El Ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, anunció la preparación de un proyecto de reforma al sistema electoral binominal. No es ocioso señalar que el binominal se instaló, dictadura mediante, de la mano de la Constitución de 1980 para resguardar la llamada “democracia protegida” de la Constitución pinochetista.

En la práctica, al tender a empatar las fuerzas políticas en dos grandes bloques, el sistema electoral estableció un verdadero cerrojo a los cambios institucionales, impidiendo alcanzar los altos quorums exigidos para modificar la institucionalidad.

Probablemente la razón más profunda para modificar hoy el sistema electoral nace del desprestigio que las instituciones han acumulado frente a la ciudadanía. Los hoy elegidos gozan de poca estima. Por ejemplo, porque los mismos que por años hablaron de un sistema electoral tramposo no tuvieron complejos en profitar de la trampa.

Como sea, recuperar la credibilidad no pasa sólo por cambiar un sistema electoral, aunque algo es algo.