El chileno Cristián Jiménez presentó el sábado su filme “Bonsái” en el Festival de cine de Cannes, una melancólica y romántica historia de amor entre jóvenes literatos de la generación posterior a la dictadura de Augusto Pinochet.

Gracias a sus numerosas referencias al escritor Marcel Proust, “Bonsái”, basada en la exitosa novela epónima de su compatriota y coetáneo Alejandro Zambra, sedujo en especial al público francés.

La película de Jiménez cuenta la historia de un aprendiz de escritor, Julio, que navega entre la realidad y la ficción, fingiendo sacar en limpio la novela de un escritor mayor, Gazmuri, que él en realidad está escribiendo y que deja leer a una de sus novias, Blanca.

“Escribir es como cuidar un bonsái”, dice en un momento dado el personaje Julio. Su historia navega entre dos épocas, entre dos mujeres, entre Valdivia (sur de Chile) y Santiago.

Como en la novela de Zambra, en el filme hay muchas referencias literarias, y en especial al cuento “Tantalia”, del argentino Macedonio Fernández, estableciéndose un paralelo entre la planta que la novia regala al novio y que hay que cuidar día a día, como el amor, para que no se muera.

“Es la historia de un estudiante de literatura de 20 años que lee a Proust y sueña con escribir una novela. Al llegar a los 30 se encuentra enfrentado a la vida real, a sus frustraciones”, dijo Jiménez, resumiendo el argumento, en una entrevista con la AFP.

“A los 20 años había que agarrarse de algo, y nosotros nos agarramos de los libros. Yo no fui un cinéfilo precoz, para mí primero fue la literatura y luego, en los últimos diez años, vino el cine”, añadió este cineasta de 36 años.

“Bonsái” es el segundo largometraje de Jiménez, cuya anterior cinta, “Ilusiones ópticas” (2009) también tuvo mucho éxito, dándole la vuelta al mundo en numerosos festivales.

“Para nosotros los libros fueron un pequeño y valioso refugio. Nuestra generación, que salió de la adolescencia en los años 90, en la posdictadura, se sintió sola, aquejada por una soledad, yo diría existencial, como si no tuviera techo. Los libros nos dieron ese techo”, explicó.

“Nuestros padres lucharon por sus ideales, pensaron cambiar el mundo, tenían sus sueños. Nosotros, en mi generación, caímos en una orfandad, en una desilusión, en una falta de referentes. Fue una sensación visceral. Chile cambió mucho”, añadió.

“Bonsái habla de mujeres, libros y plantas”, recalcó con una gran sonrisa Jiménez, quien en marzo pasado ganó el Premio Cine en Construcción atribuido en el Festival de Toulouse (sur de Francia) que garantizó su posproducción.

“El cine chileno actual tiene mucha vida, mucha energía, me siento orgulloso de formar parte de él. Nuestras películas retoman y prosiguen lo que fue interrumpido por el golpe de Estado (de Pinochet, en 1973), el hilo quedó colgando”, dijo.

“Nuestra generación es heredera de la época de oro del cine chileno: Miguel Littin, Helvio Soto, Raúl Ruiz, esos son nuestros padres. A Raúl Ruiz lo admiro mucho, tenemos el mismo director de la foto, pienso que en Chile no hemos apreciado realmente su inmensa obra”, dijo.

“También admiro mucho a Patricio Guzmán, aunque yo soy un militante total de la ficción”, confesó.

“Una película no sólo es una historia, sino que es también un artefacto. En este caso aspiro a que el bonsái no sólo sea un elemento de la intriga, sino también una inspiración para su estilo, que deseaba sintético, ascético, focalizado en cada detalle en lugar del contexto, y dotado de un grado significativo de levedad”, había dicho Jiménez al presentar su proyecto.