Fui testigo del notable compromiso con que Antofagasta Minerals abordó la reconstrucción post 27/2. La pregunta inicial fue identificar dónde su aporte sería más significativo, ante las infinitas urgentes necesidades que se vivieron en gran parte del territorio nacional.

La primera opción fue concentrarse en hacer aquello para lo cual la empresa es particularmente buena: construir rápido y bien. El segundo paso fue identificar el lugar donde podían hacer el aporte más significativo y la repuesta fue las caletas del Maule más afectadas por el tsunami. Todo el país estaba conmovido con la total destrucción no sólo de las viviendas de los pescadores, sino también de sus herramientas de trabajo. Por ello resolvieron concentrarse en Boyeruca, Duao, La Pesca, La Trinchera, Putú, Rio Maule, Maguillines, Pellines, Loanco, Pelluhue, Curanipe y Cardonal.

Antofagasta Minerals abordó este proyecto con el mismo profesionalismo con que posiblemente enfrenta todos sus desafíos. Conformó un equipo de personas altamente capacitadas y comprometidas, contactó los mejores profesionales, aportó todos los recursos necesarios. Finalmente llegó el momento de las inauguraciones y las fotografías son un testimonio de la satisfacción de los protagonistas por haber tenido la oportunidad de hacer un aporte contundente para aliviar el impacto destructivo del sismo y la posterior fuerza del mar.

Igualmente es irrefutable el reconocimiento de las comunidades cuyo dolor estaba siendo aliviado no sólo por el aporte material sino por el cariño construido con la gente de Antofagasta Minerals. El resultado abordó no sólo la entrega de elementos materiales, sino apoyo sicológico, capacitación y un modelo de negocios a través de la Ruta de las Caletas.

Recientemente apareció en un matutino la noticia que 3 de los 6 establecimientos gastronómicos no estaban siendo utilizados. Uno por resistencia de los pescadores a abandonar sus tradicionales “boliches”, otro por falta de un permiso sanitario y el tercero porque se había inundado por la rompiente. Todo ello en medio de una campaña publicitaria del Gobierno, invitando a los turistas a apoyar la reconstrucción con su visita a estos lugares.

La verdad es que no es primera vez que gigantescas inversiones de las empresas no son plenamente utilizadas por las comunidades, como había sido el altruista propósito de sus impulsores. Ello ocurre porque estas iniciativas son ideadas PARA las comunidades, no CON ellas. Sólo las personas directamente involucradas saben lo que es bueno para ellas.

Por muy bien intencionadas que sean los donantes, es imposible que un grupo de ejecutivos, por muy brillantes que sean, logren desprenderse de su visión de vida para pensar lo que será útil para otros. De paso reconozcamos que detrás de esta postura se esconde una solapada arrogancia cutural: yo estoy bien, tú estás mal, sé lo que te conviene para que algún día te parezcas a mí.

Adicionalmente, los chilenos tenemos una característica que empeora la situación: decimos que SI, cuando sabemos que algo NO funcionará, sin asumir que esta falta de asertividad hace perder valiosos recursos financieros y afectivos. Y gran parte de los dirigentes padecen de esta lacra.

Por ello, la única receta es involucrar a los afectados desde la etapa más temprana de la iniciativa de modo que el diseño inicial responda a una identificación participativa de un sueño común, que tome en consideración las potencialidades de un grupo humano, no sólo sus carencias. También es importante traspasar el poder de decisión a un colectivo legitimado por la comunidad, cuidando que ningún grupo quede excluido.

Sólo así, la inversión realizada no se transformará en un “elefante blanco” que quede como testimonio de una empresa que se dejó llevar por su buena intención y de una comunidad que desperdició una irrepetible oportunidad.

Ximena Abogabir
Presidenta Ejecutiva de Casa de la Paz, periodista y miembro del Consejo Nacional asesor del programa de pequeños Subsidios del PNUD (Naciones Unidas). En el pasado fue miembro del Consejo Consultivo Nacional y del Metropolitano de CONAMA, Presidenta del Consejo de las Américas y Consultora de Unicef.
Desde el año 2002 a la fecha integra la Comisión Verificadora de Conducta Responsable, organizada por la Asociación de Industriales Químicos.