Por quinto año consecutivo, Europa ganó la batalla en el Mundial de Clubes, tras la victoria el domingo por 4-0 del Barcelona español sobre el Santos brasileño, que constató la enorme diferencia que existe actualmente entre el fútbol de ambos continentes.

El 4-0 fue el resultado más contundente en una final en las ocho ediciones del Mundial de Clubes, además de la victoria más amplia de la historia del torneo, igualadas con los también 4-0 que el Barça endosó en semifinales al América mexicano en 2006 y al Al Sadd catarí en esta edición, el pasado jueves.

Teniendo en cuenta el anterior formato de la competición, la Copa Intercontinental, hay que remontarse a la prehistoria de los pulsos Europa-Sudamérica, a 1961, cuando el Peñarol uruguayo ganó uno de sus partidos en el torneo al Benfica portugués por 5-0.

Desde entonces, ningún equipo se había impuesto por cuatro tantos de diferencia en una final del torneo, algo que este Barça de Lionel Messi, Xavi Hernández y Andrés Iniesta, el plantel que va camino de ser uno de los más recordados de la historia, ha conseguido en esta ocasión.

Sudamérica había comenzado con fuerza el Mundial de Clubes, apuntándose los tres primeros títulos gracias a clubes brasileños, el Corinthians en 2000, el Sao Paulo en 2005 y el Inter de Porto Alegre en 2006, pero desde entonces Europa ha reinado de manera absoluta.

Boca Juniors, Liga de Quito, Estudiantes de La Plata, Inter de Porto Alegre y ahora Santos participaron respectivamente en ediciones que vieron coronarse al Milan (2007), el Manchester United (2008), el Barcelona (2009), el Inter de Milán (2010) y de nuevo el Barça, en este 2011.

En la historia de la Copa Intercontinental fue muy raro que se dieran cinco años de dominio de un continente y el último periodo similar se dio en los años noventa, entre los títulos de los argentinos Velez Sarsfield en 1994 y el Boca Juniors en 2000.

La progresiva internacionalización del fútbol, los traspasos cada vez más tempranos de grandes promesas sudamericanas a los equipos del ‘Viejo continente’ y el impulso de las ligas europeas gracias a los derechos televisivos han hecho el resto y han permitido agudizar las distancias.

Antes incluso de la final, el entrenador del Santos, Muricy Ramalho, ya había hablado de la gran diferencia que veía entre los clubes de ambos lados del Atlántico.

“El fútbol brasileño está mejorando. Está cambiando como el país, los mejores jugadores están quedándose, como Neymar, aunque el factor económico sigue siendo la diferencia con respecto a Europa, que siempre termina atrayendo a los mejores futbolistas”, explicó.

La estrella del Mundial de Clubes fue precisamente un sudamericano, el argentino Lionel Messi, que consiguió un doblete en la final, pero para un equipo europeo, en lo que es un ejemplo perfecto de la teoría de Ramalho, muy extendida en el fútbol.

Otro sudamericano que destacó en este torneo, el entrenador uruguayo Jorge Fossati, que quedó tercero con el Al Sadd catarí, ya había señalado a este misma causa en una entrevista con la AFP en Toyota, para subrayar las diferencias entre el buen momento de la selección de su país y el estado de sus clubes.

“En la selección española los jugadores están en España. En Uruguay se los llevan a los 17 y 18 años, y así es muy difícil, llegar a una final como hizo Peñarol este año ya es algo grande. No busques a (Diego) Forlán, (Luis) Suárez o (Edinson) Cavani en Uruguay, porque están jugando fuera”, apuntó.

La próxima oportunidad de romper esta tendencia tendrá lugar el próximo diciembre, de nuevo en Japón, en el noveno Mundial de Clubes.