Este viernes 17 de julio se celebra el 20º aniversario de la llegada de Bashar al-Assad al poder. Dos décadas que cambiaron la cara del país para siempre. Este joven presidente, médico de formación que encarnaba una esperanza de renovación, es calificado como un dictador sanguinario que ha gobernado Siria con puño de hierro.

En su vida anterior, Bashar al-Assad era oftalmólogo. Nada predestinaba al joven de entonces a convertirse en Presidente de la República Árabe Siria. En julio de 2000, tenía casi 35 años cuando sucedió a su padre, Hafez el-Assad, que acababa de fallecer, al frente del país.

Fue la desaparición en 1994 de su hermano mayor Bassel, considerado el heredero natural, que murió en un accidente automovilístico, lo que lo propulsó al poder. “A la muerte de Bassel, el mayor de los hermanos, Bashar al-Assad, que estaba terminando sus estudios de medicina en Londres, fue llamado a Damasco por su padre”, recuerda Michel Duclos, ex embajador francés en Damasco.

“Durante seis años, su padre Hafez lo preparó cuidadosamente para ejercer el poder. Hafez el-Assad lo involucró gradualmente, pero muy sistemáticamente en los negocios. La leyenda de un presidente no preparado descubriendo el poder es totalmente equivocada”, explica el autor de “La larga noche siria” a Radio Francia Internacional.

De tal palo tal astilla

Michel Duclos describe a Bashar al-Assad como un hombre escurridizo. “Tiene una doble personalidad. Existe el perfecto Bashar anglófono, que seduce a sus interlocutores extranjeros, que domina al dedillo los códigos del mundo occidental. Pero detrás de este primer Assad, hay un segundo Assad, que es un jefe de clan alauita, que aplica de manera muy cruel y un tanto mecánica las recetas aprendidas de su padre”, analiza el ex diplomático, ahora consejero especial del Instituto Montaigne.

“En el espíritu de Bashar al-Assad, no hay límite para el uso de la coerción, la violencia, la tortura y la fuerza para mantenerse en el poder. Bashar es la encarnación de esta tradición familiar y comunitaria”, dice el especialista.

Como su padre antes que él, Bashar al-Assad reinará sobre Siria con mano de hierro. Bajo su autoridad, el país sigue siendo administrado por la Mukhabarate, la policía política. El régimen se basa en el culto a la personalidad, y opera a través de un sistema de clanes. Los altos funcionarios son todos de la minoría alauita. El control de Assad sobre Siria es total y no se tolera ninguna oposición.

Su primera década en el poder está marcada por la apertura económica. Pero en términos de libertades individuales, es el statu quo. “Para el régimen sirio, no somos seres humanos”, dice Ahmed Sido, un kurdo sirio, ahora refugiado en Francia. “Bajo este régimen, no teníamos derechos. Ni siquiera teníamos derecho a hablar nuestro idioma: el kurdo. En casa, las paredes tenían oídos. Cualquiera que no obedeciera era arrestado y terminaba desapareciendo”, asegura.

Política de tierra arrasada

Este padre de familia está marcado por los acontecimientos de 2011. Como en toda la región, es el comienzo de la primavera árabe, y los sirios empiezan a soñar con la libertad y la democracia. Pero desde las primeras manifestaciones, la represión es implacable.

Pronto, el país se hunde en el caos. Casi diez años de guerra, un conflicto asesino que ha dejado cerca de 400.000 muertos. Por orden de Bashar al-Assad, se bombardean las ciudades, se lanzan barriles de TNT sobre la población. Se usan armas prohibidas, según la OPCW (Organización para la Prohibición de las Armas Químicas). Millones de sirios huyen al extranjero.

“Durante el reinado de Bashar y su padre antes de él nunca vivimos en paz. Y no sólo los kurdos sufrieron, las poblaciones árabes fueron gaseadas por este asesino de niños. Nos hizo refugiados dispersos por todo el mundo. Casi no queda nadie en Siria. ¡Éramos 24 millones antes de la guerra!”, dice este padre, que perdió al mayor de sus hijos. Su hija fue asesinada por una granada de mortero en 2012.

“Se dice que un representante de la ONU tuvo esta conversación con Bashar al-Assad al principio del levantamiento: ‘Sr. Presidente, tiene que hacer compromisos. De lo contrario, Damasco corre el riesgo de ser destruida, y se verá obligado a ceder el poder a la oposición. A lo que se dice que Bashar al-Assad respondió: ‘Damasco será destruida, pero es la oposición la que cederá, y yo seguiré en el poder"”, apunta el ex embajador Michel Duclos.

Diez años después, la premonición del presidente sirio parece haberse hecho realidad. Bashar al-Assad tiene vía libre. Ninguna oposición política se enfrenta realmente a él. “Las oposiciones estructuradas como la Coalición de la Oposición Siria no son lo suficientemente coherentes como para crear una alternativa. No aporta nada que pueda ayudar al país a salir de la guerra, a encontrar la paz y a reconstruirse”, observa con amargura Samir Aïta, un opositor franco-sirio.

Legislativas

Según reporta la Agence France-Presse, Siria celebrará elecciones legislativas este domingo, que coinciden con los 20 años en el poder del presidente Bashar al Asad, al frente de un país devastado por la guerra, golpeado fuertemente por las sanciones occidentales y una grave crisis económica.

Unos 2.100 candidatos, entre ellos empresarios influyentes a los que se aplican estas sanciones, se postulan para esta elección, la tercera desde el inicio en 2011 de un conflicto que dejó más de 380.000 muertos y provocó el exilio de millones de refugiados y desplazados.

El partido Baas, en el poder desde hace medio siglo e íntimamente ligado al clan Asad, suele ganar estas elecciones legislativas, organizadas cada cuatro años para elegir a 250 diputados, en un país donde la gran mayoría de los opositores vive en el exilio o fuera de las zonas controladas por el régimen.

Inicialmente previsto para abril, las elecciones se retrasaron dos veces debido a la pandemia del nuevo coronavirus, que afectó a 458 personas en las zonas gubernamentales, según datos oficiales.

En este contexto, los programas de los candidatos están dominados por las cuestiones económicas y sociales, que prometen, en particular, soluciones a la subida de los precios, la reconstrucción del país y la rehabilitación de las infraestructuras.

Este año, por primera vez, habrá elecciones en antiguos bastiones de la rebelión, pues, tras varias victorias gracias al apoyo militar de Rusia e Irán, el régimen de Asad controla ahora más del 70% del país.