La Unión Europea ha decretado sanciones contra el grupo Wagner, una red de contratistas ligados al Kremlin y que operan en zonas clave para Rusia en Ucrania, África y Oriente Medio. El grupo comenzó a operar en 2014. Su fundador es Dimitri Utkin (uno de los sancionados) y está financiado por Yevgeny Prigozhin, un oligarca ruso. Entre las acusaciones se incluyen haber torturado hasta la muerte a un desertor sirio en 2017 y haber filmado lo sucedido.

Wagner no es una compañía privada ofreciendo sus servicios en el mercado abierto, sino un instrumento del gobierno para intervenir de manera discreta allí donde Moscú quiere aumentar su influencia. Este tipo de empresas ofrecen a Rusia y a otros países un modelo de actuación más flexible que el del ejército, con una rendición de cuentas mucho más laxa y en muchas ocasiones con coste menor. Las intervenciones de EEUU en Afganistán e Irak ya pusieron a este tipo de compañías –como la famosa Blackwater– bajo los focos.

Con el despertar belicoso de Putin tras su vuelta al Kremlin en 2012, Rusia deja de ser noticia por sus combates internos de finales de los noventa –en Chechenia y otras zonas del Cáucaso– para mover sus capacidades hacia fuera. Primero, en Ucrania para abortar el giro hacia occidente. Después en Siria para apuntalar a su aliado Bashar al-Asad. Ahora, en África, donde disputa la influencia de viejas potencias coloniales –Francia– y se abre un hueco entre nuevos actores en la zona como China.

La experiencia de Estados Unidos

Pedro Baños, autor de El dominio mundial, cree que “en cuanto a las diferencias con Blackwater (posteriormente Xe Services y Academy), en realidad no hay ninguna. Realizan las mismas funciones. Aquí es donde entra en juego la geopolítica”.

En Irak “llegó a haber más contratistas que soldados regulares, si bien no todos tenían como misión el combate”. En Afganistán se han usado con menos profusión: “En los últimos meses, se estima que quedaban unos 4.000, precisamente por los escándalos de Irak y además, se intentó mantener en el mayor secreto posible”. Baños cree que la lección de la “utilidad” de este tipo de fuerzas que dio EE.UU. en Irak “fue aprendida por Rusia, como estamos viendo ahora, y en menor medida por China, que ha empezado a usarlos de forma muy discreta en África”.

En Rusia, un ciudadano no puede ser mercenario. Y las compañías militares privadas no son legales en Rusia. Wagner no está registrada con ese nombre, sino que funciona gracias a diversos agujeros legales y con el impulso del Kremlin. En su último año como primer ministro, Vladimir Putin se mostró en el Parlamento favorable a regularizar este tipo de estructuras armadas porque podían ser útiles para “defender los intereses de Rusia” en el extranjero.

Era 2011 y la perspectiva de que Moscú interviniese en Ucrania o en Siria era muy lejana para mucha gente. Han pasado los años y parece que Putin prefiere mantener a estos “guerreros” en una nebulosa, sin estatus legal.

De la vigilancia a los combates

No es la única compañía de contratistas. Enot, Feraks y Orel son otros nombres que aparecen de vez en cuando en países tan dispares como Siria o Sri Lanka. Wagner nació cuando una compañía de seguridad rusa, el grupo Moran, recibió en 2013 el encargo de ayudar al gobierno de Asad en sus combates con los rebeldes. En concreto, había que recuperar pozos petrolíferos que habían caído en manos del Estado Islámico.

Ya no se trataba de vigilar instalaciones o realizar servicios de escolta, había que matar y morir. Así que finalmente se creó un nuevo grupo operativo conocido mundialmente como Slavonic Corps, que sufrió una importante derrota en su debut y fue desmantelado poco después. Utkin asistió en primera persona a esa debacle. Moscú aprendió la lección, y a partir de entonces dotaría a los contratistas de armas incluso mejores que las de sus soldados. Un año después, Dimitri Utkin aparece como creador de los Wagner, aunque no está claro si había alguien más detrás.

Con frecuencia los Wagner están en primera fila en los combates, o se encargan de avanzar hacia posiciones muy complicadas que implican un alto coste en bajas. Pero las cifras de mercenarios muertos no pasan nunca a engrosar la lista de solados fallecidos del Ministerio de Defensa, que mantiene así más limpia la estadística, pese a que a los combatientes de Wagner son casi todos rusos.

El periodista Denis Korotkov, que escribe en la web rusa Fontanka.ru, fue el primero en desvelar las actividades en Siria del grupo Wagner y sus lazos financieros con el empresario Yevgeny Prigozhin. “Aunque los allegados de los combatientes quieren pensar que son voluntarios, en realidad son mercenarios, gente luchando por dinero, por casi 4.000 euros (cerca de 4 millones de pesos) al mes”, explica.

Según el comunicado difundido por los Veintisiete, esta empresa paramilitar vulnera los derechos humanos con torturas, ejecuciones arbitrarias y matanzas, además de tomar los recursos naturales y poner en marcha actividades desestabilizadoras en Libia, Siria, Ucrania y la República Centroafricana. Además, los mercenarios Wagner también están extendiendo su influencia a la región del Sahel, lo que ha hecho que Francia haya dado la voz de alarma y haya sido uno de los países que más ha luchado para la imposición de estos castigos.

Sanciones europeas

La Unión Europea ha sancionado tanto a la empresa que actúa como un grupo paramilitar como a ocho personalidades y tres entidades relacionadas (empresas de gas y petróleo que operan en Siria y sostienen el régimen del presidente Bashar al-Asad), cuyos bienes en suelo comunitario serán congelados.

Los países europeos tendrán prohibida la financiación de este grupo, ya sea de manera directa o indirecta, y los individuos señalados tampoco podrán viajar a territorio europeo.

Otras personas sancionadas son Valeri Nikolaevich, consejero de seguridad del presidente de la República Centroafricana; y Denis Yuvierich Kharitonov y Sergei Vladimirovich, que han apoyado a Rusia en los combates en la región de Donbás (Ucrania). También están en la lista Andrei Nikolaevich Troshev, coronel retirado que sostiene al régimen de Al-Asad en Siria y ha entrenado a las fuerzas del país.