Como dijo el asesinado juez italiano Giovanni Falcone: “La mafia no es invencible; es un fenómeno humano y, como todos los fenómenos humanos, tiene un principio, una evolución y tendrá un fin".
El Tren de Aragua no es una estructura delincuencial fácil de entender. Opera como un “complejo criminal”, combina lógicas de una organización centralizada en ciertos niveles y descentralizada en otros. Posee un sistema jerárquico en los núcleos principales, pero que opera mediante células autónomas o franquicias que hoy tienen presencia en diversos países de la región.
Esto les permite adaptarse de manera eficiente a los contextos locales, ejecutando estrategias de gobernanza criminal de territorios, mercados ilícitos o instalaciones estratégicas, semiótica criminal de poder, subcontratación y conexiones transnacionales.
“Pranatos” y “trenes”
Esta organización y su modelo particular de operación surgen como consecuencia de la crisis carcelaria de Venezuela, que fue declarada como tal el 2004 por el expresidente Chávez. Una crisis que terminó permitiendo el potenciamiento de los denominados “pranatos” al interior de las cárceles en ese país.
Los Pranatos son los liderazgos criminales que no solo dominan una cárcel, sino que también las administran ante la deficiencia, complicidad, corrupción o inoperancia del Estado. De esta forma, desde el pranato de la cárcel de Tocorón en el Estado de Aragua, surge entre el 2005 y 2007 el Tren de Aragua.
Los “Trenes”, en la práctica son estructuras criminales organizadas, que lograron establecer un sistema de gobernanza paralelo sustentado en economías ilícitas que interactúan indistinta pero coordinadamente entre las cárceles y las calles, imponiendo el terror y la violencia, generando extorsiones, potenciando el tráfico de drogas, alimentos, armas, y en algunos casos suplantando al Estado en sus funciones.
Expansión transnacional y dominio delictivo del Tren de Aragua
Entre 2015 y 2017, el Tren de Aragua se consolidó como una de las 19 megabandas criminales de Venezuela, contribuyendo a un peak de violencia y homicidios en el país.
Durante ese periodo, la organización sembraba el terror en la sociedad y desafiaba al Estado, mientras mantenía vínculos con actores políticos e institucionales que, desde las sombras, garantizaban la permisividad necesaria para facilitar su expansión.
Estas alianzas utilitarias se desarrollaban en un territorio difuso, donde la corrupción, la criminalidad y el autoritarismo cohabitaban en un frágil equilibrio de tensiones, desacuerdos y traiciones, solo mantenida por la altísima rentabilidad de los negocios ilícitos.
En este contexto, Venezuela atravesaba una crisis social prolongada y sin precedentes, que generó oleadas migratorias masivas. Miles de venezolanos abandonaron su país, principalmente por rutas terrestres, utilizando “trochas” o pasos no regulados, en busca de nuevas oportunidades y mayor seguridad. Este fenómeno migratorio se convirtió en un terreno fértil para la expansión del Tren de Aragua, que supo capitalizar estas dinámicas, consolidando su control sobre las rutas clandestinas y fortaleciendo sus actividades criminales e infiltrándose en ellas.
Migración y rutas clandestinas: terreno fértil para el crimen
Desde 2018, el Tren de Aragua comenzó a dar pasos exploratorios fuera de Venezuela, iniciando una expansión regional que fortaleció significativamente sus economías ilícitas. Esta decisión estratégica aprovechó las oportunidades generadas por dos grandes factores: la migración masiva derivada de la crisis institucional y económica venezolana —considerada por la OEA como la más significativa en la historia del hemisferio occidental—, y posteriormente la pandemia, que provocó una retracción generalizada de los Estados en la región.
El control de rutas clandestinas para el tráfico de migrantes se convirtió en motor inicial clave de su crecimiento exponencial transnacional. También a través de esas mismas rutas, el TDA amplió sus actividades delictivas, dominando el tráfico de nuevas drogas, armas y contrabando, llevando a cabo extorsiones prolongadas y perpetrando trata de personas con fines de explotación sexual en condiciones de semi-esclavitud, además de otros horrores inimaginables.
Esta combinación de factores consolidó al TDA como una de las nuevas organizaciones criminales transnacionales más complejas y peligrosas de la región.
El Niño Guerrero
En este mercado ilícito, el grupo criminal también entró en contacto con otras realidades delictivas en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile. No solo aprendió de estas dinámicas locales, sino que también identificó sus debilidades y detectó mercados criminales aún no explotados, lo que amplió significativamente su capacidad de operar y adaptarse a los distintos contextos regionales imponiendo su marca a través de una violencia irracional y desmedida.
Hoy, el Tren de Aragua opera en diferentes niveles y a través de distintas facciones que coexisten bajo la potencia de su marca. Pese a ciertos niveles de autonomía, los grupos adscritos a la organización criminal, mantienen una lógica de coordinación y liderazgo. Las “facciones” son grupos internos con liderazgos propios, que pueden dividirse en múltiples “células” y, a partir de éstas, evolucionar a otras, incluso intercambiando actores criminales.
Además, se observan fenómenos imitativos, usurpadores de marca y algunas tendencias independentistas. Lo cierto es que todo aquel que se encuentre en las ramas del árbol del Tren de Aragua debe cumplir tres mandatos: acatar y depender de las órdenes del Niño Guerrero o sus delegados reconocidos, autofinanciarse y contribuir financieramente a la causa.
Franquicias y reclutamiento
Pertenecer al colectivo criminal Tren de Aragua no asegura una convivencia pacífica entre sus diversas facciones. Las disputas internas son tan frecuentes como los conflictos con grupos delictivos externos o con los organismos de cumplimiento de ley, una dinámica compleja que se origina en las raíces carcelarias del colectivo. Estas fricciones internas suelen surgir por motivos diversos como la invasión de mercados criminales ajenos, la desobediencia a las órdenes superiores, la falta de respeto por las zonas de influencia establecidas, comportamientos de delación entre sus miembros, insultos y ofensas dirigidas a integrantes del grupo.
Respecto a las franquicias, como toda multinacional del crimen que tiene una presencia en varios países, el reclutamiento de actores criminales tiene más aceptación de lo que creemos. Criminales incipientes o estructuras básicas logran avanzar años en la cadena evolutiva criminal si toman el nombre de una organización con una marca poderosa. De esa forma colombianos, peruanos y chilenos ya son parte de este complejo criminal.
El Tren de Aragua ha llegado a un momento histórico, donde todos los países de la región lo entienden como una amenaza. Estados Unidos ha puesto precio por la cabeza de sus líderes y ha dado un paso más al señalar su intención de declararlo como una organización terrorista, algo que también podría potenciar un peligroso fraccionamiento del complejo criminal con consecuencias impredecibles.
Los Piratas en Chile
La investigación liderada por el Fiscal Barros sobre “Los Piratas” es clave, ya que esta facción representa la manifestación más pura del Tren de Aragua en Chile, lo que podríamos denominar como la “línea Tocorón”. Este grupo está compuesto por criminales que convivieron en esa prisión venezolana y que ganaron su prestigio o jerarquía dentro de ese contexto.
Los individuos directamente vinculados con esta línea exhiben un nivel superior de organización y coordinación, lo que sugiere un vínculo directo con el liderazgo de alias Niño Guerrero o con representantes autorizados por él.
Existen otras facciones que, aunque derivan indirectamente de la línea de Tocorón, se encuentran en una etapa de crecimiento y expansión como marcas criminales propias. Un ejemplo de ello es el grupo “Los Gallegos”, que opera con una coordinación directa más limitada, pero con un potencial significativo de desarrollo dentro de la estructura criminal del complejo.
Aunque no son entidades ajenas al Tren de Aragua, se trata de facciones especializadas con niveles descentralizados de mando que, sin embargo, apoyan económicamente la causa -como ellos denominan el flujo económico- del complejo criminal del Tren de Aragua.
Operando desde las cárceles
El Tren de Aragua representa un modelo emergente de criminalidad transnacional, altamente interconectado pero no necesariamente estructurado de forma rígida. Hoy en día, su presencia es generalizada en todos los países de la región, con facciones operando tanto en las calles como en las cárceles.
Como resultado de sus actividades criminales, algunos de sus miembros se encuentran recluidos en las prisiones de todo el cono sur, lo que constituye un motivo de gran preocupación. Al igual que el Primer Comando de la Capital (PCC), el Tren de Aragua está siendo un actor clave en la transformación de las dinámicas entre el crimen y las cárceles, rompiendo con los paradigmas de la criminalidad tradicional y desafiando las estructuras de control en el sistema penitenciario.
Para estas estructuras, la cárcel ha adquirido un nuevo significado: ya no es simplemente un lugar de reclusión, sino que se ha convertido en su elemento natural. Nacen en las prisiones, las transforman en centros de control y mando, y desde allí dirigen y coordinan sus actividades criminales. La prisión deja de ser su castigo y se convierte en su fortaleza, una herramienta clave en su estrategia de poder y expansión.
Las cárceles venezolanas, donde nació este complejo criminal, eran un paraíso para los “pranes” que dominaban las prisiones, y un verdadero infierno para los privados de libertad que no estaban asociados a ninguna estructura criminal. Estos últimos, ubicados en los niveles más bajos de la jerarquía delictual, enfrentaban condiciones tan extremas que, por pura lógica de supervivencia, terminaban uniéndose a la estructura dominante. Tras haber experimentado las condiciones en las que surgió el Tren de Aragua, cualquier otra prisión en Latinoamérica difícilmente podría parecer peor.
Por ello, ahora que en nuestras prisiones se encuentran peligrosos integrantes de estas estructuras y aguardamos la extradición de Larry Changa, uno de los miembros del triunvirato fundador de este complejo criminal, resultará necesario analizar cómo podría evolucionar la relación entre el Tren de Aragua y el sistema penitenciario chileno. Este último es un mosaico de realidades diversas: cuenta con infraestructura moderna en ciertos casos, pero también con instalaciones obsoletas y precarias en otros.
Además, enfrenta serios problemas de corrupción interna, situación que el TDA ya ha puesto a prueba, como lo evidenciaron el prolongado motín en el Recinto Penitenciario de Alta Seguridad (REPAS) el año pasado y el intento frustrado de fuga con explosivos durante el juicio de Los Gallegos.
En este contexto, surge una pregunta clave: ¿podría la relación del Tren de Aragua con el sistema penitenciario chileno derivar en un fortalecimiento de esta estructura criminal? Aunque la respuesta es incierta, lo que debe asegurarse con absoluta rigurosidad es que la prisión no se convierta en un centro de coordinación y mando para el TDA.
La reciente experiencia en Ecuador es un claro ejemplo de lo que se debe evitar: allí, las bandas criminales llegaron a ejercer un control absoluto sobre las cárceles, sometiendo a los presos de menor rango para reclutarlos como soldados. Además, lograron introducir armamento de guerra y explosivos en los recintos penitenciarios, consolidando su poder y operando con total impunidad desde el interior.
El asesinato de Ronald Ojeda
Finalmente, en este escenario, y como resultado de la investigación sobre Los Piratas, se suma la complejidad de la hipótesis planteada por el Ministerio Público. Basada en una exhaustiva investigación, esta hipótesis apunta a una posible intencionalidad política ordenada al más alto nivel para la ejecución del secuestro y homicidio del teniente Ronald Ojeda.
De confirmarse, podría desencadenar una serie de narrativas y ataques ad hominem contra fiscales y autoridades políticas chilenas. Sería muy probable que representantes del régimen venezolano respondan con contraacusaciones, inicien causas penales y ejerzan presión para intimidar a periodistas e investigadores que respalden esta línea de indagación.
Al igual que en el caso de “Los Gallegos”, investigado por la Fiscalía de Arica, el Estado chileno y su sistema de justicia y cumplimiento de la ley se enfrentan a presiones y amenazas que no conocíamos hasta ahora. Estas nuevas dinámicas exigen adaptarse a riesgos emergentes, en el marco de una investigación que resulta clave para comprender los tentáculos, vínculos y la verdadera presencia del Tren de Aragua en Chile.
El capítulo sobre las nuevas estructuras del crimen organizado y los cambios en los modelos criminales en nuestro país está lejos de concluir. Sin embargo, quedémonos con la fortaleza que puede brindar una sociedad informada.
Como dijo el asesinado juez italiano Giovanni Falcone:
- “La mafia no es invencible; es un fenómeno humano y, como todos los fenómenos humanos, tiene un principio, una evolución y tendrá un fin.”
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