Sin muchas esperanzas para nadie, comenzó la Cumbre de los 7, en el balneario francés de Biarritz. Supuestamente esa cumbre reúne a los gobernantes de las 7 naciones más decisivas en el mundo actual. Pero no están participando ni el presidente de China, Xi Jinping, ni tampoco el de Rusia, Wladímir Putin. En cambio sí llegó por allí Sebastián Piñera, aunque sólo por invitación de cortesía.

Hasta ahora, los gobernantes europeos asistentes contemplan al impredecible Donald Trump sin saber qué esperar. Nadie, fuera del propio Trump, quiere que siga la guerra comercial con China, en la que todos pierden plata. Tampoco quieren que siga lo demás que Washington quiere: la crisis con Irán, la dictadura financiera del dólar, y que no haya nada que reemplace al difunto tratado que limita los misiles nucleares de corto y mediano alcance, entre Estados Unidos y Rusia.

Como si fuera poco, los europeos no quieren sumarse al respaldo que Trump le está dando a su colega Jair Bolsonaro, alias el Capitán Motosierrra, a quien el presidente de Francia calificó derechamente como un mentiroso.

De hecho, el anhelado tratado comercial de la Unión Europea con el Mercosur, que estaba a punto de ser ratificado, ahora quedó bloqueado por la política de Bolsonaro que ha desconocido sus propios compromisos de defensa del medio ambiente.

Y el presidente del Consejo de Europa, Donald Tusk, de Polonia, recalcó que no habrá consenso de llegar a acuerdo con el Mercosur mientras el brasilero Bolsonaro siga permitiendo la destrucción de la Amazonía.

Pero, ¿es Bolsonaro, finalmente, algo más que un pelo de la cola en la debacle global que parece venírsenos encima?

Por codicia voraz o por descuido de campesinos ignorantes, ahora los gobiernos de Brasil y de Bolivia tendrán que invertir enormes presupuestos. Primero en parar los incendios, y luego para procurar que la selva pueda recuperarse aunque sea parcialmente, lo que tomará varias décadas.

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