Por: Alejandra Villarroel Sánchez

Consciente de la ciudad como un espacio social en constante transformación, el proyecto AVISTAMIENTO, EJERCICIOS PARA LA MIRADA invitó a seis artistas visuales a intervenir, entre los meses de mayo a noviembre de 2013, los ventanales del lado sur del Centro Cultural Estación Mapocho, convirtiéndolos en vitrinas hacia la incesante Avenida Balmaceda, con el propósito de reflexionar sobre el cómo viven y cómo se relacionan las personas con su entorno y los sistemas de circulación que se producen; transeúntes, automóviles, paseantes, vagabundos entre otros. La curadora del proyecto, Yennyferth Becerra, conversa sobre el origen, objetivos y principales reflexiones de la experiencia de exhibir arte en espacio público.

Durante siete meses los transeúntes de la vertiginosa Avenida Balmaceda, han estado en contacto con la obra de artistas chilenos de vanguardia que abordan el espacio público como soporte de sus propuestas y crítica. A cargo de la artista visual y académica Yennyferth Becerra (1973), el proyecto AVISTAMIENTO, EJERCICIOS PARA LA MIRADA propuso revitalizar el paisaje urbano, sacando la obra de arte a la calle para apropiarse de los contenidos públicos y espacios por donde el transeúnte se desplaza. A continuación, Becerra explica el origen, objetivos y principales reflexiones del proyecto.

¿Cómo surge “Avistamiento, ejercicios para la mirada” y cuáles son sus principales objetivos?

El proyecto se origina desde la propia mirada como espectador. Mi interés como artista visual siempre ha oscilado entre la condición de obra que involucra a quien convive con el trabajo y a relacionarse con otros vínculos que, desde el arte, se pueden establecer. Entonces desde aquí, pasar diariamente hacia mi trabajo por fuera de estos ventanales [en Avda. Balmaceda] que muchas veces se convertían en espejo de quienes circulaban o esperaban la micro, me motivó a convertirlos en vitrinas y utilizar ese reflejo en una imagen visible e invitar al público a ser partícipe de una experiencia artística. Por otro lado, ese lugar perdía toda condición como lugar, era invisible al que pasaba, sucio, oscuro, por la noche desaparecía, todo lo mudo que podía ser me dio la idea de convertirlo en una plataforma de comunicación. La verdad es que el objetivo por sobre todo, es ser una invitación. El arte público tiene, en general, eso como motivo: incorporarse en el camino del transeúnte, que el individuo cotidiano no tenga que buscar el arte, sino que el arte se cruce en su camino. En este sentido, estos ventanales aparecían a quienes pasaban en forma  permanente por la calle Balmaceda y quienes circulaban en auto por la avenida. La idea es invitarlos a mirar una obra, a reflexionar en torno a imágenes o gestos de intervención que mediante la luz aparecieran. Convertir al transeúnte en espectador. Hay también una segunda parte muy importante, que es rol de la Institución que, como muro límite, alberga estas obras.  Muchas de las reflexiones que podían surgir eran justamente desde esta coyuntura, desde la tensión que puede provocar una obra visual que se cuelga de un espacio institucional. Como obra estamos dentro, pero proyectamos una imagen hacia fuera, ese límite se evidencia, construimos obra en la frontera. En cuanto a expectativas, creo que todos los artistas que conforman el proyecto, quieren que el público vea la obra, que se aproxime, se cuestione y se pregunte qué hace ahí esa imagen o ese objeto. Lógicamente los lenguajes muchas veces no son comprendidos, es el riesgo de la obra expuesta hacia un exterior cotidiano, justamente es el espectador que se diferencia al que ingresa voluntariamente a una galería. Tampoco es común encontrarse con una intervención de este tipo en la calle, pero el cuestionamiento por parte del público es ya una pregunta que se busca contestar desde la experiencia.

¿Por qué cree que es importante desplazar las artes visuales hacia el espacio social de la calle y, en esa condición particular, cómo el proyecto forma audiencias?

Considero que el arte tiene una condición social, por lo tanto, es casi una responsabilidad como artista que trabaja vinculado con eso, buscar o canalizar esta condición. La calle es un espacio de traslado cotidiano, en el que  las relaciones que establecemos  muchas veces se transforman en rutina, ignoramos lo que vemos y con lo que convivimos, todo aquello en el espacio público arma un contexto social, la obra visibiliza la condición de ese contexto.  Nuestro proyecto delinea la calle, el límite y el interior de la Institución y la problemática posibles de desarrollar. En realidad, el público de la calle es un público que no buscó la obra. Se encuentra con ella y se vincula por causalidad, por lo tanto, el lenguaje claramente no siempre es codificado en los términos en que una obra funciona al interior de un espacio de exhibición. Pero sin duda es lo que motiva  a los artistas a entrar en el ámbito público. Se quiere encontrar al individuo para que ingrese a esa visualidad, se le invita a conocer estos nuevos códigos, a que sean menos lejanos. Que conozca los nuevos materiales utilizados, los nuevos desplazamientos para las imágenes, las descontextualizaciones, etcétera. Creo que lo importante es mostrar que el arte contemporáneo no se involucra con nuestro propio contexto, pero con una re lectura, con nuevas intenciones, las temáticas e imaginería son tomadas de nuestra propia realidad,  extraídas del imaginario colectivo cotidiano. Es por eso que es importante buscar un espacio  público, porque se transforma en la herramienta de vinculación. Era muy interesante ver en las noches, mientras la gente esperaba la micro, cómo las vitrinas se convertían en una especie de escenario que iluminaba el paradero y cómo se convertían en paneles para mirar. Escuchamos comentarios como “qué es esto ¿es una publicidad? o ¿qué hacen estos objetos por acá? Lo cual indica que estas obras provocan algo, violentan la mirada o los sentidos. Eso se produce al  encontrarse con una obra en la calle. 

¿Cómo establece los ejes temáticos desarrollados bajo su curatoría?

Cuando articulé el proyecto pensé en invitar artistas cuyo trabajo también se enmarcara en el cuestionamiento social. Pensé en quienes consideran al espectador y que propusieran una reflexión frente a eso. La pregunta inicial siempre fue desde la condición de ventana/vitrina, exhibir sobre el límite. De hecho, en nuestras conversaciones nos planteábamos como artistas trabajando en el límite de la Institución, ni fuera, ni dentro, sino en el contorno, por lo tanto, las temáticas comenzaron a surgir desde estos cuestionamientos. Traer el contexto a los vidrios, enmarcar imágenes que aparecen, estereotipos de transeúntes que lo circundan, objetos que se desbordan y cuestionan al ser social en lo social o simplemente comenzar a dibujar lo invisible que pasa por la calle. Finalmente cada mirada provoca e incorpora al individuo, transforma el espacio público en una experiencia privada.

Estrategias de locación e institucionalidad ¿Por qué escogió la Avenida Balmaceda y el Centro Cultural Estación Mapocho para realizar la serie de intervenciones?

Era interesante que cada mañana al circular en vehículo me encontraba con ese lugar saturado de gente esperando, dando la espalda al Centro Cultural. Para el propio Centro Cultural, pareciera que este límite no importara, y esta negación es el pie de querer ahondar. Los límites Balmaceda, Mapocho y el río, son líneas que delimitan un lugar rodeado de vida de distinta naturaleza. Vagabundos, vendedores ambulantes, veganos, escolares, prostitutas, ladrones, personas que trabajan en el sector, floristas, verduleros, comerciantes, inmigrantes, etc. La diversidad es enorme y la coyuntura que ello genera es muy interesante, porque tal como los vidrios de estas vitrinas, estos personajes pasan a ser muy invisibles. Traslucidos permanentemente. Es difícil definir quiénes habitan este sector, es más simple hablar de lo negado, de lo oscuro que aclarar lo que efectivamente hay. Y eso es lo interesante, lo difuminado e indefinible, la obra actúa sobre esa indefinición y funciona como puente para generar una reflexión. Este proyecto se viene trabajando desde hace dos años, entre lo que significa estructurarlo, presentarlo a la Institución, conseguir el apoyo de ésta y desde ahí el financiamiento, que en este caso fue poyado por FONDART. Es difícil poder llevar a cabo un proyecto que no está en un espacio que se define para realizar exhibiciones. Claramente complica a la Institución, nosotros estamos montando obras en las ventanas, por fuera y por dentro, por lo tanto todo es distinto a lo que se acostumbra como funcionamiento, horarios, materiales, dimensiones, son dificultades poco comunes. Trabajar con luz fuera de los horarios es también algo distinto. Estar iluminando un espacio que generalmente está totalmente oscuro. Eso es casi una metáfora del proyecto en sí. Son elementos que arman la obra pero que cuesta sobrellevarlos. Hasta ahora hemos tenido que conllevar nuestra experiencia con la nueva experiencia que significa adaptar este espacio para exhibir en el Centro Cultural, por supuesto como Institución considero interesante que tome el riesgo y que provoque en cierta medida con lenguaje contemporáneo a sus visitantes y a quienes circundan este edificio.

Yenniferth Becerra

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Ultramarina

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Resistencia

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