Los países occidentales, en particular Francia, lanzaron el sábado una operación militar de grandes proporciones en Libia con el objetivo de expulsar del poder al coronel Muamar Gadafi, una misión cuyo desarrollo y desenlace son inciertos.
“Puede ser relativamente largo pero tampoco se puede excluir una solución rápida”, resume de forma sibilina un responsable francés, que pidió el anonimato.
En la historia reciente, la caída de los jefes de Estado confrontados a una rebelión ha sido a veces súbita e inexplicada.
Así ocurrió en junio de 1999 con el serbio Slobodan Milosevic, sometido a bombardeos de varios meses de la OTAN y que tiró la toalla de la noche a la mañana. También la precipitada salida del presidente tunecino Ben Alí, a principios de año, sorprendió a la comunidad internacional.
En el caso de Gadafi, que sobrevivió en abril de 1986 a un diluvio de bombas estadounidenses que mataron a su hija adoptiva, responsables franceses se muestran prudentes.
“Ha elegido una huida hacia adelante”, se opina en el ministerio de Relaciones Exteriores.
La comunidad internacional le pide que “cumpla literalmente las resoluciones del Consejo de Seguridad” de la ONU que exige el fin de la violencia, recordó el ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé.
“Desgraciadamente, en mi opinión personal, hay pocas esperanzas” de que lo haga, añadió.
“Vamos a ayudar al pueblo libio a liberarse”, admitió Alain Juppé. “No está inscrito en la resolución del Consejo de Seguridad”, que autoriza el recurso a la fuerza, “que (Gadafi) deba irse, pero es evidente, no podemos negarlo, que el objetivo es permitir al pueblo libio que elija a su régimen”, añadió.
Para François Heisbourg, de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS), la salida de Gadafi es necesaria ya que “es la única forma que permite evitar a corto plazo el riesgo de partición del país”.
Por el momento, los aliados excluyeron cualquier operación terrestre y ahora están forjando una coalición aérea con la mayor visibilidad posible para la presencia árabe, aunque ésta sea de hecho simbólica. Qatar prometió entre cuatro y seis aviones, y los Emiratos Arabes Unidos una veintena.
También los aliados deben hacer frente a quienes se oponen a la intervención militar: países africanos, Venezuela, Rusia o Alemania la denuncian, o expresan al respecto serias reticencias.
La OTAN ha quedado descartada del principio de las operaciones. “Se le ha dicho +no por ahora+”, indica un responsable francés. “La Alianza intervendrá más tarde si ello es necesario para una zona de exclusión aérea”.
Curiosamente, la dirección de las hostilidades no tiene aún jefe. Un cuartel general estadounidense en Alemania permite una “coordinación” entre Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, según la misma fuente. Queda pues por definir la designación de un comandante, así como el coste que tendrá que asumir cada país de la operación.
Aunque el presidente estadounidense Barack Obama es muy prudente, al referirse a “acción militar limitada” y de “protección de civiles en Libia”, no cabe duda, según los expertos, de que el objetivo de los occidentales es que Gadafi se vaya tras más de 40 años en el poder.