Anticucho, ceviche y carne asada fueron parte del menú que un estafador consiguió comer gratis en una fiesta criolla que tuvo lugar en Curacautín. No conforme con ello, el hombre se las ingenió para marcharse de tres locales distintos con el vuelto de un billete de $20 mil que nunca gastó. Los hechos motivaron un largo proceso judicial que hace algunas semanas culminó en condena.

Rigoberto Gutiérrez Alvear se levantó el 15 de marzo de 2020 pensando que ese era un buen día para comer gratis. La variedad de alimentos típicos que ofrecía el Festival de la Cerveza y el Mastique era una oportunidad que no dejaría pasar.

El plan parecía perfecto: acercarse a diferentes locales, pasar desapercibido como uno más de los cientos de clientes y… saciarse sin pagar un sólo peso.

Hasta antes de la pandemia, el Festival de la Cerveza y el Mastique era una de las actividades más esperadas por los habitantes de Curacautín. Un evento que reúne a los habitantes de la precordillerana comuna de la provincia de Malleco cada vez que celebra su aniversario.

La actividad se desarrolló al ritmo de las rancheras y en completa normalidad. Eso, hasta que Rigoberto, un afuerino oriundo de Chillán, aprovechó la multitud para pedir comida en algunos de los improvisados locales, no pagar y, además, retirarse con el vuelto de un billete de $20 mil que nunca gastó.

El timador incluso buscó la fórmula para quedarse con una porción del dinero recaudado por los locatarios.

El invitado de piedra

El modus operandi elegido, aunque burdo, le resultó muy efectivo: pidió comida, dijo que pagaría con un billete de $20 mil, lo mostró y, sin entregarlo, simplemente se lo guardó. Como los locatarios pensaban que habían recibido el dinero, le pasaban el vuelto. Negocio redondo para Rigoberto. El mismo mecanismo replicó en al menos tres locales.

Así, una vez le entregaban los billetes, la comida y las bebidas, el estafador se retiraba del lugar quedándose con el cambio y, por su puesto, con el billete de $20 mil que nunca gastó.

La maniobra llevó primero al hoy condenado al puesto de doña Jocelyn. Pidió un anticucho que sólo costaba $1.500, se quedó con su dinero y el vuelto que ascendía a $18.500. De paso, mató un poco el hambre.

Lo propio hizo en el local de la señora Natalia, donde adquirió un trozo de asado por el que le cobraron $5.000 que nunca pagó. Recibió el pedazo de carne, el “vuelto” ($15.000) y se marchó.

De la misma forma comió ceviche y tomó bebida gratis en el puesto de doña Rocío. Nunca pagó los $3.850 que costaban los productos y se llevó los $16.150 de “vuelto”.

En total, se embolsó, además de los productos, $49.650.

Perseguido por fiscalía

Lo que no se esperaba el estafador era que la variación del “cuento del tío” que contó en Curacautín quedaría al descubierto. Así fue como los antecedentes de lo acontecido fueron a parar a la Fiscalía Local de Curacautín.

El fiscal adjunto jefe de dicha repartición tomó el caso y lo presentó ante el Juzgado de Letras y Garantía de la ciudad, buscando que el chillanejo pagara por su actuación.

A juicio del persecutor, los hechos descritos se estiman “configurativos de delitos reiterados de estafa falta, ilícito previsto y sancionado en el artículo 494 Nº 19 del Código Penal, en grado de ejecución de consumados”.

En efecto, el representante del Ministerio Público solicitó al juez de garantía un procedimiento monitorio en contra del imputado, buscando que pagara una multa por el delito cometido, evitando así continuar extendiendo el proceso judicial.

Ahora, dos años y medio más tarde, la justicia se pronunció. En concreto, la jueza Marcela Bley Valenzuela resolvió condenar a Roberto Gutiérrez al pago de una multa de tres Unidades Tributarias Mensuales (UTM), es decir, más de $180 mil.

Esto, siempre y cuando el condenado pudiera ser notificado en su domicilio, cosa que hasta el día de hoy no ha ocurrido. Según informaron desde la Subcomisaría de Carabineros de Huambalí (Chillán), en el domicilio registrado no fue posible encontrar al estafador.