En octubre del año pasado, el ingeniero eléctrico Sergi Santos mostró al mercado su nueva creación: Samantha, una muñeca robotizada, programada con funciones sexuales y de compañía, la que además “habla” y demanda atención de su dueño.

Sin embargo, esa presentación al público no fue como Santos lo esperaba. El inventor dejó la muñeca a disposición de los futuros clientes, quienes terminaron destruyendo el artefacto. Pues, los asistentes tocaron el cuerpo de Samantha de una forma tan brusca, que arruinaron su funcionamiento. “Fue traumático”, expresó en ese entonces.

Es por lo mismo que el inventor decidió “mejorar” su producto. Para evitar que los usuarios abusaran de sus funciones, al punto de echar a perder la muñeca, inventó un mecanismo sensorial que permite que la robot pueda manifestarse cuando le realizan tocaciones agresivas o indebidas, explica el portal británico DailyMail.

Sergi Santos y el robot "Samantha"
Sergi Santos y el robot “Samantha”

De esta forma, Samantha se niega a ser tocada si la persona es agresiva con ella o si se aburre, o si no le piden las cosas “por favor”, a lo que contestará “no” y/o se pondrá en “modo” de rechazo, o simplemente no responderá. Esto, gracias a sensores que tiene bajo la piel y la programación de su inteligencia artificial.

En tanto, si bien “siente” en casi toda su piel, sólo sus manos, caderas y cara están motorizadas.

Más que una muñeca

A pesar que usar robot sexuales resulta un fetiche muy extraño para gran parte de las personas, Santos y su esposa, Maritsa Kissamitaki, creen que es una gran ayuda para las personas solteras y para los matrimonios en los que un miembro de la pareja necesita mayor atención sexual.

Es más, Kissamitaki opina que Samantha “salvó” su relación conyugal. “No me molesta que mi esposo use la muñeca”, dice y destaca es una buena forma para que su marido “no la engañe” con otra mujer, además de “evitar tener relaciones sexuales cuando no quiere”, aún así destaca que le daría celos que Santos ocupara un artefacto con características masculinas, en el cual se encuentra trabajando últimamente.

Sergi Santos, el robot "Samantha" y Maritsa Kissamitaki
Sergi Santos, el robot “Samantha” y Maritsa Kissamitaki

“Mis robots salvaron mi matrimonio. Éste cumple mis deseos cuando mi esposa no está de humor”, agrega Santos, que lleva 16 años casado. “Entonces, si tengo la muñeca, no me divorciaré por sexo, en mi caso, creo que es suficiente”, asegura.

No obstante, la muñeca no sólo tiene fines sexuales. Además de eso, tiene configuraciones “familiares” y “románticas”, y puede “recordar” conversaciones, como también “dormir”.

Finalmente, este robot tendrá un precio cercano a los 2 millones 700 mil pesos chilenos. Aún no está en el mercado.