Miles de personas se concentraron nuevamente este viernes en las calles de Biskek, capital de Kirguistán, en momentos en que las diversas facciones que disputan el poder intentan demostrar sus fuerzas y el presidente se dice dispuesto a renunciar.

Manifestaciones de adeptos y detractores del gobierno se encontraron en un punto de la capital y hubo momentos de violencia. Algunos rompieron vidrios de automóviles y se oyeron disparos al aire.

Por su parte, el presidente de Kirguistán, Sooronbay Jeenbekov, quien no aparecía desde el lunes, declaró este viernes que está “dispuesto a dimitir” para poner fin a la crisis política que sacude este pequeño país de Asia central.

“Estoy dispuesto a abandonar el puesto de presidente de la República kirguiza cuando se aprueben las autoridades ejecutivas legítimas y que volvamos a la vía de la legalidad”, declaró en un comunicado divulgado en su portal de internet.

Violentas manifestaciones estallaron en protesta por los supuestos fraudes cometidos en las elecciones del domingo en las que vencieron dos partidos cercanos al jefe de Estado.

Los enfrentamientos en Biskek han dejado al menos un muerto y centenares de heridos. Pese a que los resultados fueron invalidados por las autoridades la tensión no ha bajado.

Miles de personas se congregaron este viernes en un parque cercano a las oficinas del primer ministro para apoyar a Sadyr Japarov, un nacionalista liberado esta semana por sus simpatizantes de la prisión donde purgaba 11 años y medio por haber participado en una toma de rehenes, en una de las crisis políticas anteriores.

Japarov fue designado primer ministro por parlamentarios en un hotel de Biskek en condiciones muy turbias. “Será primer ministro y presidente y entonces todo irá bien”, declaró ante la muchedumbre un orador muy agresivo, quien amenazó a varios periodistas.

Otra manifestación fue convocada por miembros de la sociedad civil, contra el crimen organizado que carcome la política del país.

Presiones internas y de Rusia

Una dimisión de Jeenbekov podría ocurrir una vez que se haya fijado la fecha para nuevas elecciones y se efectúen cambios en el gobierno.

Éste había asegurado a través de sus servicios que su dimisión no estaba “en el orden del día” y precisó que estaba negociando con diferentes grupos políticos.

El mandatario está bajo la presión de sus adversarios políticos, de Rusia y de las fuerzas de seguridad kirguizas, mientras en paralelo se presiona a la clase política para que busque una salida a la crisis.

La crisis hace temer un estallido de la violencia en este Estado considerado como una excepción democrática en una región donde los regímenes autoritarios son la regla.

Los poderosos servicios de seguridad (GKNB) instaron a la clase política a restaurar el orden, y Rusia, potencia regional, reconoció la autoridad de quien tomó el control de ese organismo en medio del caos de los últimos días, Omurbek Suvanaliev.

El Kremlin declaró que el jefe de los servicios de seguridad rusos (FSB) había brindado su apoyo a los “esfuerzos del GKNB para estabilizar la situación y evitar el caos”.

El presidente ruso, Vladimir Putin, declaró el jueves que espera una resolución pacífica de la crisis. Centenares de miles de kirquizos trabajan en Rusia.

Retorno de Atambayev

Esta ex república soviética, la más pluralista pero también la más inestable de Asia central, ha vivido dos revoluciones y tres de sus presidentes han sido encarcelados o exiliados desde su independencia.

La actual protesta está alimentada por el enfrentamiento entre Jeenbekov y su predecesor y antiguo mentor político, Almazbek Atambayev, a quien sus partidarios también liberaron de la cárcel esta semana.

Jeenbekov parecía encontrarse esta semana en un callejón sin salida pese a que el Parlamento no logró la mayoría necesaria para destituirlo.

Atambayev organizó este viernes su propia manifestación, donde sus partidarios llevaban pancartas que pedían la partida de Jeenbekov.

Atambayev purgaba una pena de 11 años de cárcel por haber hecho liberar a un jefe mafioso. Además, esperaba un segundo juicio por haberse resistido armado durante su detención.

Como si los choques no fueran suficientes, en la jornada también hubo enfrentamientos entre partidarios de los dos liberados, Atambayev y Japarov.