La natalidad en Chile está en su punto más bajo. Y, por primera vez, tenemos registro de que hay más niños y niñas ingresando a programas de protección que niños y niñas naciendo.
El 2024 nacieron en promedio 371 bebés al día. El mismo año, 429 niños y niñas fueron derivados diariamente por tribunales al Servicio de Protección, tras haber sufrido vulneraciones de sus derechos.
Estamos ante un fenómeno complejo. En menos de 4 años, ha aumentado más de un 100% el número de niños, niñas y adolescentes que ingresan al sistema de protección.
Con este escenario en vista y en el marco del Día contra el Maltrato Infantil, cabe preguntarse si nos hemos ido convirtiendo en un país que normaliza e invisibiliza el maltrato hacia niños, niñas y adolescentes.
Bebés en residencias: un drama silencioso
Particularmente alarmante es, sin duda, lo que sucede con los bebés. Hemos visto un aumento del 72% de niños de menos de 2 años que han ingresado, por orden de tribunales, a residencias. Pasamos de 233 el 31 de octubre de 2021, a 401 el 31 de marzo de 2025.
No estamos hablando solo de cifras frías. Cada número representa una historia. Y cada historia, nos duele. Proteger, reparar y acompañar a cada uno es una tarea urgente, colectiva e irrenunciable. Y esta tarea nos debe convocar como sociedad.
Cada caso de negligencia, abandono, abuso o violencia nos debe impactar e indignar.
En el Servicio de Protección hemos sido testigos de cómo han aumentado los niveles de desprotección en nuestro país, producto de consumo de alcohol y drogas, cuadros de salud mental no tratados y, por supuesto, violencia.
¿Qué estamos haciendo al respecto? Estamos actuando con urgencia, decisión y humanidad. Pero este esfuerzo requiere de un trabajo en conjunto, como país. Ningún niño o niña debe estar solo, ni su familia, ni tampoco los trabajadores de protección especializada.
Maltrato infantil y la respuesta institucional
Por un lado, estamos trabajando en un nuevo modelo de residencias más personalizado y especializado en trauma. Por otro, estamos fortaleciendo la coordinación con otras instituciones del Estado para mejorar la capacidad de respuesta desde todos los ámbitos relacionados al bienestar de niños, niñas y adolescentes, como salud, educación o deporte.
Una de las críticas hacia el Servicio de Protección, es que no se escucha, suficientemente, a los privados que administran e implementan los proyectos. Ellos son los que ponen en marcha, en gran parte, la atención a niños, niñas y adolescentes, por lo tanto, sus preocupaciones y opiniones son clave para mejorar las intervenciones. Y lo entendemos. Por eso, hemos activado espacios de comunicación y los hemos hecho parte de los procesos.
También hemos convocado a expertos y expertas a entregar comentarios e, incluso, hemos abierto consultas públicas para que cualquier persona pueda entregar sugerencias a nuestras orientaciones técnicas. Queremos que todos los actores sean parte del proceso de transformación del Servicio.
Una tribu para proteger: el llamado a toda la sociedad
Además, estamos buscando formas para priorizar el derecho a vivir en familia que tienen niños, niñas y adolescentes.
¿Cómo lo estamos haciendo? Potenciando el programa de Familias de Acogida, porque, aunque las residencias han avanzado hacia espacios más amigables donde los equipos se esfuerzan para entregar cariño y contención, la evidencia ha demostrado que el mejor entorno para un niño o niña es el cuidado familiar.
Actualmente, hay más de 700 niños de 3 años o menos en residencias. Más de 700 pequeños y pequeñas que deberían estar al cuidado temporal de una familia de acogida, con cariño y atención personalizada. Para lograrlo, necesitamos más personas que quieran ser parte de este programa.
Los trabajadores del sistema de protección continuaremos trabajando con convicción para hacerle frente a estos aumentos de ingresos desde los tribunales de familia a protección especializada, pero no es del todo suficiente.
Dicen que se necesita una tribu para criar a un niño o niña. Y hoy, más que nunca, esa tribu somos todos.