La última y esperada película de Silvio Caiozzi (Julio comienza en Julio, La luna en el espejo, Coronación, Cachimba) parece ser su trabajo más personal, o el menos “donosiano”. Es una larga y profunda reflexión sobre la memoria, los sueños e ideales, contrastados con las relaciones humanas y con lo que la vida –en parte-ha hecho de nosotros.

Silvio Caiozzi (c)
…Y de pronto el amanecer, Silvio Caiozzi (c)

Con las soberbias actuaciones de Julio Jung y Sergio Hernández (además de Arnaldo Berríos), la película, situada en la isla de Chiloé, relata la historia del “Pingüino” (Julio Jung) que, después de más de cuarenta años, vuelve a reencontrarse con su infancia y juventud.

Así, en entornos bellísimos (muy buena fotografía de Nelson Fuentes como la direcciópn de arte de Guadalupe Bornard y Valentina Caiozzi), Pancho Veloso, el Pingüino, con la excusa de escribir unos artículos para una revista, va grabando recuerdos e ideas a medida que reconstruye su infancia y su adolescencia –con su grupo de amigos de aquellos tiempos-, marcada por un gran amor que se debate entre él y un militar, hasta que llega el golpe de estado y todo se precipita.

Silvio Caiozzi (c)
…Y de pronto el amanecer, Silvio Caiozzi (c)

“…Y de pronto el amanecer” es un detallado reconstruir de la memoria, los afectos, de recuperar esos espacios de la infancia y la adolescencia tensionados por los llamados al celular, las presiones del editor de la revista, las llamadas de su señora desde Santiago. La tensión entre reencontrarse (con el ritmo chilote) y la cotidianidad (con su tensión urbana santiaguina).

Una infancia y adolescencia tratadas como sueños, vida intensa llena de descubrimientos, de anhelos, ingenuidad.

Las palabras del duende-vagabundo “la única verdad es salvar el pellejo” es lo que finalmente rompe el sueño, los ideales, lo que finalmente viene el Pingüino a tratar de reparar, o a tratar de reconciliarse con ese pasado y con los entrañables personajes que lo poblaron.

“…Y de pronto el amanecer” es hermosa en muchos sentidos. Invita y atrapa para luego confrontarnos con un desenlace compartido por muchas personas y buena parte del país.

Un punto aparte: en pleno escape, hay un muerto del que nada se sabe y nada se averigua… una víctima anónima que queda en el camino, como tantas en nuestro país.

Al ver “…Y de pronto el amanecer” es imposible no pensar en Silvio Caiozzi, en sus propios sueños como cineasta, en “A la sombra del sol” (1974, codirigida con Pablo Perelman. La continuista -Carmen Bueno- y el camarógrafo -Jorge Müller- de la cinta fueron detenidos al día siguiente de su estreno, engrosando la larga lista de los detenidos desaparecidos de la dictadura), en sus filmes cargados de oscuridad, de ambientes cerrados, pesados, de frustración.

A pesar de ver a un Pingüino cansino, los ambientes abiertos, llenos de color y naturaleza, como la voluntad persistente por rearmar y resolver los puntos oscuros de su pasado, generan un ambiente positivo, propositivo, activo.

Por lo anterior, “…Y de pronto el amanecer”, siendo una cinta muy de Caiozzi, al mismo tiempo es la película menos “Caiozzi” (donosiana). Es un gran y muy alentador giro.

Silvio Caiozzi no sólo “salva el pellejo”, abre una ventana luminosa donde pensábamos que ya sólo habría oscuridad y encierro.