La Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF) decidió entrar a la palestra para intentar zanjar la discusión respecto de la regulación de ciertos productos financieros y la eventual existencia de límites de edad para suscribirlos.

Lo anterior, a raíz de la carta al director que escribió el pasado viernes a El Mercurio la señora Ilka Soza, de 78 años, a quién su banco -que ella no quiso revelar- no renovó su tarjeta de crédito.

En el texto, titulado “Esperando la carroza”, la docente normalista jubilada explicó su situación. “Quiero relatarle cómo terminaron mis pretensiones de renovar mi tarjeta de crédito en la voz de mi ejecutivo: Su tarjeta con fecha de vencimiento 07/18 no se renueva. No se otorga a los mayores de 72 años. Motivo: La edad. Causa: El riesgo. Razón: Mi posible deceso. Culpables: Las compañías de seguros. Víctima: Yo”, acusó.

Frente a ello, la SBIF recalcó “que no existe normativa que exija un límite de edad para suscribir productos financieros”.

“La SBIF exige a los bancos y emisores de tarjetas que evalúen el riesgo de cada cliente en función de su capacidad para cumplir con sus obligaciones de pago”, añadieron.

Por lo anterior, desde la perspectiva de la entidad, no existe un límite de edad para entregar productos y, más allá de los requisitos legales que rigen para todas las personas, cada institución determina los términos y condiciones bajo los cuales los entrega, señalaron.

“Los derechos de los adultos mayores, y de todo consumidor en materia financiera, están resguardados por la Ley de Protección de los Derechos del Consumidor“, advirtieron.

Por su parte, Ilka Soza volvió a la palestra este jueves mediante la segunda versión de su carta: “Esperando la carroza II”. Ahí se quejó por un llamado de la prensa para una entrevista, al que no accedió, pero que de todos modos puso en portada la breve conversación que sostuvieron.

Allí reveló que todo surgió por su interés en contratar Netflix. Por lo mismo, en la misma misiva agradeció el ofrecimiento de la empresa para darle acceso de forma gratuita, el cual también rechazó. “Mi deseo es pagar por el servicio, pero agradezco el gesto”, admitió.

También gratificó con sus palabras a los empresarios que la contactaron para ofrecerle sus tarjetas y recursos de pago. Igual los declinó. “Después de más de 45 años de trabajo, me resisto a aceptar donaciones gratuitas que podría solventar”, aseguró.

“No busco caridad. No espero conmiseración ante el deceso. Soy pasajera viva en la carroza que vaticinó mi ejecutivo bancario. Sólo quiero renovar la tarjeta de crédito. La mía y la de otros que caminan conmigo”, dijo para cerrar.