Creo que existen buenos dirigentes en la oposición, pero me temo que sean muy escasos aquellos que ponen los intereses de Chile por encima de los de sus propias carreras políticas y la suerte numérica de los partidos sobre los cuales actúan.

En mi reflexión anterior “Un Plan para Antichilenos”, realizamos el audaz experimento de idear un plan político para el futuro inmediato del oficialismo.

El resultado de hacerlo poniéndonos en la cabeza de un dirigente poderoso de la extrema izquierda fue, a la vez, un éxito y un fracaso. Fue un éxito porque terminamos formulando un plan práctico, coherente, lógico y con grandes posibilidades de ser exitoso.

Pero fue un fracaso porque nació de la cabeza de un dirigente de extrema izquierda que no es posible que exista, porque se supone dotado de un realismo de una lógica aristotélica y de una carencia de ideologismos aberrantes que son inconcebibles en ese tipo de líderes, al punto de concluirse de que si existieran, estarían en la oposición.

La otra razón del fracaso es que es un plan para una alianza de partidos supuestamente uniformes y disciplinados, que obviamente tampoco existe en el oficialismo, cuyo único elemento de cohesión es el deseo unánime de participar en las repartijas que en Chile se obtienen con el poder político.

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Un plan para antichilenos Jueves 09 Enero, 2025 | 08:57

Un programa para patriotas

Con todo, creo que será interesante repetir el experimento poniéndonos en la cabeza de un patriótico dirigente opositor, en que las cualidades de realismo, lógica y carencia de dogmas ideológicos pueden prometer un mejor resultado.

De este supuesto dirigente de una oposición compuesta por diferentes partidos que solo comparten su cerrada condena al gobierno de Boric y su diagnóstico sobre la malísima coyuntura que afecta al país, surge nítido un programa a todas luces conducente al éxito.

En primer lugar, porque, pese a la división interna, todos pueden estar de acuerdo en que las metas finales del programa son: la conquista de un parlamento razonablemente mayoritario para ofrecerle al nuevo mandatario o mandataria un apoyo legislativo que le permita las facultades extraordinarias necesarias para enfrentar al menos las peores crisis que nos afectan. Por cierto que eso presupone la certeza de un triunfo en la siguiente elección que será la presidencial.

En segundo lugar, asegurar que este gobierno que se inicia en 2026 y terminará en 2030 es exitoso objetivamente, medido en relación a las tareas que se haya impuesto y que cuentan con la calificación de urgencia que actualmente le atribuye la gran mayoría nacional.

En tercer lugar, la otra meta a cumplir y que es tal vez la principal, es asegurarse que en 2029 será electo un continuador de esta obra o continuadora de esta obra y que Chile se verá libre de gobiernos calamitosos como el actual, al menos por otro medio siglo.

Si esas son las metas del programa para patriotas, deben enfrentarse con realismo ciertas tareas urgentes y fundamentales.

Candidaturas a primera vuelta

En primer lugar, debe perdérsele el miedo a concurrir a la primera vuelta presidencial con dos candidatos. No es lo ideal, pero es lo que impone la realidad imperante y debe ser enfrentada con frialdad y lógica.

Tal vez el poner en disputa a dos candidatos opositores tenga la virtud de que la suma de ambas votaciones supere lo que podría ser la votación de un candidato único, ya que abarcaría una mayor amplitud de visiones correctoras y el peligro de que la división deje al sector sin candidato para el repechaje. Es mucho más improbable que la posibilidad de tener una segunda vuelta con dos candidatos opositores.

Esa visión bipolar de la elección presidencial debe estar redondamente postergada para la elección parlamentaria en que la meta es, sin duda, la unidad y la maximización de las candidaturas electas. Ello exige un trabajo político muy generoso y muy realista, incluso asumiendo que el oficialismo puede enfrentar esa elección parlamentaria con ese mismo criterio de unidad y maximización.

Un programa de emergencia para crisis

Otro requisito indispensable es ofrecerle a la ciudadanía un programa de emergencia que aborde un número limitado y muy bien calibrado de crisis que se enfrentarán. Hay que evitar, a toda costa, la multiplicación de las promesas que sería la fuente de la multiplicación de desengaños, puesto que hay que reconocer que es imposible solucionar todos los problemas que agobian al país en un solo periodo presidencial de cuatro años.

Por ejemplo, creo que hay que concentrarse en convencer a la ciudadanía en que serán abordadas en serio y con profunda voluntad política, las crisis de seguridad, educación, atención sanitaria, modernización y democratización del sistema electoral, y la puesta en marcha positiva la economía mediante las desregulaciones que son imprescindibles y acogidas en un marco jurídico adecuado.

Con eso basta y tal vez ya es demasiado, pero lo seguro es que es ese listado atiende a los clamores comprobados a la mayoría nacional. Su eficaz acción en esas líneas valdrá mucho más que toda la maraña de compromisos que agobian al Estado chileno y que, aunque pueden ser muy válidas, no tienen las urgencias de lo señalado.

La sucesión presidencial

Un aspecto fundamental de este programa para patriotas es preparar, desde el primer día, la sucesión presidencial, de modo que la ciudadanía palpe y confié en una continuidad que es lo único que puede garantizar el futuro de mediano plazo.

Todos sabemos que el plan del actual gobierno, a todo evento, se encargará de entregar una situación fiscal que prive al gobierno opositor de los recursos económicos para enfrentar las emergencias que hemos señalado. Afortunadamente, hay expedientes de que se puede echar mano y que el actual gobierno no puede ni siquiera prever porque está fuera de su dogmatismo.

Medidas como la racionalización de la situación fiscal, mediante un acuerdo de largo plazo con el Fondo Monetario Internacional; la venta de las empresas estatales total o parcialmente, y los recortes masivos de paniaguados políticos incorporados a la administración publica en virtud de la criminal inconsistencia del actual régimen, son poderosas herramientas para lograr disponer de recursos que permitan la campaña antidelincuencia y seguridad nacional, el esfuerzo por una educación que vuelva a producir talentos en lugar de vagos, y haga posibles atenciones de salud buenas y oportunas para hacer posible el cumplimiento de uno de los deberes elementales del estado.

Con todo lo señalado hemos logrado extraer de la cabeza de un dirigente patriota ideal un programa de acción política inmediata a todas luces triunfantes.

Nos queda por analizar el punto crucial de todo esto:

¿Existe tal dirigente patriota ideal en la actual oposición?

¿Existe un bloque de oposición capaz de las unanimidades mínimas que tal programa exige? Debo confesar que en ambos casos mi respuesta es dubitativa.

Creo que existen buenos dirigentes en la oposición, pero me temo que sean muy escasos aquellos que ponen los intereses de Chile por encima de los de sus propias carreras políticas y la suerte numérica de los partidos sobre los cuales actúan.

Esa duda solo la resuelve la respuesta si esa tercera preferencia que serían los intereses generales de la nación alcanzan para salvar el éxito de un programa. En ese aspecto tengo esperanzas pero no certezas. Esas esperanzas se alimentan poderosamente con lo que sí es una certeza: es que si en el año 2029 volviera a la Moneda un mamarracho como ha sido el actual gobierno, la oposición chilena actual, nunca podría liberarse del anatema de haber desperdiciado una ocasión única de salvar a Chile de su inexorable ocaso.