Los pecados capitales se han popularizado en el último tiempo gracias a la industria del entretenimiento, pero más allá de las connotaciones sexuales que algunos puedan darle, tienen su origen en el catolicismo.
El pecado es un concepto clave en la Iglesia Católica, en el cual se basa el mayor de los hechos relatados por la doctrina: Recordemos que la razón por la cual Dios sacrificó a su hijo Jesús y lo condenó a morir en la cruz, momento que marcó el inicio de la religión, fue justamente para perdonar a los hombres por sus pecados.
Asimismo, sostienen que quien no se arrepienta de los pecados cometidos durante su paso por la Tierra, no tendrá la prometida vida eterna en el Reino de Dios. Pero, ¿qué es un pecado?
Según indica el sitio oficial del Vaticano, “el pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta. Es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana”.
En la religión Católica existen varios tipos de pecados, tales como los mortales, que se cometen cuando se rompe a propósito y plenamente consciente la Ley de Dios, y los veniales, que son cuando se cae en algún pecado sin estar plenamente consciente de ello.
Sin embargo, los más conocidos en la cultura popular sin duda son los pecados capitales, gracias a la amplia difusión que han tenido por medio de libros, películas y otros géneros del entretenimiento, siendo utilizados en mayor medida para retratar e idealizar aspectos sexuales considerados tabú por la sociedad.
En los orígenes de la religión católica, muchos teólogos nombraban ocho pecados capitales, incluyendo a la tristeza como el octavo. Éste fue finalmente eliminado por el papa San Gregorio Magno, quien estuvo al mando de la Iglesia a fines del siglo VI, dejando a los actuales siete: soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza.
Estrictamente hablando, éstos son llamados ‘capitales’ y están terminantemente prohibidos por la Iglesia debido a que a diferencia de los otros tipos de pecados, “generan otros pecados, otros vicios”, como señala el mismo Vaticano.
Santo Tomás de Aquino agrega a ello que “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”.
Las causas por las cuales alguien comete uno de estos pecados, según narra la Agencia Católica Latinoamericana ACI Prensa, pueden ser interiores (ignorancia, flaqueza, pasión y malicia) o exteriores (el demonio y el hombre).
De acuerdo al sitio católico especializado Catholic.net, los siete pecados capitales, también llamados ‘vicios’, son los siguientes y pueden ser vencidos por sus respectivas virtudes, explicadas a continuación:
-Soberbia: es el amor excesivo por uno mismo, que causa que se menosprecie a todos los demás. Esto provoca eventualmente que la persona se considere superior a Dios.
Se contrapone a la virtud de la humildad, que es cuando alguien no aspira a lograr grandeza propia, sino que se contenta con ser hijo de Dios, considerando el servicio a éste y al prójimo como el máximo don.
-Avaricia: cuando se atesoran las posesiones materiales más que a cualquier otra cosa, valorándolas incluso más que a las personas, y deseándolas cada vez más.
Se contrapone a la generosidad, que es entregar las posesiones propias a los pobres.
-Envidia: generar rencor hacia otra persona, provocado por el deseo de poseer lo que ésta tiene y el pesar de no poder alcanzarlo. En esto se basa el décimo mandamiento de la Biblia, que dice que “no codiciarás la casa de tu prójimo. No desearás la mujer de tu prójimo. No consentirás pensamientos ni deseos impuros. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo”.
Se contrapone a la caridad, que a su vez es una de las tres virtudes teologales, consistente en amar al prójimo y a Dios por sobre uno mismo.
-Ira: sentir furia y reaccionar violentamente cuando hacia algo que causa indignación, enojo o deseos de venganza.
Se contrapone a la paciencia, que es enfrentar las adversidades con calma y serenidad.
-Lujuria: deseo desordenado de placer sexual, sin que sean conformes al propósito divino de procrear y propiciar el amor con la pareja. Involucra al sexto mandamiento, “no cometerás adulterio”.
Se contrapone a la castidad, que controla y modera el apetito sexual en la vida de una persona, en la que según la Iglesia, debería prevalecer el amor a Dios ante todo lo demás.
-Gula: apetito desordenado de comer y beber, alimentándose en exceso o con cosas dañinas para la salud.
Se contrapone a la templanza, que promueve la moderación, evitando los excesos y el abuso de las comidas y bebidas.
-Pereza: falta de actividad física y/o espiritual por flojera, tedio u ociosidad.
Se contrapone a la diligencia, que es hacer algo con agilidad y prontitud.