Si bien el clásico chiste machista abusa del estereotipo de la mujer que lo compra todo y que defiende con muelas y dientes su producto en oferta, no sé si en una venta nocturna a las féminas las esperaron con vehículos de Fuerzas Especiales.

Nunca vi una mujer acampar por un par de botas, pero si a muchos hombres perder una jornada entera de trabajo por comprar una Nintendo Wii por $50 mil pesos.

¿Cómo llegamos a este escenario?

La expresión “venta de bodega”, aunque éstas sean sólo en Santiago, se multiplican como “callampas” en redes sociales, creando la ilusión de que saldremos con una tienda entera por la plata que se junta entre los cojines del sillón.

No se cruza por la mente del cliente que ese aviso está siendo visto por centenares de personas que adquieren una actitud de “no tengo nada que perder”, y sin pensarlo dos veces, piden días administrativos sin goce de sueldo, inventan enfermedades, adelantan vacaciones, o derechamente las desperdician en estar en una línea a la intemperie.

Atrás queda la observación que si hay 50 productos en oferta y la fila tiene 300 personas, va a haber un conjunto que va a quedar bastante molesto. Especialmente si no existe un límite claro de cuantas unidades puede obtener el mismo cliente. Algo muy similar a lo que pasó en la primera venta de bodega (es cosa de llegar temprano y con la tarjeta de crédito con cupo).

Tal y como comentamos durante el fallido Cyber Monday, la oferta por tecnología a precios bajos existe durante todo el año y las empresas no están dando el ancho. En vez de fortalecer sus plataformas webs, prefieren los servidores caídos y pagar la multa del Sernac, el caos de centenares de clientes agolpándose en la entrada, como algo sacado del Señor de Los Anillos, antes de tener precios adecuados todo el año fidelizando así al cliente.

Pero la venta de bodega tiene otro aspecto más que el netamente monetario, y es el orgullo de haber obtenido algo a un precio ridículo, el haberle ganado al sistema.

En una sociedad que nos tiene contra el paredón con intereses, ajustes de sencillo, costos de facturación y otro robo hormiga institucionalizado, el comprarse aunque sea un mouse óptico por monedas, es un acto reivindicatorio.

Pero no somos héroes de la clase trabajadora, nos convertimos en alguien con un producto barato.

Queda para pensar qué nos traerá este 2013 en cuanto a “Megaventas”, ojalá con sistemas de ventas más propios del siglo XXI, y no nos tengan como perros peleando por un pedazo de carne “de segunda selección”.

Mike Haggar
Participó en el podcast de videojuegos, cine y TV “Procesador”. Preocupado de estos tipos de entretenimiento desde el amateurismo… por ahora.