Los obispos y cardenales de todo el mundo reunidos en el Vaticano seguían trabajando el jueves por grupos en el informe final que contendrá las reformas que impulsa el papa Francisco dentro de la Iglesia, que debe encarar los desafíos de la familia moderna.

La apertura de la Iglesia hacia los divorciados que se vuelven a casar, a la homosexualidad y a las convivencias, manifestada durante la primera fase del sínodo o asamblea de obispos, ha suscitado reacciones y críticas de los sectores más conservadores de la jerarquía de la Iglesia que se opone a tales reformas.

La jerarquía de la Iglesia votará el sábado un documento final, el cual será de nuevo sometido para su discusión con sus “bases” en todo le mundo, antes del sínodo de octubre del 2015 tras el cual el papa podría aprobar las reformas.

“Esperamos que el documento final sea votado por una amplia mayoría”, confesó el cardenal Peter Erdo, relator general del sínodo, dos días antes de que el texto sea sometido a votación.

Los obispos y cardenales, divididos en doce grupos por idiomas, están trabajando en los 58 puntos del borrador presentado el lunes pasado y que aborda temas espinosos como el valor de la pareja homosexual y el acceso a la comunión para los divorciados que se vuelven a casar.

“Estamos haciendo enmiendas a todos los capítulos”, contó el cardenal español Lluis Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, en la conferencia de prensa diaria en el Vaticano.

Crece una mayoría a favor de las aperturas

Para el cardenal austríaco Walter Kasper, uno de los más abiertos y progresistas y que el papa Francisco ha elogiado públicamente en varias ocasiones, “está creciendo la mayoría” que apoya la propuesta para que los divorciados que se vuelven a casar cumplen un periodo de penitencia antes de acceder a la comunión.

Una fórmula que no convence a los más tradicionalistas.

El optimismo de Kasper choca con las críticas y exigencias de los más conservadores que claman para que “no se toque la doctrina”, tras recalcar que el matrimonio es indisoluble para los católicos.

El papa argentino y jesuita, quien asiste a los debates sin que hasta ahora se haya pronunciado, quiere escuchar a la Iglesia y tomar decisiones sólo al cabo de casi dos años de cuestionarios y debates, a finales del 2005.

El cardenal conservador alemán Gerhard Mueller, prefecto para la Doctrina de la Fe, solicitó “correcciones” al texto inicial y pidió que se valorice ante todo la familia modelo católica y se dé menos espacio a los casos difíciles y a las familias irregulares, sean ellas formadas por heterosexuales u homosexuales.

Pese a ello, la acogida a los divorciados y a los homosexuales resulta casi aceptada, –debe ser votada por más de dos tercios de la asamblea– con lo que la Iglesia de Francisco abre un diálogo con el mundo contemporáneo.

Según fuentes religiosas latinoamericanas, es posible que se apruebe un texto moderado, al que le eliminarían la frase que asegura que los homosexuales “tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”, con lo que la Iglesia abandonaba abiertamente el tono de condena y prejuicio hacia la homosexualidad.

Una mediación que al parecer no va a impedir que la iglesia lance en el futuro una suerte de “pastoral sobre la homosexualidad”, para acompañarlos sin que por ello apruebe su orientación sexual.

Un problema del mundo occidental que, en otras regiones del planeta, como Africa y Asia, sigue siendo tabú.