Las olas migratorias que han llegado al país desde -principalmente- Venezuela, Haití, Colombia y Perú han traído consigo nuevos desafíos para los profesionales de la salud, que han debido adaptarse a las diferencias culturales de las futuras madres que no han adoptado costumbres que en territorio nacional ya son, mayormente, estándar.

En particular, preocupa la falta de controles médicos en las nuevas pacientes. A esto se suma la barrera idiomática, ya que una fracción de los inmigrantes no es hispanoparlante.

El Mercurio recoge datos del Hospital San Borja Arriarán, por ser uno de los recintos que más migrantes atiende en Santiago, donde registraron 2.913 partos de mujeres extranjeras en 2017, abarcando con ello el 75% de los casos. Ahí mismo, indican, el 13% de las pacientes no habla español.

Asimismo, en el Servicio de Salud Metropolitano Central, que atiende a dos de las comunas con mayor población inmigrante (Estación Central y Santiago), y de la que forma parte el Hospital San Borja, sólo el 43% de los partos que ahí se atienden son de madres chilenas.

El doctor Jaime Sáez, del Hospital San Borja, relata al medio un caso que es cada vez más común: mujeres que van para controlarse por primera vez embarazos avanzados, con evaluaciones médicas de hace unos años, y con enfermedades mal tratadas. “Nos enfrentamos a un embarazo no planificado y con una enfermedad que no fue manejada adecuadamente y que no sabemos qué efecto tuvo en estos siete meses de embarazo”, explica.

Ejemplifica con un caso de hipertiroidismo en que la paciente venezolana ha tratado con el mismo medicamento hace dos años: “puede no pasar nada, o puede provocar un problema neurológico que ya no pudimos prevenir”.

El problema radica en que “este grupo de pacientes no trae la cultura del control preventivo o tienen una cultura de control diferente”, explica.

Entonces, deben encontrar la forma de enseñarles la costumbre de realizarse un control a los 3 meses y hacerse los exámenes regularmente. Para esto, son esenciales los intérpretes y “facilitadores culturales”.

A esto se suma el problema de las nuevas patologías que llegan o que se acentúan con las olas migratorias. Una es la miocardiopatía dilatada, que se da con cierta rareza en mujeres chilenas, pero que en el caso de las extranjeras se presenta cerca de 1 vez cada 300 casos, explica el doctor Sáez.

Según el médico, gracias a los controles en Chile se pueden predecir y tratar la preeclampsia, la diabetes gestacional y los partos prematuros, entre otros problemas, lo que se complica en el caso de las extranjeras. Indica que “si perdemos la secuencia (de los controles), nos encontramos con la sorpresa al final”.