Dos importantes sindicatos turcos iniciaron el lunes una huelga general contra la brutal represión de los mítines antigubernamentales, un nuevo desafío al primer ministro islamo-conservador Recep Tayyip Erdogan, que la víspera movilizó a miles de partidarios y justificó las intervenciones policiales.

El ministro del Interior, Muammer Güler, declaró “ilegal” la huelga y advirtió que cualquier manifestación será reprimida sin miramientos, después de un fin de semana marcado por enfrentamientos en varias ciudades que proseguían de forma esporádica en Estambul.

“Hay tentativas de sacar a la gente a la calle para acciones ilegales como una huelga”, pero las fuerzas de seguridad “no lo permitirán”, dijo Güler en declaraciones a la prensa.

La policía desalojó el sábado por la noche el parque Gezi y la plaza Taksim de Estambul, epicentro de las protestas iniciadas hace más de dos semanas, en medio de violentos enfrentamientos.

Los choques prosiguieron el domingo, con unos 600 detenidos en Estambul y Ankara, según los colegios de abogados de esas dos ciudades.

Un colectivo de sindicatos, entre ellos dos grandes federaciones de obreros y funcionarios (DISK y KESK), con unos 700.000 adherentes, convocaron una huelga el lunes para denunciar la brutalidad de las fuerzas de seguridad.

Los sindicatos llamaron además a una concentración a partir de las 16H00 locales (13H00 GMT), para marchar hacia la plaza Taksim, acordonada por la policía.

“Queremos que la violencia policial cese de inmediato”, dijo a la AFP el portavoz de KESK, Baki Cinar.

Erdogan, en el poder desde 2002, justificó la actuación policial ante unos 100.000 partidarios de su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) el domingo por la noche en Estambul.

“He dicho que habíamos llegado al final. Que se había vuelto insoportable. Ayer, la operación fue llevada a cabo y [la Plaza Taksim y el Parque Gezi] fueron limpiados”, exclamó Erdogan ante los gritos de apoyo de la multitud.

“No abandonaremos esta plaza a los terroristas”, proclamó, refiriéndose a banderas y pancartas de algunos movimientos políticos prohibidos que fueron desplegadas en la Plaza Taksim.

En su mitin de más de dos horas, Erdogan criticó a los medios internacionales de prensa cómplices de los “terroristas”, al parlamento europeo que sobrepasa “los límites” y a los “saqueadores” que destruyen el país.

PRESIÓN EUROPEA

La presión sobre Erdogan viene también de sus vecinos europeos. La represión es “demasiado dura”, declaró la jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, en una entrevista que el canal de televisión RTL difundirá en la noche del lunes.

La ola de protestas se propagó a todo el país cuando la policía desalojó el 31 de mayo a centenares de ecologistas que protestaban contra la destrucción anunciada del parque Gezi y de sus 600 plátanos.

El movimiento tomó rápidamente otra dimensión y apuntó directamente a Erdogan, acusado de autoritarismo y de querer islamizar a un país de 76 millones de habitantes con profundas raíces laicas mediante leyes que prohíben la venta de alcohol o autorizan el velo islámico en las universidades.

Según el último balance del sindicato de médicos turcos, cuatro personas murieron y cerca de 7.500 resultaron heridas desde el inicio de las protestas.

Los sindicatos KESK y el DISK ya habían convocado dos días de huelga hace dos semanas para apoyar a los manifestantes que habían sacado a centenares de miles de personas a la calle.

Pero Erdogan, de 59 años, sigue teniendo una fuerte base de apoyo social. El AKP ganó las últimas tres elecciones, con casi la mitad de los votos en 2011, y el país registró en los últimos años un fuerte crecimiento económico.