Cuando hablamos de concretar proyectos personales, el resultado casi siempre se basa en la capacidad de disciplina, metodología e insistencia en la consecución de un objetivo que tiene una lógica y sentido para el ejecutor, porque genera bienestar, sea social, económico o emocional.
Cuando hablamos de proyectos o políticas públicas, especialmente en educación, la insistencia y la disciplina deben ir acompañadas de un análisis exhaustivo y adecuado de todas las aristas y realidades que componen el constructo societal y educacional.
Una propuesta de cambio que genera menoscabo y exclusión de una parte importante de los antes legítimamente beneficiados, muestra un afán para cumplir con una promesa de campaña sin considerar los efectos que a futuro deba resolver quien asuma la administración del país.
El proyecto FES adolece de graves problemas
Los problemas de este proyecto han sido destacados por diversos actores, con distinta intensidad y en distintos tonos.
El primero, y particularmente grave en la educación técnico profesional, es la exclusión de los estudiantes de programas no presenciales. Los estudiantes de estas modalidades son en su mayoría adultos trabajadores, que viven en lugares remotos, muchos de ellos sin oferta educacional, o que tienen problemas de horarios o desplazamiento que les impiden formarse para progresar o mantenerse vigentes. Hablamos de más de 160 mil estudiantes, de los cuales 125 mil cursan carreras en el subsistema técnico profesional, y que hoy constituyen un 23% de la matrícula total.
Si extrapolamos el porcentaje de estudiantes con CAE del sistema, algo más del 20% de ellos hoy recibe CAE (unos 30 mil estudiantes), pero el FES no considera financiamiento para ellos.
Las razones esgrimidas para discriminarlos son varias y variables, según el tenor de la discusión. Que el crecimiento es explosivo, que los costos de impartición son más bajos, que no se han fijado aranceles especiales (como si no estuviéramos fijando aranceles hace un lustro), que la calidad no es la misma y hasta que no existe aseguramiento de la calidad, cosa que resulta curiosa cuando existe una ley de aseguramiento de la calidad en la Educación Superior, un Sistema de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (SINACES y un organismo, la CNA, que está mandatado a evaluarla en instituciones con carreras en todas las modalidades).
Así, quien quiera estudiar en la educación superior en Putre o Riñinahue con ayuda estatal no tendrá la opción de hacerlo sin dejar su domicilio, familia o trabajo, asumiendo los costos que esto significa. Considerando la geografía de nuestro país, este es un lujo que no podemos darnos.
Por otro lado, la eliminación del copago también es una medida controversial. Permitir el copago ayudaría a aliviar la carga fiscal del Estado, permitiendo distribuir mejor los recursos públicos y garantizar la sostenibilidad del sistema educativo en el tiempo.
El copago permite que estudiantes de familias con cierta capacidad de pago aporten a su educación, lo que se traduce en una mayor focalización del gasto público, un mayor sentido de responsabilidad con los estudios pero, lo más relevante, mayor diversidad de opciones para los estudiantes. Las instituciones pueden generar diferencias en infraestructura, innovación y metodologías de enseñanza y las familias pueden seleccionar la alternativa que mejor se adapte a sus expectativas y necesidades.
Para llevar esto a un ejemplo simple y concreto, un estudiante (y su familia) puede estar dispuesto a pagar una diferencia por asistir a una institución más cercana a su domicilio, con mejor infraestructura, con un proyecto educativo más acorde con su formación valórica, entre otros. Hoy, el CAE permite cubrir esas diferencias arancelarias con un aporte personal.
El Ministerio de Educación ha señalado que, como el título de la película, “Alguien tiene que ceder”, pero al parecer no son ellos, ya que frente a las muchas críticas que se han planteado, no se han movido un milímetro de sus planteamientos iniciales. El proyecto FES sigue su curso, inmune a cualquier propuesta de modificación, las que son escuchadas como quien oye llover.
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