Esta fue una semana en desarrollo lento, aunque fue marcada por algunos hechos decisivos. En Europa, la OTAN se dio cuenta de que Rusia desde el comienzo había hablado en serio al advertir que llegado el caso responderá a una agresión en forma decisiva. Y especificó que eso incluye el uso de armas atómicas. La advertencia fue formulada hace más de un año, pero recién ahora la OTAN comenzó a lamentarse de que la advertencia va muy en serio.

Los finteos de guerra continúan, pero se nota que más que nada se trata de acciones de Relaciones Públicas, para salvar la cara y no mostrarse apocados. Al menos por ahora la guerra parece menos inminente.

Estados Unidos, por su parte, aparece cada vez más solo y económicamente más debilitado. El empeño por reducir la cesantía cayó a menos de la mitad de las metas que se esperaban, y hay consenso ahora en que los nuevos empleos son mayoritariamente de bajas remuneraciones, de jornadas parciales y de corta duración.

Pero, encima de todo, a Estados Unidos lo acaba de abandonar el penúltimo de sus aliados supuestamente incondicionales. Se trata nada menos que de Israel, que desestimó las presiones de Washington y acudió a sumarse a los asociados del súper banco mundial, el AIIB de China, que en el hecho ya fue reconocido por el Fondo Monetario Internacional como legítimo equivalente para el desarrollo de la economía mundial.

Ahora se quedaron solitos Estados Unidos y Japón. Y muchos opinan que el poderío mundial del dólar ya está en su etapa de crepúsculo.

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