La conmemoración y la marcha del 8M es un momento que siempre debe estar protagonizado por las mujeres.

En esta lucha, a los hombres nos cabe ante todo callar, detenernos y asumir acciones muy concretas, que pasan por el autoanálisis, la información, la apertura al cambio y, sobre todo, a abrir nuevas formas de conversación entre nosotros mismos.

Ser varones nos implica un desafío autocrítico constante, que debería llevar a cambiar nuestros diálogos de forma activa, creando espacios habilitantes para reflexionar sobre el aporte del feminismo en la transformación de toda la sociedad.

Debemos asumir que la lucha por la equidad de género ha impulsado cambios enormes en las relaciones de poder, partiendo por crear condiciones para una vida libre de violencia, desigualdad y exclusión.

Se plantea con demasiada liviandad que el rol masculino en ese proceso es ser un “aliado”, ponerse del lado correcto de la historia y tomar acciones concretas. Ese tipo de declaraciones son fáciles de hacer, pero los cambios actitudinales, institucionales, culturales y políticos van mucho más lentos.

La historia sigue estando y seguirá estando en deuda con las mujeres por mucho tiempo, por más que declaremos nuestra buena voluntad de cooperar y deconstruir la masculinidad tóxica que nos ha formado. Asumiendo el mensaje de Simone de Beauvoir, podemos decir que “No se nace hombre, se llega a serlo”.

Esta conciencia de la construcción social de la masculinidad es fundamental para comenzar a dar cualquier paso posterior, asumiendo que la primera acción de solidaridad con las mujeres no puede partir sin un examen de los propios patrones tóxicos de conducta. En segundo lugar, generando un análisis de las estructuras políticas, culturales e institucionales que nos envuelven como individuos, y que no nos sirven para evolucionar y cambiar paradigmas. Sólo asumiendo esta agenda se podrá plantear alguna forma de solidaridad creíble y efectiva con las mujeres.

Los hombres necesitamos comprender que estamos viviendo un momento histórico de cambios, a partir de una lucha que está siendo protagonizada por las mujeres y por lo mismo, hace falta mucha solidaridad. Pero esa solidaridad parte por escucharlas activamente y evitar a toda costa el “mansplaining”*.

Si queremos protagonizar algo como hombres, debería ser en nuestras relaciones con nuestros pares masculinos, dando el ejemplo con una nueva actitud y, sobre todo, motivando un debate entre los varones más cercanos con los que podamos instalar esta discusión de fondo y en serio.

Los hombres que quieren un cambio en la desigualdad entre los géneros son mayoría, pero muchas veces callan porque sienten un temor o un falso pudor ante sus pares más reacios al futuro. Pero sabemos que la lucha feminista nos va a beneficiar a todas, todos y todes. Si cada cual sabe dónde y cómo aportar, se podrá consolidar una sociedad que avanza en un cambio irreversible de sus patrones de relacionamiento y de comunicación, haciendo que la vida sea más digna y justa.

*Tendencia (preferentemente) masculina de explicar a una persona (preferentemente mujer), sin considerar que ésta puede saber tanto o más del tema que la persona que lo explica.

Por Álvaro Ramis
Rector UAHC