El presidente de Ecuador, Rafael Correa, expresó el sábado que su Gobierno dispuso una reestructuración del mando de la Policía luego de la rebelión de uniformados del 30 de septiembre, que dejó diez muertos y 274 heridos y que el mandatario calificó como un intento de golpe de Estado.

“Se están reestructurando los mandos policiales y todas las cosas que fallaron” para detectar la sublevación, dijo Correa tras ser agredido ese día por los manifestantes y secuestrado en un hospital, de donde fue rescatado en una operación militar en medio de un cruento intercambio de disparos.

En su informe semanal de labores, el mandatario socialista señaló que está analizando la situación de la Policía y del país. “Nos dicen que todo está en calma”, puntualizó y llamó a sus simpatizantes a que “no nos engañemos” en cuanto a perder de vista que se trató de un intento golpista.

Insistió en su denuncia sobre la existencia de una organización paramilitar integrada por uniformados y autodenominada Grupo Armado Policial (GAP), la cual habría participado en la insurrección.

“No permitiremos que aquí se nos formen grupos paramilitares ni nada de esa índole”, indicó Correa y apuntó que “con todo el poder del Estado sabremos combatir esas expresiones de fanatismo y fascismo”.

El último jueves se iniciaron los juicios penales contra supuestos responsables de la rebelión con la detención de 14 uniformados, incluido un coronel que era el jefe de la escolta legislativa, y un político de oposición.