convicciones estables, pero reaccionan ante la pertinencia o impertinencia de la acción política y ello supone movimientos en su conducta e interpretación.

En mayo de 2021 los chilenos consideraban en un 85% que la riqueza provenía del abuso, pero hoy piensan en un 62% que proviene del mérito, esto es, su contrario. Pensará usted que es posible que ese dato se mueva intempestivamente. Pero no es así. Le garantizo que no. Los datos no se mueven así ni lo ha hecho este dato que, de hecho, mido desde 2004. Es como si usted en un año pasara de un colesterol de 170 a uno de 300. Cuando se producen esos movimientos hay que buscar explicaciones. Y en este caso la situación fue muy clara e intensa. El cambio fue intempestivo.

Los chilenos buscaron más igualdad desde 2011 y luego dejaron de buscarla (solo quedó la izquierda en la valoración de la igualdad). ¿Por qué? Cambiaron prioridades. Y fue por la crisis de seguridad, por el bajo crecimiento y porque la izquierda demostró que no sabía producir igualdad de manera viable (lo que confirmaba sus propios privilegios no igualitarios).

El mundo político no entiende de estas cosas porque vive en un espacio ideologizado. Imaginan que la gente vota por partidos, imaginan que una foto con Pepita y otra con Pepito cambian la historia, imaginan que atacar a otro candidato puede destruirlo, en definitiva, se imaginan que toda la población es como ellos. Se extrañan en pensar que un porcentaje no menor de los electores puede votar por Matthei o por Jara. No lo ven posible. Pero un porcentaje que puede definir la elección se mueve en esa disyuntiva.

El mundo político entiende tan poco que ni se ha enterado que los chilenos, en su mayoría, son neoconservadores, es decir, que creen en el mercado y en un Estado fuerte a la vez. Un Estado que proteja y dé seguridad, un estado que apoye a los que reciben injusticias y que castigue a quienes incumplen las normas.

Normalmente la izquierda ofrece derechos sociales, pero le falta sentido de autoridad. Y la derecha suele ofrecer orden y autoridad, pero suele denostar las políticas sociales y nunca se entiende si quiere reducir el tamaño de los funcionarios del Estado o el Estado propiamente tal. Los chilenos pueden aceptar lo primero, pero nunca lo segundo.

A los chilenos hoy le molestan más los problemas en el mercado que en el trabajo, ya que la base de integración de nuestra sociedad es el consumo. Es cierto que la seguridad les importa mucho y que hoy la combinación entre seguridad, control migratorio y crecimiento económico inspira al 45% de los electores para votar por su candidato. Pero 45% no es 50%+1. Y para llegar ahí habrá que recorrer las grandes avenidas de las propuestas de educación y otras prioridades que no son propiamente securitarias.

La política es complicada. Y dada la época, la dimensión política seguirá estando en una complejidad particular.

Pero las elecciones son más geometrizables. Nuestras investigaciones permiten comprender que el voto es predecible a la hora de vislumbrar una ecuación en la que se cruzan dos dimensiones, que son diferentes pero muy poderosas para entender el momento político:

    a) Aporte al país del candidato percibido (nota 1–7): mide la confianza en la capacidad de gobernar para el bien del país.
    b) Peligrosidad (nota 1–10): mide el riesgo o amenaza (puntaje 10 amenaza alta) que el candidato encarna.

La combinación de ambas define cuatro cuadrantes:

    1. Alta nota / Baja peligrosidad → Perfil confiable (atractivo electoral amplio).
    2. Alta nota / Alta peligrosidad → Liderazgo polarizante (admiran y temen).
    3. Baja nota / Baja peligrosidad → Liderazgo irrelevante (no amenaza ni entusiasma).
    4. Baja nota / Alta peligrosidad → Perfil de rechazo consolidado.

Entre los candidatos competitivos Matthei obtiene la mejor nota (3,9) y Kast y Jara empatan (3,6). Si vemos la tabla siguiente veremos que las notas más bajas (las notas ‘rojas’ en código escolar) suelen acaparar más del 50% de los electores para cada candidato. Entre los candidatos competitivos, solo Matthei tiene menos notas rojas.

Tabla 1: Calificación 1 a 7 como aporte al país (candidatos)

Columna Mayol: Calificación de 1 a 7 a los candidatos como aporte al país

Pero el problema para Matthei está en la nota más alta, la que da más eficacia. Y es que ahí ha reducido sus notas 7 en los últimos meses. Proporcionalmente tiene menos cantidad de personas que le dan la nota más alta, que es la que otorga un voto seguro.

Como se aprecia, Jara tiene un 19% de sus electores que le dan nota 7. A Kast ese porcentaje es del 14%. Y en Matthei ese porcentaje es 8,7%. Es decir, aunque Matthei tiene la mejor nota promedio, el mejor predictor de éxito electoral es siempre tener una base fuerte de personas que te dan un voto seguro, que te otorgan un siete y que te defenderán.

Los votantes de Matthei son amplios, pero sin un centro claro. El haberse quedado sin núcleo le impide contar con un centro de gravedad sólido desde el cual salir a atacar sectores específicos. Es probable que el doble desafío de la disputa inicial con Kaiser y luego con Kast le obligaron a moverse en distintas direcciones y ello le impidió solidificar una posición. Jara y Kast, en cambio, son opuestos simétricos y Kaiser es evidentemente alguien que captura votos dentro de una zona de influencia que es de Kast.

Gráfico: distribución de bolsones de votos de los cuatro candidatos principales

distribución de bolsones de votos de los cuatro candidatos principales: Jara, Matthei, Kast, Kaiser

Como sabemos el otro factor clave es el miedo o sensación de amenaza que portan los candidatos. Como se observa en la siguiente tabla, el mayor temor queda en Kaiser y le sigue Jara. A poca distancia de Jara está Kast. Y la única candidatura que tiene un buen puntaje en este ítem es Matthei.

Tabla: Nivel de amenaza que implica cada candidato (puntaje más bajo es mejor)

Nivel de amenaza que implica cada candidato (puntaje más bajo es mejor)

Podemos imaginar que consideramos el aporte y el riesgo. El primero suma y el otro resta. El siguiente gráfico nos da a entender la posición de privilegio de Matthei, lo que es cierto, pero como hemos remarcado su capacidad de contar con más notas muy altas ha mermado y eso reduce su capacidad de tracción. Jara y Kast disputan de manera opuesta. Jara es más peligrosa para los hombres y Kast lo es para las mujeres.

Gráfico: Aporte al país y peligrosidad

Aporte al país y peligrosidad de los candidatos: Jara, Kast, Matthei y Kaiser

Esta ecuación (aporte versus amenaza) demuestra ser muy útil, pero no es lo único que define el voto. Como veremos más abajo, hay dos grandes climas psicopolíticos en los votantes: uno es un clima (en un grupo de electores) de defensa de las bases institucionales de Chile, y el otro es un clima disruptivo (personas que están dispuestas a sacrificar bases institucionales con miras a resolver problemas).

La sintonía con estos dos climas es importante, pues la conversación actual se da con mayor participación de ciudadanos en el clima disruptivo. Ante esto, candidaturas como Kast, Kaiser y Jara son más viables que Matthei. Lo notable es que los atributos personales (en tanto atributos políticos) favorecen a Matthei y sin embargo no le están sirviendo para ganar. Y es que su posición está en el mundo impugnado. Por decirlo en código estallido: Matthei es la representante de los treinta años. Y ello la deja en una situación problemática. El gráfico es claro, la posición de Matthei es buena y la de Kast y Jara es semejante. Sin embargo, como decíamos, no hemos considerado el clima todavía.

¿Y cuál es el clima?

Hay una transformación extraordinaria en curso. El clásico esquema de “tres tercios” (izquierda, centro, derecha) se ha duplicado. Cada tercio se fractura en dos versiones: los Institucionalistas (herederos de la transición) y los Disruptivos (antiélites, críticos de la transición). Hoy, 69% de los electores están en la parte disruptiva, y solo 31% en la institucional.

Este cambio implica que la elección se define en un terreno inestable y fluido. El núcleo central del voto en disputa está en los concertacionistas disruptivos, que han estado muy fluidos de conducta. Son votantes que se han movido entre Kast, Matthei y, ahora, en parte hacia Jara. Este grupo se caracteriza por volatilidad, son normalmente miembros de una clase media emergente y sienten frustración social. Se juega aquí la discusión por el fracaso de la promesa de desarrollo y éxito individual. En el camino quieren producir un orden, mejor y más justo. Es decir, no aman ser disruptivos, no la mayoría al menos, pero no pueden evitarlo si no les dejan un mensaje de optimismo creíble.

El origen y características del votante más voluble es:

    • Origen social: clases medias bajas y emergentes, trabajadores informales, jóvenes profesionales frustrados.
    • Valores: creen en el mérito, rechazan abusos, buscan orden, pero desconfían de las élites.
    • Conducta: cambian de voto según quién logre conectar orden + justicia + competencia técnica.
    • Zonas clave: comunas de movilidad frustrada (Puente Alto, Maipú, Quilpué, Rancagua, Talca, etc.).

Tres “almas” habitan dentro de este voto:

    1. Colapsista transformador: quiere refundación y castigo a élites.
    2. Institucionalista defraudado: quiere reconstrucción con justicia y orden.
    3. Restaurador del orden: quiere estabilidad, incluso saltándose reglas.

Tabla: Análisis de adecuación de los principales candidatos

Análisis de adecuación de los principales candidatos: Jara, KAst, Matthei, Kaisser

Conclusiones

Kast y Jara están en el clima que les es propicio. El resto de los candidatos tendrán que vivir y conseguir votos en un ambiente ácido. Cuando aparecen semanas muy intensas en noticias de crimen organizado, sin duda Kast verá que su clima mejora más. Kaiser tuvo preferencia en momentos apocalípticos, pero nunca logró vincularse con alguna ruta de solución y entonces ha quedado entrampado, riesgo que corre Kast también.

Matthei debe asumir que no puede entrar a jugar en ese juego, que no es adaptativa a ese clima y que debe jugar el partido en las otras dos variables: aporte al país y su baja peligrosidad. Esta ecuación, bien gestionada, puede ser de utilidad, pero necesita más notas 7 y eso requiere algo más que una declaración, requiere una estrategia de construcción. Porque se debe insistir que, viviendo en un ambiente ácido, su valoración también se verá mermada.

Lo que está claro es que bajar la peligrosidad es más decisivo para Kast y Jara, antes que subir. Esto vale tanto en primera como en segunda vuelta. Y también está claro que las tres almas del votante voluble (colapsista transformador, institucionalista defraudado y restaurador del orden) cambian de posición rápidamente si aparece un liderazgo capaz de articular justicia y estabilidad.

En general las discusiones actuales, respecto a si Jeanette Jara logra conservar la centro izquierda, son inquietudes infundadas. Eso ya ocurrió. Pero sí ocurre que esos votos hace rato están en la derecha (aunque estaban en la izquierda) y Jara debe lograr retornar parte de la enorme masa electoral que perdió la izquierda con la Convención Constitucional.

Por supuesto, este informe no incorpora detalladamente la dimensión política. Hemos dado más peso a lo electoral.

Lo que está claro es que las candidaturas que requerirán más estrategia política que meramente electoral serán las de Jara y Matthei. De hecho, Jara está apostando por hacer crecer a Kast, porque le conviene en el corto plazo desde el punto de vista electoral, pero en realidad es un error político. Ella necesita instalar el debate en un marco que interpela a los votantes de centro, y para eso el choque que más le conviene es con Matthei. Si asume que quiere una segunda vuelta con Kast, al fortalecerlo le permite instalar un clima más favorable para él que para ella.