El discurso occidental pasa sus peores días en muchísimo tiempo. Engañarse ha sido una mala idea.

Occidente se inventó el triunfo de la democracia liberal en el año 1990. Hoy solo el 14% de la población mundial vive en una democracia liberal plena.

En 2011 las sucesivas protestas y crisis en países árabes llevó a una convicción: era una “primavera árabe”. Túnez, Egipto, Yemen, Libia, Siria, en fin, sucesivos países afrontaban protestas de gran tamaño. ¿La causa? Occidente estaba convencido: Las sociedades estallaban buscando democracias liberales.

Otros treinta países no árabes estallaron el mismo año, muchos de ellos democracias plenas. Pero bueno, era mejor creer que el mundo árabe buscaba la democracia. La disrupción no fue comprendida. Mejor fue creer lo conveniente. Hoy los países árabes son menos occidentalistas que hace veinte años. O cuarenta. Hoy Rusia es menos occidentalista que hace treinta años. O que hace cien años. O doscientos.

Occidente se inventó que el marxismo estaba muerto luego de la caída del Muro de Berlín. Pero el partido político más grande del mundo es marxista. Y la principal potencia que tomará control del mundo próximamente es comunista. ¿Creen en el capitalismo? Sí, por supuesto, en China creen lo mismo que Marx: que el capitalismo debe desarrollarse hasta sus últimas formas y que, cuando todas sus formas históricamente posibles se hayan desplegado, entonces caerá las formas institucionales y políticas que le han ayudado a sustentarse. O diciéndolo en simple, que entre otras cosas, entrará en crisis política y económica Estados Unidos, por poner un ejemplo.

Occidente anunció el triunfo del liberalismo económico y del multilateralismo, y de una paz basada en el comercio internacional. Todo eso.

Hoy estamos en una forma de guerra extraña. Los países en conflicto ‘imperial’, es decir, que se juegan la hegemonía mundial, pelean a través de terceros y evitan así el escenario ominoso de una Guerra Mundial.

Es un nuevo sistema de guerra. Cada país principal usa un representante. En una nueva evolución del liberalismo político la guerra mundial puede ser cursada mediante representantes de cada sector, buscando el desgaste, la prueba del otro y evitando los problemas políticos.

La convicción intelectual del carácter crecientemente irrelevante del ‘poder duro’ (la guerra) y la consiguiente convicción de que el mundo se podría administrar desde el ‘poder blando’, ha resultado groseramente desmentida.

Para colmo, esto no termina aquí.

Estados Unidos estuvo convencido que la suma de su potencia tecnológica, universitaria, científica, de su hegemonía cultural mediante Hollywood y su industria de medios; además de su peso político en órganos multilaterales, su control sobre Europa, sus negociaciones con Medio Oriente, su históricamente relevante peso en América Latina; en definitiva, que toda la complejidad de su fortaleza que va desde el dominio del espacio hasta la música de moda eran un complejo armado militar, político y cultural que era invencible.

Un rival tendría que avanzar en muchas dimensiones para vencer. Pero China fue demoliendo el control norteamericano a punta de producción masiva y comercio. El sencillo recurso ha demostrado una sorprendente capacidad de disolver las estructuras de poder norteamericanas. Y el país imperial de Occidente se enfrenta al descontrol de sus fronteras entre Europa y Asia.

Estresados e incapaces de administrar el escenario, los valores occidentales caen lo mismo o más que la capacidad de control sobre el escenario mundial.

Los herederos de Roma no pueden guardar la frontera imperial, los herederos de Cristo no pueden ser cristianos, los creadores del feminismo deben defender el patriarcado islámico, los herederos de la libertad abrazan China, los judíos quieren expulsar a un pueblo por un desierto, en Alemania la ultraderecha retorna, la izquierda pasa al nacionalismo por doquier y Estados Unidos acusa que el Kremlin opera desde Chile desinformando en América Latina.

Hoy Occidente no es el Nuevo Testamento. No es el paso del temor al amor. No es el paso de la desigualdad a la igualdad. Tampoco es el retorno a Grecia. Hoy Occidente es el Viejo Testamento, es la ira, es la guerra, es la ruptura. Como todo proyecto, la única alternativa es volver a sí mismo. La tarea no es fácil. Pero esa es la tarea.