Los militares birmanos tomaron el poder el lunes 1° de febrero. Detuvieron a su archienemiga, Aung San Suu Kyi, como hicieron durante la dictadura de la Junta. El “Tatmadaw”, nombre birmano del ejército, sigue sin admitir el haber perdido parte de su histórico poder.

Las tensiones entre Aung San Suu Kyi y el ejército siempre han sido altas desde que la “Dama de Rangún” llegó al poder en 2015. Pero para Phil Robertson, representante regional de Human Rights Watch, el golpe tomó a todos por sorpresa.

“Para ser sinceros, pensamos que era un bluf”, estimó Phil Robertson, que fue contactado por nuestra corresponsal en Bangkok, Carol Isoux.

“De hecho, es muy parecido a lo que ocurrió en Estados Unidos con Donald Trump, pero al estilo birmano: acusaciones de fraude electoral masivo sin pruebas. Pero pensamos que sólo era una forma de que los militares presionaran a Aung San Suu Kyi y a la Liga para la Democracia. El hecho de que se atrevan a ir tan lejos como para dar un golpe de Estado con el pretexto de una situación de emergencia inventada es un verdadero desastre para el pueblo de Birmania. Es como si echaran por la borda una victoria electoral aplastante de un partido pro-democrático en unas elecciones que todos los observadores locales e internacionales consideraron justas y válidas”.

Más allá del pretexto de Trump del “fraude electoral masivo”, el golpe de Estado del 1° de febrero refleja una constante del ejército birmano: es incapaz de retirarse del poder político. Algunos dirán que ha vuelto a ceder a sus viejos demonios, sugiriendo que ahora está cerrando un “paréntesis democrático” de algunos años.

EFE

De la dictadura a un simulacro de transferencia de poder

Es que el pasado todavía sigue pesando. El Tatmadaw gobernó directamente el país durante casi cincuenta años tras el golpe de Estado de Ne Win en 1962. Durante mucho tiempo se consideró el guardián de la unidad nacional.

A pesar de estar de acuerdo con el traspaso de poder a los civiles, los militares se han asegurado un papel ineludible en el sistema político a través de la nueva Constitución de 2008. Por tanto, pueden designar el 25% de los escaños de ambas cámaras del Parlamento, además de los diputados que pueden elegir a través de su organismo político, el partido USDP. Conservan los ministerios clave de Interior, Defensa y Fronteras. No se puede aprobar ninguna reforma constitucional sin ellos, ya que se requiere una mayoría de tres cuartos en el Parlamento.

Como resultado, aunque la Liga para la Democracia ganó ampliamente las elecciones de 2015, el partido de Aung San Suu Kyi se vio obligado y coaccionado a compartir el poder con los militares. “No podemos decir que las relaciones hayan sido muy fáciles, en ningún momento”, dijo Nathalie Brac de la Perrière, especialista en Birmania en el CNRS, invitada en RFI el lunes por la mañana.

La investigadora recuerda, por ejemplo, cómo el ejército impidió en un primer momento que Aung San Suu Kyi fuera jefa de Estado: “La Constitución prohibía que alguien con un cónyuge no birmano fuera presidente, y este es el caso de Aung San Suu Kyi. [Una disposición] adaptada para prohibirle hacerlo. Se encontró una solución con la definición de un cargo de consejera de Estado para ella, lo que la hizo gobernar efectivamente la parte civil del gobierno”, agrega.

Además, explica Nathalie Brac de la Perrière, “los conflictos étnicos han sido un punto de cristalización entre Aung San Suu Kyi y los militares birmanos durante todos estos años. Evidentemente, recordamos la tragedia de los rohinyás. Pero también en otras zonas han vuelto a estallar conflictos, a veces por iniciativa de los militares. El ejército jugó con estos conflictos para mantener su posición de poder y seguir siendo indispensable”. Por no hablar de los enormes intereses económicos de los militares, que hacen que quieran mantener sus manos en parte de la riqueza del país.

A fin de cuentas, después de las elecciones del pasado noviembre, que siguieron marcadas por una marea a favor de la Liga Nacional para la Democracia (LND), los militares habrán tenido la impresión de haber cedido demasiado poder. Algo que terminó por parecerles inaceptable, en definitiva.

AFP

¿El todopoderoso ejército?

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Mientras los rumores de un golpe de Estado cobraban fuerza en los últimos días, Aung San Suu Kyi había dejado un mensaje a la población, difundido el lunes por la presidenta de la LND en las redes sociales, en el que instaba al pueblo birmano a “no aceptar” este golpe. El ejército intenta “volver a sumir al país en una dictadura militar mientras descuida la pandemia de coronavirus” que golpea duramente a Birmania, escribió, según esta declaración, pidiendo a la población que “reaccione unánimemente”.

Sin embargo, ¿tiene la “Dama de Rangún” los medios para oponerse al golpe?” Es muy difícil, responde Nathalie Brac de la Perrière. “La experiencia demuestra que hasta ahora, cuando los militares deciden tomar el control, no hay mucho que hacer. Al menos que haya un llamamiento a la guerra civil, a la resistencia armada, no veo cómo el campo de Aung San Suu Kyi podría oponerse. El ejército es fuerte y tienen muchas palancas económicas”, advierte.

EFE