Cualquier mujer que vista pantalones en París comete un delito, según una ordenanza de la Policía del año 1800 que sigue vigente, revela la historiadora Christine Bard en un libro en el que analiza las luchas de las mujeres para vestir esa prenda masculina.

Ella sería una delincuente / ifiimages.com

Ella sería una delincuente / ifiimages.com

“En 1800, una ordenanza de la prefectura de policía prohibía a las mujeres usar pantalones salvo autorización expresa. Y esa normativa no ha sido derogada, sigue vigente”, afirmó Bard, que acaba de publicar “Une histoire politique du pantalon” (Una historia política del pantalón, editorial Seuil).

“El pantalón era no sólo el símbolo del poder masculino sino de la separación de los sexos y una mujer que vestía pantalones era acusada de travestismo. Se le consideraba una amenaza al orden natural, social, moral, al orden político establecido”, señaló Bard, en entrevista con la AFP.

La historiadora especializada en estudios de género pasa revista en su libro a la historia de esa prenda desde la Revolución francesa, en 1789.

Para las mujeres, vestir un pantalón, atributo fundamental del poder masculino, ha sido “una conquista histórica”, “un símbolo de un avance en su lucha por su liberación”, y constituye un “indicador del combate de la mujer por la igualdad”.

El apoderarse del pantalón, una prenda que favorece la acción, la libertad de movimiento, y que está cargada de valores políticos importantes –libertad e igualdad–, “fue un largo proceso, un combate que reflejó, y contribuyó, a un cambio en las relaciones entre los sexos”, explicó.

Bard da un espacio importante en su libro a señalar a pioneras feministas, como la escritora francesa George Sands, una mujer rebelde e independiente, que en el siglo XIX se vestía como hombre, con pantalón, chaqueta y corbata, como parte de su combate político contra “la tutela del hombre”.

Hubo también actrices como Marlene Dietrich, que vestía pantalones en Hollywood en 1933, y que “erotizó esa prenda”, creando una imagen de mujer fatal.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en las fábricas del ejército en las que trabajaban mujeres, el uso del pantalón empezó a generalizarse por razones prácticas. Y en la guerra fría, la prenda “se inscribe en el campo llamado ‘de la libertad’”, recuerda.

Apareció también en las pasarelas en los años 60. Pero fue sólo hasta los años 70 que la mujer se apoderó del pantalón, enfatizó Bard.

“El uso del pantalón por las mujeres se popularizó en los 70, gracias a las luchas feministas, a la ropa deportiva venida de Estados Unidos y principalmente el bluyín”.

“Y también gracias a la influencia del gran modista Yves Saint Laurent, que soñaba con crear para las mujeres el equivalente del vestuario masculino”, notó.

Yves Saint Laurent revolucionó las pasarelas en 1966 con el smoking para las mujeres, que se convirtió en una de las piezas maestras de sus colecciones, hasta 2002, recordó Bard.

Pese a que no se ha derogado la anacrónica y trasnochada ordenanza de la policía parisina, el pantalón progresa inexorablemente y la moda le ha dado sus cartas de nobleza.

Aunque no en todo el mundo, señala Bard, que recuerda que en Sudán una mujer que viste pantalón es castigada con 40 latigazos.

La historiadora concluye subrayando sin embargo la importancia para las mujeres de no usar el pantalón. “Lo que es importante es la libertad de decidir”, dijo, interrogándose acerca de “porqué la falda no podría también ser una prenda mixta”.

“Quizá veremos un día la lucha del hombre por apoderarse de la falda”, dice, un poco en broma.