Como cada noche desde hace meses, decenas de personas bloquearon el tráfico en una amplia avenida de Barcelona. Su protesta es un pequeño fuego en la noche de un independentismo catalán en crisis a pocos días de las elecciones regionales del domingo.

“Antes de la pandemia éramos más, pero la gente se ha cansado. Hay desencanto político”, lamentó Amadeu Palliser, de 70 años, rostro recurrente en las más de 300 protestas realizadas en este punto.

“Algunos políticos están hablando de diálogo, de negociar con Madrid, pero ya sabemos que de España no puede esperar nada, solo represión. La única solución es la independencia”, añadió con un verbo calmado pero convencido.

Todo empezó en octubre de 2019, cuando esta región del noreste de España estallaba en violentas protestas por las altas condenas de cárcel a nueve dirigentes por el fallido intento de secesión de 2017 y un millar de vecinos decidieron cortar la avenida Meridiana, un acceso principal de la capital catalana.

Un año después, la asistencia se redujo a unas decenas de personas que se reparten para taponar ocho carriles de avenida, indiferentes a los cláxones de los vehículos atrapados y los improperios de vecinos ya hartos.

“No tiene lógica mantener tanto tiempo una situación como esta, un corte diario de dos horas. Es una barbaridad que no se permitiría en cualquier otra protesta”, dijo Vicente Serrano, un técnico de recursos humanos de 61 años que vive en la zona.

“Pero como al gobierno catalán le interesa mantener esto vivo, lo acepta y lo alienta”, añadió Serrano, temeroso que los independentistas ganen las elecciones del domingo.

La elección del independentismo

Los independentistas que gobiernan esta región española desde 2015 llegan a estos comicios fuertemente divididos y sin estrategia definida tras el fracaso de 2017.

La tensión ha decaído notablemente desde entonces, cuando el gobierno regional liderado por el expresidente Carles Puigdemont impulsó un referéndum que precedió la baldía proclamación de una república en esta región de 7,8 millones de habitantes.

El gobierno central disolvió el ejecutivo regional y convocó elecciones, que mantuvieron a los independentistas en el poder.

Con la tirantez con Madrid en descenso desde que en 2018 el socialista Pedro Sánchez reemplazara a la derecha en el poder, la pugna se trasladó al seno del independentismo, que ha pasado de formar un bloque unitario a lanzarse constantes ataques y reproches mutuos.

Juntos por Cataluña (JxC), el partido que lidera Puigdemont desde Bélgica, adonde huyó tras la fallida secesión, apuestan por mantener la confrontación con Madrid e incluso volver a proclamar la independencia si ganan.

La otra gran formación independentista, Izquierda Republicana (ERC), con su líder Oriol Junqueras cumpliendo 13 años de cárcel como exvicepresidente de Puigdemont, moderó sus posturas y se convirtió en aliado parlamentario de Pedro Sánchez.

“En estas elecciones, la tensión general cede protagonismo a la tensión interna del independentismo”, indicó el politólogo Oriol Bartomeus, de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Todo esto en un contexto de continuada división de la población: un 49,9% de los catalanes está en contra y otro 45,1% a favor de la secesión, según un sondeo de diciembre.

Triple empate

Las discrepancias se acentuaron con la campaña, en la que ERC acusa a su rival de no ser “realista” en sus propuestas. Ellos les responden que su estrategia puede poner el independentismo “en una vía muerta”.

“El independentismo debe decidir hacia dónde va, si hacia ERC o hacia JxC. Estas elecciones pondrán encima la mesa la respuesta”, señaló Bartomeus.

Por ahora, las encuestas auguran un triple empate entre ambas formaciones separatistas y los socialistas de Sánchez, aunque estos últimos podrían imponerse con una lista encabezada por el hasta ahora ministro de Sanidad y símbolo de la lucha contra la pandemia, Salvador Illa.

“ERC tiene todas las cartas en su mano, porque solo hay dos opciones: o un gobierno de izquierda con ERC o un gobierno independentista con ERC”, explicó el analista político Josep Ramoneda. De todas maneras, Izquierda Republicana niega la posibilidad de un acuerdo con los socialistas.

“Pero en cualquiera de las fórmulas, creo que la realidad se acabará imponiendo y el independentismo entrará en una fase lenta. Quien busque acelerar como en 2017 se acabará estrellando”, asegura.