Las virtudes de Rafael Nadal como deportista están sobradamente demostradas. Y sus virtudes como profesional de tomo y lomo en esta carrera, la de tenista, que ha elegido para formar parte de su haber.

El actual número 1 del mundo, como nunca en los últimos dos años, ve peligrar su liderazgo. Y precisamente por como está conformado, admite que sus errores y cierto cansancio por la presión permanente no le han dejado plantear el juego que lo ha llevado a la cima. Ese quiebre con el casi imbatible jugador tanto en canchas lentas como también en las de cemento y césped, lo ha marcado sus derrotas ante Novak Djokovic en torneos en los que era “el candidato”: Madrid y Roma, los dos en arcilla.

Nadal ha ganado un durísimo partido de primera ronda en la cancha central de Roland Garrós pero ello no le marca un futuro mejor. El norteamericano John Isner aun en la derrota marcó un camino que puede complicar al español con otros tenistas que no sean Novak Djokovic: atacarlo con precisión, cerrarle la cancha con subidas a la red si se puede y hacerlo jugar corto. Eso logró Isner, aquel que en marzo pasado perdiera en 5 sets y en maratónico partido ante Paul Capdeville en el court central del Estadio nacional de Santiago en el match Chile-Estados Unidos por la Copa Davis.

Entre una falta de confianza que se ha colado por una pequeña ventana en la cabeza del manacori y la audacia de algunos rivales (Soderling hace dos años en París, del Potro en Miami y el us Open en 2009 y ahora Djokovic) Nadal está comenzando a aterrizar. Y no es por agrandado ni por creerse el cuento del mejor del mundo. Su propia aureola, su carrera fantástica fueron creando un muro casi intratable para sus contendientes, hasta que como siempre, hay un final y un principio.

Nadal lo sabe. Él cerró el paso a la inmortalidad a Roger Federer, a pesar de sus enormes títulos en los torneos del Gran Slam. Y luego apareció Nole quien aquí en París está buscando destronar, en cancha, al dueño de este y otros certámenes.

Nadal asume pero está dispuesto a vender caro su primacía en el ranking. Ante Isner lo demostró a pesar de haber jugado su partido más largo en una primera ronda desde que manda en Roland Garrós (2005, 2006,2007,2008, 2010; en 2009 perdió en semifinales con Robin Soderling).

Lo sabe y, caballero, lo dice cuando habla.

Nadal y sus sentimientos.

- Evidentemente he hecho un partido complicado pero no ha sido el único que he jugado mal en Roland Garrós. Tuve una distracción y no me puede pasar.

- Levanté dos sets a uno abajo aunque estaba nervioso y eso hay que aceptarlo. Siempre es difícil de debutar en Roland Garrós. El sirvió muy bien. Con su saque pudo ser agresivo y tirarme hacia atrás.

- No ha sido bueno jugar más de 4 horas. Son primeras rondas que deben jugarse de otra forma. Lo positivo es que jugué bastante en la cancha. Creo que jugué dos horas más de lo que debía. Acepto que estoy nervioso en los tiebraks, es normal, me ha pasado, no es sorpresa para mí. Por suerte juego otra vez recién pasado mañana.

- Las pelotas no me disgustan. Creo que salen bien de la raqueta. Para mí no está mal; hay que tomar la confianza para darle el destino adecuado. Son rápidas. Y le pegué muchas veces con miedo por eso se me quedaron varias.

- La única vez que jugué mal con Djokovic fue en Indian Well`s; las otras veces, él jugó mejor que yo. Pero antes tuve otros partidos así. Con Federer en Madrid estaba arriba y él me quebró dos veces. Con Murray también. Estas cosas antes no me pasaban; ahora no tengo porque esconderlo me está sucediendo seguido. Tendré que solucionar esto.

- Al fin y al cabo son muchos tiempos de competición; arriba, siempre primero o segundo, es el séptimo año entre dos y uno del mundo y esas son muchas semanas de aguantar la presión. Esta carrera es así. Pero no es un momento tan bajo. Llegué a seis finales, gané dos.

Rafael Nadal y sus verdades. Sabe que no es su momento y lo reconoce. Tiene autocrítica. Y tiene tiempo para las reparaciones. Eso lo hace más grande todavía.

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